Murdoch como pretexto
Har¨ªamos muy mal los periodistas espa?oles si crey¨¦ramos que lo de Murdoch ocurri¨® en otra parte del mundo. Ocurri¨® aqu¨ª, en nuestro mundo; ocurri¨® y ocurre. Seguir¨¢ pasando.
El periodismo que representa esa fantasmagor¨ªa se ha instalado como una naturaleza, es lo que se hace porque es lo que hay que hacer, dicen quienes lo fabrican. Se sienten ufanos, con su libretita, o sin su libretita, anotando chismes que no les importan a nadie pero que han terminado importando como si formaran parte de la vida y no de la muerte del periodismo.
Es nauseabundo, pero no es extraterrestre, se toca con las manos, y el tacto es basura. Ese car¨¢cter nauseabundo de lo que ha ocurrido huele a hecho aqu¨ª, ensucia la puerta de nuestras casas.
Ahora ha nombrado Zapatero a un nuevo ministro del Interior. Cuando le vi la cara record¨¦ un episodio que ¨¦l protagonizaba sin querer. Un peri¨®dico de tirada nacional (siempre decimos eso: un peri¨®dico de tirada nacional, nos da apuro decir el nombre del peri¨®dico colega, estamos absurdamente dominados por un corporativismo compasivo) hizo con ¨¦l un fotomontaje: le pidieron al due?o de un bar que simulara que su establecimiento se llamaba Fais¨¢n, como el bar vasco en el que se ha producido un caso de dudosa reputaci¨®n terrorista. Y como aquel hombre, ahora ministro, estaba siendo incriminado en aquel tejemaneje, el diario citado le fabric¨® el montaje: el bar Fais¨¢n falso, el secretario de Estado (entonces) entrando en el Ministerio del Interior... No era verdad, era ruin, "pero era divertido...". ?A qui¨¦n le importa una manipulaci¨®n m¨¢s? ?Qu¨¦ es una raya para un tigre?
A una ministra (de Igualdad, adem¨¢s, y de Sanidad, al un¨ªsono) se le ocurri¨® ir a una playa con su cuerpo, pues con qu¨¦ cuerpo habr¨ªa de ir, y sobre ella ha ca¨ªdo la basura de la burla como si ella no tuviera derecho a ir como le d¨¦ la gana al lugar p¨²blico al que opte acudir para su solaz o esparcimiento.
Un periodista que vigila lo que hacen otros para afearles hasta la existencia se quejaba el otro d¨ªa, en ese diario de tirada nacional cuyo nombre y apellidos se me resiste, de que un periodista que adem¨¢s le paga por estar en sus tertulias hubiera sido molestado con ciertas sanciones porque tuvo la salvaje ocurrencia de pedir que los suscriptores del diario Abc se dieran de baja como represalia por no s¨¦ qu¨¦ secuela mantenida por el condenado periodista contra el diario cuya destrucci¨®n buscaba animado por una venganza que parece formar parte de la naturaleza de esta versi¨®n abyecta del oficio.
La naturaleza de lo que han hecho los de Murdoch es inadmisible; lo que hicieron con Gordon Brown y con su hijo enfermo entra de lleno en la frontera de la mayor desverg¨¹enza, y repugna al ser humano. Es ¨¦ticamente deplorable. Pero aqu¨ª han pasado cosas as¨ª, y siguen pasando cosas as¨ª. Las teles de las tardes, las TDT de las noches, las columnas de los que consideran que el insulto es una manera de la definici¨®n de la conducta ajena, acampan ante la dignidad humana haciendo burla de unos y de otros. Pero nosotros pensamos que lo de Murdoch toca las campanas en otros campanarios. Tiempo de verg¨¹enza, pero no de verg¨¹enza ajena.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.