'STRAWBERRY FIELDS... FOREVER'
A trav¨¦s de uno de sus personajes-narradores -que obviamente es casi ¨¦l mismo-, Milan Kundera asegura: "Lo que solo ocurre una vez es como si no ocurriera nunca". Lo cual significar¨ªa que un hecho, para que realmente ocurra, deber¨ªa sucedernos no solo una primera vez.
Mario Conde, no el otro, sino el protagonista de seis de mis novelas, se parece a m¨ª m¨¢s de lo que a veces yo mismo desear¨ªa. Con mi consentimiento o sin ¨¦l, el Conde me ha robado para su biograf¨ªa muchas de mis memorias. As¨ª, han llegado a ser suyas varias experiencias que nos deslumbraron una primera vez pero que, al repetirlas a lo largo del tiempo, se han convertido en realidades y, m¨¢s a¨²n, en algunas de nuestras obsesiones.
Uno de esos descubrimientos luminosos nos lleg¨® una noche de 1966, cuando el primo Juan, acompa?ado por su amigo Motivito, lleg¨® a la casa del Conde y le pidi¨® que buscara su tocadiscos, pues Motivito ten¨ªa que o¨ªr un disco.
Motivito era un personaje en el barrio. Como el primo Juan, Motivito ten¨ªa cuatro a?os m¨¢s que Conde y, a los 10 a?os de edad, esa diferencia es un abismo. Ya para ese entonces Motivito -deb¨ªa el apodo a su habilidad por armar motivitos, o sea, fiestas- llevaba el pelo unos cent¨ªmetros m¨¢s largo de lo que se consideraba apropiado, se peinaba con una raya en medio del cr¨¢neo y usaba pantalones ajustados hasta lo imposible: en dos palabras, era todo lo jipi que, sin traspasar unos estrechos l¨ªmites, se pod¨ªa ser en la Cuba de aquel momento de efervescencia revolucionaria.
Como ya en aquellos tiempos ten¨ªamos muy pocas cosas y la inventiva nacional se hab¨ªa desatado, Motivito deb¨ªa mucho de su popularidad al hecho de haberse convertido en uno de esos alquimistas poseedores del secreto de poder regrabar viejas placas de vinilo (no tengo ni la menor idea de c¨®mo lo hac¨ªa) con la m¨²sica que se escuchaba en los motivitos: las baladas de Paul Anka o los elep¨¦s de los Beatles, aquel grupo del que todos hablaban pero muy pocos hab¨ªamos o¨ªdo...
La noche destinada para que por primera vez el Conde escuchara a los Beatles, el tocadiscos de Motivito hab¨ªa cantado su ¨²ltimo cupl¨¦ y, desesperado, andaba por el barrio buscando alg¨²n equipo sobreviviente para probar su ¨²ltima grabaci¨®n. As¨ª fue como se top¨® con el primo Juan y vinieron a dar a la casa del Conde que, halagado por ser objeto de la atenci¨®n de Motivito, busc¨® de inmediato el tocadiscos. Entonces Motivito sac¨® de una bolsa la placa de vinilo reconvertida y la coloc¨® sobre el artefacto y la puso a girar. Lentamente movi¨® el brazo mec¨¢nico y, con precisi¨®n de relojero, deposit¨® la aguja sobre el primer surco...
El Conde recordar¨ªa por el resto de su vida los persistentes sonidos de crach que comenz¨® a soltar la estupefacta bocina del tocadiscos. Recordar¨ªa la mirada at¨®nita de Motivito ante el presunto fracaso tecnol¨®gico, y tambi¨¦n el sudor de incredulidad que humedeci¨® el rostro del primo Juan. Pero sobre todo recordar¨ªa el momento m¨¢gico en que, sin dejar de emitir los invencibles crachs, la bocina entreg¨® las primeras notas de aquella canci¨®n de la cual no entender¨ªa una palabra pero que, lo supo desde ese instante, cuatro tipos de Liverpool estaban cantado en ese instante para convertirla en parte de sus nostalgias y de su vida: aquel d¨ªa hab¨ªa escuchado por primera vez Strawberry fields... Despu¨¦s, a lo largo de los a?os la oir¨ªa tantas veces que la convertir¨ªa en realidad, forever.
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