Triunfo al servicio de las figuras

Cuando sali¨® al ruedo el quinto de la tarde, Productor de nombre y con el hierro de Rom¨¢n Sorando, Morante de la Puebla mand¨® a su subalterno que lo recibiese. Algunos pitaron su actitud, pero el sevillano quer¨ªa verlo en sus primeras embestidas. Al estilo de los toreros antiguos, cuando las reses se paraban por el pe¨®n de confianza y el matador estudiaba los primeros instintos del astado. Fueron tres lances, suficientes para que el de La Puebla del R¨ªo saliese al ruedo pisando distinto, con decisi¨®n; tres lances del pe¨®n de brega y un gesto de Morante que hizo presumir faena grande.

A pesar de sufrir un resbal¨®n que desluci¨® sus primeras ver¨®nicas, el sevillano acarici¨® al de Sorando antes de la media de remate que arranc¨® un ol¨¦ un¨¢nime en los tendidos. Se mascaba el triunfo. La suerte de varas tampoco existi¨® en este toro. Al igual que sus tres hermanos las fuerzas brillaban por su ausencia y se trataba de no quebrantar en nada al morlaco. As¨ª que los picadores vivieron un d¨ªa festivo en su paso por Vitoria.

El ¨¦xito se bas¨® en la exigencia de los toreros y la pobreza del ganado

A Morante le hab¨ªa gustado la forma de meter la cara de aquel zapatito de Sorando, bonito de estampa y cortado a la medida de los toreros artistas. Tocaba disfrutar y lo hizo tanto el torero como los cinco mil aficionados que se dieron cita en el coso vitoriano. No pudo exprimir a su enemigo por la falta de fuerza y ni siquiera lleg¨® a bajarle la mano como dese¨® en varias series, pero el sevillano disfrut¨® con los suaves derechazos en los que bas¨® la faena. Unos ayudados por alto rematados con un remate despacioso por el pit¨®n izquierdo firmaron una faena llena de destellos art¨ªsticos, que mantuvieron la atenci¨®n de los espectadores. La estocada certera sell¨® el premio de dos orejas que le llev¨® a abandonar el coso en hombros.

Pero Morante no se fue solo. Hermoso de Mendoza cort¨® otros dos ap¨¦ndices a su segundo enemigo, un soso ejemplar de Boh¨®rquez que apenas colabor¨® con el navarro. El caballero de Estella tir¨® de recursos para animar su labor y el p¨²blico se dej¨® llevar por esa alegr¨ªa hasta pedir con fuerza dos ben¨¦volas orejas. Es cierto que Hermoso lo puso todo en el esfuerzo, pero no tuvo enemigos con los que lucirse y sus faenas tuvieron m¨¢s envoltorio que profundidad.

Tambi¨¦n se llev¨® dos orejas Alejandro Talavante, que sustituy¨® al anunciado Cayetano. El extreme?o sum¨® una en cada toro y por eso debi¨® despedirse de los aficionados a pie. Talavante tir¨® de quietud y de distancias cortas para imponerse a un toro con muy poca fuerza en su primer acto. Una estocada r¨¢pida le permiti¨® ser el primero en tocar pelo. En el que cerraba plaza, con el ¨¦xito de Morante como anticipo, tuvo que poner todo de su parte, pero al animal le falt¨® emoci¨®n y acab¨® por dejar en otra oreja una faena amplia en muletazos.

El debut del empresario Tom¨¢s Entero al frente de la plaza de Vitoria se cerr¨® con triunfo, seis orejas y dos toreros en hombros. Un ¨¦xito basado en la exigencia de los toreros y en la pobreza del ganado, ya que los toros fueron muy justitos y carecieron de fuerzas, como los dos primeros inv¨¢lidos que s¨®lo permitieron toreo de artificio. Suficiente para divertir al personal, pero demasiado cortado a medida de los toreros, que s¨®lo buscan este tipo de astados, en lugar de basarlo en la emoci¨®n que debe reinar en los tendidos.