Cu?as de la misma madera
El Vaticano sabe por experiencia que no hay peor cu?a que la de la misma madera. Lo vivi¨® en la Espa?a del nacionalcatolicismo falangista, cuando el dictador Franco quiso erigirse en jefe de una Iglesia nacional reclamando para s¨ª hasta el nombramiento de obispos. Por discutirle ese poder tras el concilio Vaticano II, a punto estuvo de romper relaciones con la Santa Sede, que termin¨® cediendo.
Lo vuelve a sufrir Roma frente a la muy cat¨®lica Irlanda, donde florece el anticlericalismo de derechas tras saberse sin ning¨²n g¨¦nero de dudas que decenas de miles de muchachos y muchachas, de variada clase y condici¨®n, sufrieron d¨¦cadas atr¨¢s todo tipo de abusos a manos de eclesi¨¢sticos ante la pasividad de las jerarqu¨ªas, tanto civiles como eclesi¨¢sticas. El informe oficial con las infamias llena 2.500 p¨¢ginas y ha roto de verg¨¹enza o ira el coraz¨®n de Irlanda y tambi¨¦n de Reino Unido, adonde escaparon miles de v¨ªctimas para superar las secuelas.
Las cifras claman al cielo, se ponga como se ponga Benedicto XVI. Hay documentos irrefutables que indican que el actual pont¨ªfice, cuando era cardenal Ratzinger, aleccion¨® a los obispos sobre c¨®mo comportarse ante los casos de pederastia entre su clero. Lo hizo desde la poderosa Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe, que es como se llama ahora el siniestro Santo Oficio de la Inquisici¨®n.
Los prelados le tomaron la palabra. La orden era llevar los casos con delicadeza, tratar a los delincuentes con caridad y ocultar los delitos a la autoridad civil. El principio de tal estrategia es multisecular: cada obispo se cree antes s¨²bdito del Estado vaticano que de su lugar de nacimiento y de trabajo.
Los tiempos ya no admiten situaciones semejantes, ni siquiera all¨¢ donde la mayor¨ªa de la poblaci¨®n se cree cat¨®lica. Se acab¨® la impunidad, tambi¨¦n para el imperio cat¨®lico. Adem¨¢s, cuando una organizaci¨®n decide amontonar la ropa sucia en casa, la porquer¨ªa termina saltando por la ventana con estruendo, ensuciando de forma irreparable a toda la instituci¨®n.
Es verdad que Benedicto XVI ha pedido perd¨®n en p¨²blico, de manera especial en Irlanda. Ha rectificado, adem¨¢s, su orden del pasado: los obispos deben ahora colaborar en el esclarecimiento de hechos delictivos de sus subordinados.
Pero el Estado irland¨¦s -Gobierno y, sobre todo, oposici¨®n- tiene la impresi¨®n de que todo eso no son m¨¢s que palabras. El Vaticano llama a consulta a su embajador (nuncio) en Dubl¨ªn, quiz¨¢s para respaldarlo en este conflicto. Mejor har¨ªa si le urge a entenderse mejor con el Gobierno y con la sociedad.
Los hechos son testarudos, seg¨²n el informe oficial. Adem¨¢s, hay dinero por medio, lo que tambi¨¦n cuenta ante una crisis especialmente aguda en Irlanda. De los varios miles de millones de euros en indemnizaciones que van a recibir las v¨ªctimas, apenas un 10% correr¨¢ por cuenta de los obispos.
Es el resultado de un acuerdo de 2002 entre Dubl¨ªn y la jerarqu¨ªa cat¨®lica. Un mal acuerdo, que ahora se vuelve abusivo. El Ejecutivo irland¨¦s de entonces cre¨ªa que las indemnizaciones no superar¨ªan los 300 millones de euros. Ya se han pagado o comprometido 1.200 millones.
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