La CAM contra Alicante
Ha querido la casualidad que, el mismo d¨ªa en el que este peri¨®dico abundaba en sus revelaciones sobre las prebendas disfrutadas por ciertos individuos de la CAM, supi¨¦ramos, por el INE, que la valenciana es la quinta comunidad aut¨®noma espa?ola donde m¨¢s barato se paga el trabajo. Un trabajo que, pese a ello, paga sus impuestos a lo bravo, sin refugios fiscales ni maletines de 500 euros; que cumple con sus hipotecas -tambi¨¦n las de la CAM-, sin tratos de favor en cuanto a cantidad, plazo, inter¨¦s o garant¨ªas.
Aqu¨ª tenemos la cruz y all¨¢ la cara de la moneda: la de quienes se han enriquecido gracias a privilegios tan inmerecidos como inmorales. Inmerecidos, porque de la CAM apenas han dejado las miserias. Inmorales porque, de lo sabido, se desprende que su rapacidad solo ha sido proporcional a su desverg¨¹enza: mientras la CAM cerraba el cr¨¦dito a las pymes y estas quedaban abandonadas a la condena que pronunciara el mercado, ellos dispon¨ªan de barra libre y de fichas de la casa a discreci¨®n.
Alicante y la Comunidad Valenciana se merecen muchas explicaciones tras un ins¨®lito silencio
Ahora se entienden los m¨²ltiples movimientos de los ¨²ltimos tiempos. Algunos, lo que defend¨ªan no era una gesti¨®n honorable frente a un regulador con ansias intervencionistas, sino una forma f¨¢cil y competitivamente injusta de ganar dinero. Ahora se comprende que la marca CAM viajara de despacho en despacho -Caja Madrid, Cajastur, Caja de Murcia, BBK-, presuntos fondos de capital riesgo en un ejercicio de seducci¨®n que conclu¨ªa abruptamente cuando se le ped¨ªa que ense?ara la ropa ¨ªntima o que rebajara sus ¨ªnfulas de ni?a rica. Ya no era ni bella ni de posibles: solo peripat¨¦tica.
El precio que pagaremos es todav¨ªa incalculable, pero lo conoceremos pronto, cuando otros bancos y cajas se repartan los restos del naufragio. Ese precio incluye, de momento, 5.800 millones de euros del Banco de Espa?a, una severa reducci¨®n de plantilla y oficinas y, a no muy tardar, la pr¨¢ctica liquidaci¨®n de la Obra Social, el descenso de las compras de suministros y servicios, entre ellos la publicidad, el de la hosteler¨ªa inducida por la presencia en Alicante de la sede central de la caja y hasta el de los aranceles de los notarios que dan fe de sus operaciones. Por si lo anterior no fuera bastante, a?adamos lo peor: la clausura, no por sequ¨ªa, sino por incompetencia, avaricia e imprudencia, de lo que ha sido la fuente tradicional de cr¨¦dito para muchos ciudadanos y empresas de Alicante.
A los alicantinos se les ha expoliado un pilar de su autoestima. Y, a ellos y a todos los valencianos, nos han apagado uno de nuestros principales focos econ¨®micos, precisamente cuando la sombra del declive se cierne sobre Alicante record¨¢ndonos esta y otras zozobras: Terra M¨ªtica, la Ciudad de la Luz, ahora la CAM y quiz¨¢s otro d¨ªa, si no se responde con atino, la C¨¢mara de Comercio. Pero si indigno y humillante es lo ocurrido, peor ser¨ªa a¨²n que la respuesta fuera el silencio, la desidia o una nueva generaci¨®n de median¨ªas sin m¨¢s ambiciones que las propias. No, Alicante y la Comunidad Valenciana se merecen muchas explicaciones.
Explicaciones en sede parlamentaria, tras un dilatado e ins¨®lito silencio que no se sostiene por el hecho de que algunos consejeros superaran el examen de su ignorancia financiera gracias a un apoyo partidario tan tosco como interesado. Explicaciones ante los tribunales de justicia, si corresponde. Para escrutar legalmente las liberalidades ahora conocidas, las retribuciones e indemnizaciones en met¨¢lico y en especie, con pago en el acto y con pago aplazado. Los conflictos de intereses de la entidad con consejeros administradores, consejeros controladores y altos ejecutivos o entre ellos mismos. La presencia de la caja y de sus responsables en negocios at¨ªpicos y especulativos. La concentraci¨®n de riesgos, en qui¨¦n y por qu¨¦. El holding de empresas. Explicaciones para saber qui¨¦nes votaron a favor de qu¨¦, cuando lo adecuado era lo contrario. Explicaciones tambi¨¦n del Banco de Espa?a, porque el hecho de que ahora la tinta de calamar solo ennegrezca la c¨²pula de la CAM no excusa que desconozcamos por qu¨¦ el regulador permiti¨® entonces lo que ahora interviene y reprueba.
?Podemos extraer alguna lecci¨®n de lo ocurrido? S¨ª. Por ejemplo, que mejor nos hubiera ido, hace 10 o 20 a?os si, en lugar de sembrar de minas el trayecto entre la CAM y Bancaixa, alguna gente de ambas entidades hubiera buscado v¨ªas para una cooperaci¨®n real y progresiva. Segundo, que tras notables alardes de alicantinismo, algunos ocultaban farise¨ªsmo y codicia, cuando no la miseria que se desprende de la mediocridad; por lo tanto, evitemos que las v¨ªsceras manden sobre los argumentos y que los mediocres desplacen a los capaces. Por ¨²ltimo, que en una peque?a comunidad de apenas cinco millones de personas, todo lo que nos separa acaba pas¨¢ndonos un precio; y el de ahora ha sido, literalmente, hist¨®rico. ?Aprendemos u olvidamos?
Manuel L¨®pez Estornell es doctor en Econom¨ªa.
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