Escurrir el bulto con el centrismo
Los hechos de la crisis del techo de la deuda no son complicados. En la pr¨¢ctica, los republicanos han tomado a Estados Unidos como reh¨¦n, amenazando con minar la econom¨ªa y perturbar la labor esencial del Gobierno a menos que obtengan concesiones pol¨ªticas que nunca habr¨ªan sido capaces de aprobar mediante la legislaci¨®n. Y de hecho, los dem¨®cratas -aunque habr¨ªa estado justificado que rechazasen por completo esta extorsi¨®n- han hecho lo imposible por satisfacer estas exigencias republicanas. Como he dicho, no es complicado. Pero hay muchos en los medios de comunicaci¨®n que, aparentemente, no son capaces de llegar a admitir esta simple realidad. Las noticias presentan a los dos partidos como igual de intransigentes; los expertos fantasean con alg¨²n tipo de levantamiento centrista, como si el problema fuese un exceso de partidismo por ambas partes.
Muchos consideran que situarse en medio del espectro pol¨ªtico es la virtud. Yo no
Algunos de nosotros llevamos mucho tiempo quej¨¢ndonos del culto al "equilibrio", la insistencia en retratar a ambos partidos como igual de equivocados e igual de culpables respecto a cualquier tema, independientemente de los hechos. Hace mucho, yo bromeaba con que si un partido declarase que la Tierra era plana, los titulares dir¨ªan: "Divergencia de opiniones sobre la forma del planeta". ?Pero podr¨ªa ese culto seguir imperando en una situaci¨®n tan patente como la que ahora tenemos delante, en la que un partido est¨¢ claramente haciendo chantaje mientras el otro regatea sobre el precio del rescate?
Resulta que la respuesta es que s¨ª. Y esto no tiene gracia: el culto al equilibrio ha desempe?ado una funci¨®n importante a la hora de llevarnos al borde del desastre. Porque, si la informaci¨®n sobre discusiones pol¨ªticas siempre parte de la base de que ambas partes son culpables, no se castiga el extremismo. Los votantes no le castigar¨¢n a uno por su atroz comportamiento si todo lo que escuchan es que ambas partes son culpables.
Perm¨ªtanme ofrecerles un ejemplo de lo que estoy diciendo. Como es posible que sepan, el presidente Obama trat¨® inicialmente de alcanzar un "gran pacto" con los republicanos sobre los impuestos y el gasto. Para ello, no solo decidi¨® no darle demasiada importancia a la extorsi¨®n del Partido Republicano, sino que ofreci¨® unas concesiones extraordinarias para lo que son las prioridades dem¨®cratas: un aumento de la edad necesaria para poder acogerse a Medicare, unos dr¨¢sticos recortes del gasto y tan solo peque?as subidas de los ingresos. Como se?alaba Nate Silver, de The Times, Obama defend¨ªa en la pr¨¢ctica una posici¨®n que no solo estaba muy a la derecha de las preferencias del votante medio, sino que estaba incluso un poco a la derecha de las preferencias del votante republicano medio.
Pero los republicanos rechazaron el trato. ?Y cu¨¢l fue el titular de un an¨¢lisis de Associated Press sobre esa ruptura de las negociaciones? "Obama y los republicanos, atrapados por una ret¨®rica inflexible". A un presidente dem¨®crata que se esfuerza tanto por adaptarse a la otra parte -o, si lo prefieren, que se inclina tanto hacia la derecha que corre el peligro de caerse- se le trata como si fuese exactamente igual que sus absolutamente intransigentes oponentes. ?Equilibrio!
Lo cual me lleva a esas fantas¨ªas "centristas". Muchos expertos consideran que el hecho de situarse en medio del espectro pol¨ªtico es una virtud en s¨ª mismo. Yo no. La sabidur¨ªa no se encuentra necesariamente en el punto medio y yo quiero que los dirigentes hagan lo correcto, no lo que sea centrista.
Pero para aquellos que insisten en que el centro siempre es el lugar en el que hay que estar, tengo una informaci¨®n importante: ya tenemos un presidente centrista. De hecho, Bruce Bartlett, que trabaj¨® como analista pol¨ªtico en el Gobierno de Reagan, sostiene que Obama es, en la pr¨¢ctica, un conservador moderado.
Bartlett tiene raz¨®n. El presidente, como hemos visto, estaba dispuesto a por alcanzar un pacto presupuestario que favorec¨ªa claramente las prioridades conservadoras, e incluso ansioso por conseguirlo. Su reforma sanitaria era muy similar a la reforma que Mitt Romney llev¨® a cabo en Massachusetts. Romneycare, a su vez, segu¨ªa fielmente las directrices de un plan propuesto originalmente por la derechista Fundaci¨®n Heritage. Y devolver los tipos impositivos de los estadounidenses con ingresos elevados al nivel que ten¨ªan durante los locos a?os noventa dif¨ªcilmente puede considerarse una propuesta socialista.
Es cierto que los republicanos insisten en que Obama es un izquierdista que pretende que el Gobierno se haga con el control de la econom¨ªa, pero ellos lo har¨ªan, ?o no? Los hechos, si alguien decidiese informar sobre ellos, dir¨ªan otra cosa.
?Y qu¨¦ hay del rumor sobre un levantamiento centrista? Tal como yo lo veo, proviene de personas que admiten la naturaleza disfuncional de la pol¨ªtica estadounidense moderna, pero que se niegan, por la raz¨®n que sea, a reconocer el papel unilateral que interpretan los extremistas republicanos a la hora de hacer disfuncional nuestro sistema. Y no es dif¨ªcil adivinar cu¨¢l es su motivaci¨®n. Despu¨¦s de todo, se?alar la verdad evidente hace que a uno lo etiqueten de partidista estridente, no solo desde la derecha, sino desde las filas de los autoproclamados centristas.
Pero hacer llamamientos vagos al centrismo, como escribir cr¨®nicas que siempre culpan por igual a ambos partidos, es escurrir el bulto descaradamente; una forma de escurrir el bulto que solo fomenta m¨¢s malos comportamientos. El problema que tiene ahora mismo la pol¨ªtica estadounidense es el extremismo republicano y, si uno no est¨¢ dispuesto a decirlo, est¨¢ contribuyendo a empeorar el problema.
Paul Krugman es profesor en Princeton y premio Nobel de Econom¨ªa de 2008. ? 2011 New York Times Service. Traducci¨®n de News Clips.
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