Otra bomba sobre Palomares
La pedan¨ªa almeriense de Cuevas del Almanzora se mantiene en vilo tras el triple asesinato de una misma familia que enfrenta a los vecinos
Jos¨¦ Antonio Zamora subi¨® ensangrentado a su veh¨ªculo en la noche del pasado 26 de julio, pas¨® por casa de sus padres, cogi¨® una escopeta y condujo hacia Cabeza Martino, un barrio de Palomares, en Cuevas del Almanzora (Almer¨ªa), en el que viven varios cientos de vecinos, y se detuvo frente a una de sus viviendas. Baj¨® del coche, llam¨® a la puerta y cuando la abri¨® Crist¨®bal Santiago, de 25 a?os, le descerraj¨® un tiro. Su madre, Fermina Carmen Santiago Fern¨¢ndez, de 42 a?os, se abalanz¨® contra el asaltante y le torci¨® la nariz de un mordisco. Fue la siguiente en morir. Por ¨²ltimo, Zamora dispar¨® contra el cabeza de familia, Juan Antonio Santiago, de 46 a?os, que tambi¨¦n se encontraba en la vivienda.
El autor confeso de los cr¨ªmenes sufr¨ªa el acoso de sus v¨ªctimas
El alcalde ped¨¢neo pide cautela ante la posible venganza de los parientes
Despu¨¦s de cometer este triple asesinato, Zamora se entreg¨® a la Guardia Civil en el puesto de Cuevas del Almanzora. Lo confes¨® todo. No ten¨ªa intenci¨®n de huir. Solo quer¨ªa quedar en paz y acabar con los protagonistas de su larga pesadilla. Descansar de los robos, las palizas y amenazas que, seg¨²n confes¨® a los agentes, le profer¨ªan los ahora fallecidos desde hace m¨¢s de tres a?os. La ¨²ltima paliza la sufri¨® horas antes de cometer el triple asesinato. La primera se produjo hace varios a?os.
Jos¨¦ Antonio Zamora, casado y con una hija menor de edad, es un conocido empresario de la construcci¨®n que sobreviv¨ªa a la crisis del ladrillo. En 2008 sufri¨® varios robos de maquinaria y material de obra en una de sus promociones inmobiliarias y cuando supo con certeza la identidad de los autores lo puso en conocimiento de la Guardia Civil. Se trataba de miembros de la familia contra la que ha atentado y de otros parientes de la misma, entre los que se encuentran los otros dos hijos del matrimonio fallecido. Nunca le perdonaron que les delatara. Desde entonces, los encontronazos y los robos a menor escala -incluso en su domicilio- se han estado sucediendo, seg¨²n amistades cercanas al detenido.
La intensidad y gravedad de los altercados subi¨® con el paso del tiempo. Entraron varias veces en su casa arramblando con lo que pod¨ªan: material de obra, gallinas, "hasta le mataron al perro", constata una vecina que prefiere no ser identificada, como el resto de los pocos habitantes de Palomares que se atreven a hablar p¨²blicamente de sus vecinos del poblado, como llaman al barrio de Cabeza Martino.
Cinco d¨ªas antes del suceso que ha conmocionado al pueblo, el autor confeso de los cr¨ªmenes fue v¨ªctima de una brutal paliza que le propinaron cuatro personas -el joven fallecido, un hermano y dos parientes- en una gasolinera. Las im¨¢genes las recogieron las c¨¢maras de seguridad y est¨¢n en poder de la Guardia Civil. Ese d¨ªa Zamora interpuso una denuncia por agresiones y fue el desencadenante de otra brutal paliza que sufri¨® frente al bar que tiene alquilado, horas antes de cobrarse su venganza escopeta en mano.
"No justifico lo que hizo, porque mat¨® a tres personas, pero lo que le ha pasado a ¨¦l nos pod¨ªa haber pasado a nosotros", se resigna la dependienta de una tienda de comestibles que interrumpe la conversaci¨®n para pedir silencio al entrar una persona en su comercio. Sobre los habitantes del poblado, cuenta: "Viven a costa de los dem¨¢s. No bajan al pueblo, solo en las fiestas y para recoger cosas de los contenedores o de donde pillan". Se refiere a las bocas de riego y otro tipo de metales que supuestamente adquieren de manera ileg¨ªtima y que constituye su principal sustento.
El resto del pueblo, de unos 2.000 habitantes, vive principalmente de la agricultura. Tomates, lechugas y sand¨ªas son algunos de los productos hortofrut¨ªcolas que da la tierra de Palomares. Al funeral de las v¨ªctimas, oficiado el pasado d¨ªa 28 y entre fuertes medidas de seguridad, acudieron varios patronos para los que el matrimonio fallecido trabaj¨® hace m¨¢s de una d¨¦cada. Nunca, dicen, hubo problemas con ellos. "Iban a su marcha y yo a la m¨ªa", asegura sin mucha implicaci¨®n un anciano familiarizado con el mutismo, como el resto de vecinos de su generaci¨®n. Esos que fijan la vista en los for¨¢neos con los p¨¢rpados cansados desde el porche de sus casas de campo, cuando les ven venir temiendo ser preguntados por el primer incidente que sac¨® a la localidad del anonimato: la ca¨ªda de cuatro bombas at¨®micas de un B-52 en enero de 1966.
Este ¨²ltimo suceso ha resucitado a los fantasmas de los que huyen hace d¨¦cadas. "Esto s¨ª que es una bomba", se lamentaba Juan Jos¨¦ P¨¦rez, alcalde ped¨¢neo (PP) a la salida del sepelio por la muerte del matrimonio y de su hijo, que se celebr¨® en la iglesia de Palomares. Tambi¨¦n augur¨® que vendr¨ªan "tiempos de cautela" ante posibles represalias por parte de los parientes de los asesinados hacia la familia de Zamora.
Una de las hermanas de la fallecida fue clara. "M¨¢s vale que toda su familia desaparezca del pueblo porque no queremos m¨¢s historias y que esto acabe aqu¨ª", grit¨® a la salida de la misa. Ya lo hab¨ªan previsto. Todos los familiares directos de Jos¨¦ Antonio abandonaron sus viviendas nada m¨¢s producirse el suceso. Pero el regreso es de l¨®gica. Todos son nacidos en Palomares, hijos y nietos de aut¨®ctonos del pueblo. De hecho, el presunto asesino es nieto del que fuera alcalde ped¨¢neo de la localidad cuando se produjo el suceso de las bombas.
"Este es un pueblo de gente trabajadora. Pido civismo y cordura, cualidades que caracterizan a nuestra gente", alab¨® Jes¨²s Caicedo, alcalde de Cuevas del Almanzora y senador del PP, quien acudi¨® al funeral "de coraz¨®n". "Nunca he hecho distinci¨®n de razas en mi pueblo", defendi¨®.
Sin embargo, la poblaci¨®n s¨ª est¨¢ dividida. Todos saben que la noche en la que Zamora se dirigi¨® armado para acabar con sus hostigadores hubo un motivo que colm¨® el vaso. "Le dijeron que lo siguiente ser¨ªa ir a por su hija y su mujer si no retiraba la denuncia por agresi¨®n", reproduce una testigo. Una historia ha acabado pero puede que otra no haya hecho m¨¢s que empezar.
"Merece la horca", coincidieron en pedir varios familiares de los fallecidos a la salida del funeral. Familiares con los que compartir¨¢ prisi¨®n Jos¨¦ Antonio Zamora, que ingres¨® en el centro penitenciario de El Acebuche el d¨ªa 29. Uno de ellos es el padre de la fallecida. Acudi¨® al entierro de su hija esposado y flanqueado por dos polic¨ªas a los que les hizo un ruego: "Que lo metan en mi celda".
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