Futuros libreros
El renacido auge de los concursos con un bot¨ªn apetitoso trae el inevitable cap¨ªtulo de saber para qu¨¦ quieren el dinero los concursantes. No hay muchas sorpresas y menos en estos tiempos de tantos apuros. Como en los inevitables reportajes sobre los agraciados con el Gordo de Navidad, el dinerito ir¨¢ a aliviar la hipoteca, tapar un agujero, para un pisito de novios o un viaje a Finlandia...
Pero el viernes por la noche, en Atrapa un mill¨®n (Antena 3), sali¨® una pareja de Segovia, Carlos y Mar¨ªa, que buscaban el premio para... ?abrir una librer¨ªa!
Consiguieron 75.000 euros pero se merec¨ªan hab¨¦rselo llevado todo. ?l es conductor de autob¨²s y ella, asistente social. Y por lo que se vio no les es igual abrir una librer¨ªa que una tienda de electrodom¨¦sticos. Quieren hacerlo porque les gustan los libros y se han zampado unos cuantos.
El propio Carlos Sobera estaba maravillado del saber enciclop¨¦dico de la pareja, que tanto dominaban el tama?o de los planetas como el personaje de c¨®mic que lleva antifaz. Fallaron donde inevitablemente hay que acudir a la suerte porque es dif¨ªcil que alguien sepa, ni vale la pena saberlo, determinadas cosas. Por ejemplo, como les preguntaron a otra pareja: qui¨¦n ha perseguido m¨¢s cr¨ªmenes en televisi¨®n, si Colombo o Perry Mason.
El de Carlos y Mar¨ªa fue un edificante espect¨¢culo en un concurso simp¨¢tico al que le sobra la obscenidad de obligar a los concursantes a trajinar fajos de supuestos billetes de euros para apostar por la respuesta correcta. Hay un punto s¨¢dico. Como subraya Sobera, al principio, a los concursantes se les da un mill¨®n de euros, en los malditos paquetitos. Y ese trofeo anticipado va menguando a lo largo de ocho preguntas. Un concurso donde, en lugar de ganar, se pierde despu¨¦s de que te den un mill¨®n, terriblemente huidizo.
Fue una l¨¢stima que a Carlos y Mar¨ªa se les escapara. En cualquier caso valdr¨¢ la pena darse una vuelta por su librer¨ªa, tendr¨¢ unos libreros que pueden aconsejar sabiamente sobre qu¨¦ libro llevarse. Y este es un placer que se pierde, ir a comprar a un sitio en el que el tendero sabe lo que vende.
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