La serpiente inm¨®vil, yo quieta
Me parece tenerla a¨²n delante de los ojos, como de un metro de larga, extendida en el rect¨¢ngulo de lo que llamaban "el jard¨ªn" que, de hecho, no era un jard¨ªn, pues nada ten¨ªa de cultivado. Era un espacio rodeado de zarzas y hojarasca, fresco por el verdor. Yo ten¨ªa tres a?os. Est¨¢bamos veraneando en Vallvidrera -la ¨²nica vez que he experimentado un veraneo-. No sab¨ªa por qu¨¦ no me dejaban ir sola al jard¨ªn, situado en la parte posterior de la casa, construida en un leve declive, pero un d¨ªa, sin pensarlo, baj¨¦. Y la vi all¨ª, de un verde luminoso, inm¨®vil. Me qued¨¦ quieta contemplando el color. No sent¨ª miedo, pero s¨ª perplejidad. Al parecer mi madre se hab¨ªa dado cuenta de mi escapada, me hab¨ªa seguido y me llev¨® con ella. Lo supongo porque ella afirma que la serpiente era parda. Yo no, yo la vi verde, casi fosforescente, irreal. Acaso mi mente seleccionaba ya el color con que iba a dibujarla.
La ¨²ltima vez que vi una serpiente, sucedi¨® hace unos a?os, fue en medio del campo, a unos kil¨®metros de Cadalso de los Vidrios. Ten¨ªa all¨ª una casita, algo m¨¢s que una choza, sin luz ni agua, y el autob¨²s me dejaba a una distancia de media hora andando. Iba hacia ella mirando las vi?as de alrededor llenas de uva, que daban un albillo extraordinario, y me indignaba que algunos aldeanos hab¨ªan hecho arrancar las suyas para cobrar una compensaci¨®n de la Comunidad Europea. Por los campos correteaban varias perdices lanzando, de vez en cuando, su canto ¨¢spero. A parte de esto: silencio total.
Caminaba despacio, recre¨¢ndome, sin pensar en m¨¢s, cuando, de pronto, mi pie dio con una piedra y mir¨¦ hacia abajo. All¨ª mismo, a menos de un palmo, hab¨ªa una serpiente de escalera de unos cuatro metros atravesando el camino. Tambi¨¦n entonces me detuve. Nadie alrededor que pudiera auxiliarme si pasaba algo. Sab¨ªa que las de escalera no eran venenosas, pero pod¨ªan acabar con uno si se le enroscaban. En aquel entorno cualquier cosa era posible, desde que te recibiera una abubilla, una golondrina cabecirroja o una salamandra hasta que surgiera una escolopendra o un escorpi¨®n al levantar inocentemente una piedra. ?Qu¨¦ hacer? Sencillamente dar un salto y seguir adelante.
No sospechaba yo entonces que poco despu¨¦s entrar¨ªa la serpiente en mis versos de Variables ocultas, con propiedades esot¨¦ricas como para estimular a los alfabetos, y tampoco que traducir¨ªa el poema de Sujata Bhatt donde afirma que el mejor modo de cazar una Nerodia sipedon (serpiente n¨®rdica de agua) es dejarse morder, aunque duele, pues tiene seis hileras de dientes curvos, pero no es venenosa. Luego se la apacigua.
El poema est¨¢ puesto en boca de su padre, vir¨®logo, que hac¨ªa esto para estudiarla y para que sus alumnos tomaran notas. Y concluye: "Despu¨¦s, yo siempre la dejo ir / la suelto en los bosques. / Es muy r¨¢pida -un s¨²bito rayo / de energ¨ªa- un destello negro / precipit¨¢ndose como una flecha fuera de mis manos".
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