Material inel¨¢stico
Si pensamos en trigo pensamos en pan. Y aquellos m¨¢s imaginativos se elevan a las alturas de lo gourmand y transforman los duros granos en pasteles sin cuento, en obleas, almoj¨¢banas, milhojas y toda suerte de masas harinosas en los que el az¨²car o la miel desempe?an un indiscutible papel. Mientras, los aficionados a la historia evocan las tortas hechas de grano molido y puesto a tostar despu¨¦s de hecha una masa con agua, entre las brasas o las piedras, al estilo de los asirios y los sumerios en aquellos asentamientos que en Mesopotamia configuraron la humanidad como ahora la conocemos.
El trigo nace creando la agricultura, cuando las cabras y las ovejas que pac¨ªan libres y errantes son estabuladas y de esta suerte los n¨®madas hacen hogar y patria. El trigo primigenio se transforma y educa -dejando en el camino la escanda de la que proviene, que sigue su trazado ecol¨®gico que llega hasta hoy- y aun se descascarilla, perdiendo en nutriente tanto como gana en finura y delicadeza. Con su harina despu¨¦s de la molienda hacen los primeros sedentarios las tortas de pan ¨¢cimo, que se prolongan a lo largo de la historia y la geograf¨ªa, bifurc¨¢ndose su vida en el momento en que la ciencia o el azar lo mezclan con levadura para dar lugar al pan tal como lo conocemos, hermoso, hinchado, vol¨¢til por el carb¨®nico que ha penetrado en sus entra?as.
Son infinitas las veces que el pan aparece en nuestras vidas
Fueron los egipcios el primer pueblo que hermosea el alimento que proviene del trigo, lo cuecen en hornos y le dan caprichosas formas que a¨²n hoy nos intrigan, aunque los expertos nos indican que algunas de ellas son exclusivas del linaje del comensal o de la utilidad que se les daba en las ceremonias religiosas, como ofrenda a los dioses, utilidad que pervive, con los oportunos aggiornamenti, hasta hoy.
Son infinitas las veces que el pan aparece en nuestras vidas si somos habitantes de lo que llamamos Occidente. No ha habido cultura ni religi¨®n que no lo situase entre sus intocables, y el pan como nutriente de los pueblos se destaca de cualquier otro alimento. ?Deberemos decir que los griegos y los romanos lo adoraban? ?Deberemos se?alar que en la baja edad media el consumo de pan por persona era superior a un kilogramo diario?
Y que a los economistas se les llenaba la boca -y no de pan- cuando explicaban las teor¨ªas sobra la inelasticidad en la demanda, poniendo al producto como ejemplo: por m¨¢s que suba o baje el precio del pan su consumo permanece casi inalterable.
Parece que esta cualidad de supervivencia le restar¨ªa importancia gastron¨®mica, pero no es as¨ª. Am¨¦n de las masas endulzadas ya referidas, hoy el pan, m¨¢s el¨¢stico, se torna capricho de gourmets, y las combinaciones con otros alimentos que lo completan, mejoran y tambi¨¦n desfiguran son incontables: panes con pasas, aceitunas, comino, frutos secos, y dulces... incontables. Y alguno, m¨¢s tradicional y cargado de energ¨ªa, permanece en nuestra cultura: c¨®mo olvidar el bocadillo cuando el hambre aprieta.
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