El nuevo Estatuto
Galicia siempre estuvo en una discreta vanguardia auton¨®mica, en condiciones, por cierto, mucho m¨¢s adversas que las actuales, pero ahora corre el riesgo de que eso sea historia, camino de la murcianizaci¨®n total. Curiosamente, por decisi¨®n propia, al haberse instalado aqu¨ª la idea de que ahora que hay crisis no es prioritario actualizar el Estatuto de Autonom¨ªa, sin duda una afirmaci¨®n tan absurda como considerar que si hay crisis no hay que trabajar por el pa¨ªs, ni revisar la posici¨®n de Galicia en el conjunto de Espa?a. ?Acaso no hab¨ªa crisis en el convulso 36? ?Y en el 81, con el pa¨ªs mucho m¨¢s revuelto que ahora y sin apenas Estado de bienestar? Adem¨¢s, ?qu¨¦ mejor arma que un buen Estatuto para luchar a favor del progreso y, en definitiva, contra la crisis?
?Acaso no hab¨ªa crisis en 1936 y en 1981, los a?os de las dos normas que ha tenido Galicia?
Si hici¨¦ramos caso de algunos argumentos que ahora se utilizan contra la necesaria reforma del Estatuto, este no existir¨ªa. Porque nunca hubo consenso ni ausencia de crisis. Y el tercer pretexto que se utiliza -el clima electoral- tampoco vale, ya que en Espa?a hay elecciones pr¨¢cticamente todos los a?os. Quienes se oponen a la reforma del Estatuto deber¨ªan buscar mejores argumentos o, al menos, criterios ausentes de demagogia y un m¨ªnimo de sinceridad pol¨ªtica. Ser¨ªa mucho m¨¢s natural que dijesen que no quieren m¨¢s autogobierno.
Llevamos tantos a?os mareando la perdiz que casi perdimos la cuenta. Manuel Fraga, que parece historia, ya reconoci¨® en su d¨ªa que el Estatuto de Galicia era manifiestamente mejorable, pero no quiso mejorarlo; Emilio P¨¦rez Touri?o y Anxo Quintana lo intentaron sin ¨¦xito con Alberto N¨²?ez Feij¨®o en la oposici¨®n, y ahora que este gobierna se buscan mil disculpas, de modo que nunca hay un buen momento para mejorar la vida de los ciudadanos, que es el verdadero fin de un estatuto, sin duda la norma de m¨¢s elevada trascendencia para Galicia y los gallegos.
En todo ello es determinante la postura del Partido Popular, dado su peso electoral, porque cuando un gallego va por la calle sabe que si ¨¦l no vota al PP, el que viene de frente s¨ª lo hace casi con toda seguridad. Es el gran partido de Galicia y de ¨¦l depende su nivel de autogobierno. Por la misma raz¨®n, para la izquierda y el nacionalismo resulta fundamental que sepan hacer su papel, tanto a favor de un nuevo Estatuto como en contra de la demagogia de la derecha. PSdeG y BNG tienen muchos deberes por delante y no siempre los saben hacer. Ni se entiende su tibieza ante la campa?a del PP sobre el Estatuto ni que apenas pongan en valor sus gobiernos locales, de modo que no falta quien se pregunte si acaso no est¨¢n orgullosos de lo que hacen cuando gestionan las instituciones; es decir, cuando hacen realmente pol¨ªtica.
Ante este panorama, est¨¢ por verse que Galicia entre en una senda equiparable a la catalana, en la que a menudo intenta reflejarse de cara a la galer¨ªa. Quiz¨¢ sus condicionantes de la transici¨®n a¨²n los est¨¦ pagando, en parte debido a la ruptura de la continuidad hist¨®rica del Partido Galeguista y en parte como consecuencia de haber articulado partidos de poder -primero UCD y despu¨¦s AP-PP- sobre las bases del r¨¦gimen anterior, sin que la izquierda tradicional -socialistas y comunistas- y los nacionalistas fuesen capaces de romper ese cerco tan poderoso. El galleguismo se manosea hasta tal punto que a veces termina siendo mero marketing pol¨ªtico, mientras el catalanismo -por buscar el contrapunto- impregna la acci¨®n pol¨ªtica de las grandes fuerzas de su pa¨ªs. En parte eso se debe a que el espacio electoral nacionalista de centro-derecha est¨¢ ocupado por el Partido Popular, con un mensaje regionalizado en clave gallega, al que algunos llaman galleguismo cordial, como si el galleguismo sin adjetivos -el de siempre, el genuino- no lo fuera.
Ni Catalu?a tiene un Estatuto de naci¨®n por sorteo ni Galicia tiene el mismo Estatuto del 81 por casualidad. En el fondo, al PP le cuesta entender que el cambio de la Constituci¨®n y de los estatutos sea realmente una necesidad -"la gente en la calle no habla de eso", suelen decir para justificarse-, pero mientras en Catalu?a es un partido irrelevante, en Galicia domina buena parte de su pol¨ªtica. Algo tan elemental como asumir que los instrumentos del autogobierno son ¨²tiles, aqu¨ª parece ser justo lo contrario.
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