Lo que Internet debe aprender de la radio
La utop¨ªa de un sistema de comunicaci¨®n sin restricciones no naci¨® en la era digital. Muchos inventos asociados a la comunicaci¨®n de masas lo intentaron antes de ser absorbidos por poderosos monopolios
Hubo una ¨¦poca en que la radio fue algo muy parecido a lo que hoy representa Internet. Para quienes nunca se lo imaginaron -o ya lo hab¨ªan olvidado-, Tim Wu, profesor de Derecho en la Universidad de Columbia, dedica The Master Switch: The Rise and Fall of Information Empires (2010) a recordar que la utop¨ªa de un sistema de comunicaci¨®n sin restricciones no es precisamente un descubrimiento de la era digital.
A comienzos del siglo XX muchas voces independientes (y algunas que califican de "marginales") vieron en la radio una posibilidad de hacerse o¨ªr sin intermediarios. El panorama parec¨ªa ilimitado, y un mont¨®n de gente "rara", desde predicadores hasta empresarios deportivos, pasando por todo el espectro de libertarios y "colgados" en los que Estados Unidos siempre ha sido pr¨®digo, fundaron numerosas estaciones radiales que alcanzaban a miles de oyentes. Aquella especie de locura comunicativa, muy parecida al esplendor de la blogosfera hace unos a?os, dio lugar a varias pol¨¦micas que pueden leerse como el primer antecedente de las comunidades virtuales: se debat¨ªa sobre c¨®mo aliviar los males de la sociedad, c¨®mo la gente ser¨ªa liberada, c¨®mo el discurso se elevar¨ªa y la distancia desaparecer¨ªa...
La Red debe regularse por un consenso sobre la libre informaci¨®n como soporte de las sociedades abiertas
La distribuci¨®n de contenidos por los gigantes de la industria es una tendencia consolidada
A finales de 1924 -nos cuenta Wu- los fabricantes norteamericanos hab¨ªan vendido m¨¢s de dos millones de aparatos de radio capaces de emitir una se?al local. Apenas unos a?os despu¨¦s "lo que era un medio abierto... estaba preparado para convertirse en un gran negocio, dominado por un monopolio radial; lo que fue anta?o una tecnolog¨ªa no regulada cay¨® bajo el estricto mando y control de una agencia federal".
En su entretenida historia de la tecnolog¨ªa de la comunicaci¨®n en Estados Unidos durante el siglo pasado Wu quiere mostrarnos c¨®mo muchos inventos asociados a los medios masivos tuvieron su fase de novedad revolucionaria antes de ser absorbidos por la industria en poderosos monopolios. Muchas empresas que hoy controlan el flujo de los contenidos y fabrican pol¨ªticas a partir del comercio tambi¨¦n fueron concebidas en su d¨ªa como canales accesibles y armas de la libre expresi¨®n. Pero el paso "del hobby de alguien a la industria de alguien" parece ser, en la versi¨®n de Wu, una ley m¨¢s ineluctable que la Divina Providencia. Y ah¨ª est¨¢n la RCA, AT&T, NBC, CBS, etc... para probarlo.
"Esta oscilaci¨®n de la industria de la informaci¨®n entre lo abierto y lo cerrado -explica Wu- es un fen¨®meno tan t¨ªpico que yo le he dado un nombre: el Ciclo. Y para entender por qu¨¦ eso ocurre debemos entender c¨®mo las industrias que trafican con la informaci¨®n son natural e hist¨®ricamente diferentes de aquellas basadas en otros productos".
La singularidad de la comunicaci¨®n como sector radicar¨ªa, seg¨²n Wu, justo en la falibilidad de la regulaci¨®n y la l¨®gica de los mercados que tienen que ver con ella. En pocas palabras, los fracasos en esta industria tienen consecuencias mucho peores que en otras. Por eso hace falta establecer un conjunto de principios en torno a la propiedad, la concentraci¨®n y estructura de tales medios, y que estos se regulen en gran medida por una "moral de la informaci¨®n", no por un solo organismo regulador o un ¨²nico estatuto, sino en ¨²ltima instancia por un consenso emergente sobre el valor de la libre informaci¨®n como soporte vital para las sociedades abiertas.
El libro de Wu se lee, por supuesto, en el contexto de la pol¨¦mica actual sobre la regulaci¨®n de Internet, su legitimidad y sus l¨ªmites. El autor es conocido por haber acu?ado en 2002 el t¨¦rmino "net neutrality", la noci¨®n de que los operadores no deben bloquear ni favorecer ciertos contenidos para que Internet siga siendo un sistema abierto en que cualquiera pueda conectarse y publicar, y donde el dinero y las reglas t¨¦cnicas no favorezcan nunca a un usuario contra otro, incluso si ese usuario es una corporaci¨®n poderosa con ilimitados recursos econ¨®micos.
Uno de los puntos fundamentales de su an¨¢lisis es la noci¨®n del "inter¨¦s p¨²blico" aplicada a las nuevas tecnolog¨ªas concebidas como "redes de transporte": "Desde el siglo XVII ha habido la fuerte sensaci¨®n de que las redes de transporte b¨¢sicas deben servir al inter¨¦s p¨²blico sin discriminaci¨®n" -dec¨ªa Wu en Slate, hace 5 a?os-. "Esto se debe a que mucho depende de ello: ellas catalizan industrias enteras, lo que significa que la discriminaci¨®n gratuita puede tener un 'efecto domin¨®' en toda la naci¨®n. Siguiendo esta l¨®gica, siempre y cuando usted piense que Internet es algo m¨¢s parecido a una carretera que un expendio de pollo frito, deber¨ªa ser neutral con respecto a lo que transporta".
En este gran debate sobre los sistemas de informaci¨®n Wu tambi¨¦n ha sido muy criticado. Los empresarios lo acusan de "proponer soluciones para problemas que no existen". Otros se burlan del agorero de una "Oscura Edad Digital de los Sistemas Cerrados". El Ciclo de las industrias poderosas trag¨¢ndose a las nuevas tecnolog¨ªas est¨¢ demasiado cerca de las predicciones semiapocal¨ªpticas de Lawrence Lessig y coloca en una posici¨®n dif¨ªcil a quienes han hecho de la tecnolog¨ªa el nuevo b¨¢lsamo de Fierabr¨¢s de las sociedades digitales.
Uno de los presupuestos que sostiene el entusiasmo casi incombustible generado por los "revolucionarios de Internet" es que esta vez la estructura tecnol¨®gica ha conseguido romper con esa especie de maldici¨®n o destino manifiesto, perfectamente condensada en la met¨¢fora del "conmutador principal " o "interruptor maestro" que define al Leviat¨¢n corporativo.
Para Wu, sin embargo, Silicon Valley no est¨¢ a salvo de la vieja tentaci¨®n y los peligros monopol¨ªsticos. Recientemente acus¨® a Apple de buscar reemplazar la "ca¨®tica libertad personal de los ordenadores personales" con "un nuevo r¨¦gimen de artefactos controlados" y de querer encarnar la idea plat¨®nica de la dictadura de los sabios como el mejor gobierno posible. Al mismo tiempo, Wu es capaz de sostener que "la pirater¨ªa ha sido una parte del desarrollo de las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n desde al menos 1890" o de parafrasear la advertencia de Schumpeter: cuidado con ese tipo especial de hombres que no est¨¢n motivados por el dinero o el confort, sino que buscan poder para fundar su reino privado. En pocas palabras, "the mogul makes the medium". Wu no es precisamente una voz neutral: sus ideas han fortalecido la agencia para la que trabaja, la Comisi¨®n Federal de Comercio de Estados Unidos, convirti¨¦ndola en "un contrapeso p¨²blico al poder privado".
No todo lo que parece "natural" es necesariamente inevitable, y adem¨¢s Internet ha sido dise?ado para resistir la integraci¨®n y el control centralizado. Sin embargo, los influyentes argumentos de The Master Switch han contribuido a moderar nuestro exceso de confianza en la tecnolog¨ªa. Es un hecho que la telefon¨ªa, la radio, la TV y el cine cambiaron nuestras vidas. Pero ?hasta qu¨¦ punto modificaron la naturaleza de nuestra existencia? ?Hasta qu¨¦ punto representaron un hito en la libertad de expresi¨®n? ?Consiguieron ampliar la democracia norteamericana a nivel de base, o acabaron absorbidas por la l¨®gica del Ciclo?
Tras muchas met¨¢foras pol¨ªticas que parecen remedos de Un mundo feliz de Huxley, Wu ha puesto sobre la mesa una serie de problemas reales. La distribuci¨®n de contenidos asociados a plataformas tecnol¨®gicas espec¨ªficas controladas por los gigantes de la industria parece una tendencia consolidada. En la nueva era, el periodismo tiene que afrontar que la gente prefiera la transparencia a la objetividad, como dictaminaba hace poco The Economist. Internet como el foro de libre expresi¨®n por excelencia, como ese lugar donde una persona con talento puede competir con un peri¨®dico importante, no parece hoy la tendencia en boga. Y todo esto sucede justo cuando la ONU acaba de incluir el acceso a la Red como parte de los Derechos Humanos. Este reconocimiento "oficial" de un instrumento fundamental de la libre expresi¨®n coincide con un momento de desencanto: al mismo tiempo que se consagra como derecho, es posible que Internet como modelo de libertad est¨¦ llegando a su fin.
Ernesto Hern¨¢ndez Busto es ensayista (premio Casa de Am¨¦rica 2004). Desde 2006 edita el blog de asuntos cubanos PenultimosDias.com
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