Chupinazo sin guiris
El efecto mariposa es lo que tiene. Una ma?ana, Ernest Hemingway visita Pamplona y, 70 a?os despu¨¦s, una pandilla de australianos hace cola para abrirse la cabeza saltando desde lo alto de una fuente. A Vitoria no vino Hemingway y eso nos salv¨® de pertenecer al selecto Club de la Farra Internacional y su reguero de dinero y cuota en los telediarios. Ahora, en cambio, la correcci¨®n pol¨ªtica obliga a Vitoria a buscar un lugar en el mundo, a salir a la autopista a la caza de los turistas que van de la Rioja a Bilbao sin pasar por nuestra casilla. Y, a falta de Hemingway, hemos intentado con fracaso reincidente dar trabajo a un arquitecto de relumbr¨®n y, al final, tras mucho insistir, convencimos a Ken Follet para que mencionara en sus famosos pilares a nuestra Catedral Vieja y nos permitiera por fin colarnos a empujones en alguno de los renglones perdidos de la Lonely Planet.
La jarana mundial a¨²n no sabe que existe un para¨ªso virgen de la juerga
Gota a gota, los primeros exploradores del turismo de masas han oteado Vitoria y son el preludio de otros que les seguir¨¢n. Y la ciudad les invita al Casco Viejo que ahora llamamos almendra medieval; lo de "viejo" suena a camisa deshilachada. Hemos abierto bares modernos donde las ca?as se tiran como en Madrid y la m¨²sica se pincha como en Barcelona.
Pero el caso es que a Vitoria no vienen autobuses de guiris a emborracharse y por eso el Chupinazo es especial, porque pese al tes¨®n de los promotores de turismo por intentar que Canal Viajar nos ceda 15 minutos de fama, las huestes mochileras de la jarana mundial todav¨ªa no saben que en Vitoria el 4 de agosto a las seis de la tarde decenas de miles de personas saltan, cantan y beben mientras ven bajar a Celed¨®n de los cielos. Que descorchan botellas de cava y se empapan de agua. Que besan a desconocidos y que la noche se les hace de d¨ªa. Todav¨ªa no saben que existe un para¨ªso virgen de la juerga. Y todav¨ªa estamos a salvo, pero no ser¨¢ por mucho tiempo. Aunque, bien pensado, quiz¨¢s lo mejor sea que desembarquen ya en la ciudad y lleguemos a un acuerdo: nosotros les daremos vino y ellos nos ense?ar¨¢n a hablar en ingl¨¦s de una santa vez.
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