Sesgado canon del jazz
Reunir las mejores interpretaciones en la historia del jazz constituye una leg¨ªtima aspiraci¨®n que el aficionado viene procurando satisfacer de acuerdo con sus posibilidades y conocimiento de la materia. En realidad, cualquiera puede hacerlo en su propia casa. Por la red de redes circulan numerosas listas de "los cien mejores temas de jazz", algunas altamente pintorescas. Comparadas con la mayor¨ªa de ¨¦stas, la antolog¨ªa en seis ced¨¦s del Instituto Smithsoniano de Washington resulta un punto m¨¢s fiable por venir de donde viene y estar avalada por un comit¨¦ de expertos seleccionado para la ocasi¨®n. Se nos dice que las 111 interpretaciones seleccionadas entre 1917 y 2003 son el fruto de un intenso debate de cuyo detalle se da cuenta en el libro que acompa?a la edici¨®n, por si alguien lo dudaba. Un debate, se nos aclara, que ha sido ajeno a los intereses de las marcas, algo que resulta de una obviedad insultante desde el punto de vista europeo, pero no tanto teniendo en cuenta el pa¨ªs de origen de la edici¨®n. Si acaso, la presente antolog¨ªa aparece como un auto de afirmaci¨®n de la "americanidad" del jazz, la "gran invenci¨®n musical americana", seg¨²n se insiste machaconamente en el texto, en unos tiempos en que los jazzistas de Europa, Asia y Latinoam¨¦rica se disputan la primac¨ªa con sus colegas norteamericanos por los puestos de vanguardia.
Si Europa es una potencia de primer orden en cuanto tiene que ver con la m¨²sica de jazz, su contribuci¨®n en la presente antolog¨ªa se ve limitada a un ¨²nico desconcertante corte final, protagonizado por el trompetista polaco Tomasz Stanko. Antes que ¨¦l, ¨²nicamente, los inevitables Django Reindhart y Stephane Grappelli con el Quinteto del Hot-Club de Francia, y el tambi¨¦n franc¨¦s Martial Solal, al que puede escucharse en un excelente pero escasamente representativo corte, junto al saxofonista Johnny Griffin. Un balance tan magro como pol¨ªticamente correcto, tanto m¨¢s sospechoso cuanto que detr¨¢s del asunto se esconde el no disimulado deseo por parte de los padres de la criatura de actualizar el canon de referencia que estableciera Martin Williams en 1973, con la primera y muy pol¨¦mica edici¨®n de la antolog¨ªa. Un canon que han seguido muchos de quienes escriben sobre jazz a costa de hacer o¨ªdos sordos a la opini¨®n de los propios m¨²sicos. Al fin y al cabo, todos los aficionados tenemos nuestra propia selecci¨®n en la cabeza y ni la de Williams ni ninguna otra podr¨¢n colmar nunca nuestras expectativas. Contando con ello, hay momentos en que resulta arduo adentrarse en las razones que han movido a los responsables del asunto. As¨ª, a las clamorosas ausencias de Benny Carter, Carmen McRae, Eric Dolphy o Don Cherry se unen otras presencias dif¨ªcilmente justificables. Por extensi¨®n, limitar la aportaci¨®n de un gigante del jazz como Lee Konitz a su participaci¨®n en la orquesta Birth of the Cool resulta, sencillamente, ofensivo. Si a uno se le hace dif¨ªcil concebir una selecci¨®n de las mejores grabaciones de la historia en la que no est¨¦n incluidas Diminuendo and crescendo in blue, de Duke Ellington, o Round Midnight, de Thelonious Monk, no es menos cierto que, con lo que hay, el oyente tiene suficientes obras maestras para satisfacer su apetito de jazz durante una temporada larga. El balance, en su conjunto, resulta positivo: estamos sin duda ante la mejor puerta de embarque para todo aquel que pretenda adentrarse en las procelosas aguas del jazz, su historia y sus grabaciones de referencia.
Jazz: the Smithsonian Anthology. Editado por Smithsonian Folkways Recordings (Karonte).
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