A paso de cebra
El primer cruce de peatones se situ¨® en la intersecci¨®n de Balmes y Proven?a en 1929
De ni?o fui testigo involuntario de un accidente de tr¨¢fico con consecuencias letales para un se?or, que qued¨® muerto a escasos metros de donde yo me encontraba. El incidente se produjo en la Via Laietana, a la altura de la calle de la Argenteria. Ya entonces, el cruce se hallaba regulado por un sem¨¢foro -que la v¨ªctima ignor¨®- y por un paso de cebra. Hac¨ªa poco que se ve¨ªan estas se?ales pintadas en la ciudad y a¨²n despertaban encendidas pol¨¦micas. Recuerdo a los transe¨²ntes arremolinados en la acera, discutiendo entre ellos sobre qui¨¦n ten¨ªa preferencia -si el atropellado o su atropellador-, con esa falta total de prisa hoy impensable en nuestras calles.
La pregunta sobre los l¨ªmites de la circulaci¨®n pedestre es tan antigua como la aparici¨®n de los autom¨®viles. Hasta las primeras d¨¦cadas del siglo XX, la gente acostumbraba a pasar sin mirar, por cualquier sitio y sin ninguna precauci¨®n. Pero a medida que crec¨ªa el parque de veh¨ªculos a motor tambi¨¦n aumentaba en paralelo el n¨²mero de accidentes y atropellos.
El formato de un camino de anchas bandas del mismo grosor lleg¨® en 1963, pintado de amarillo
En la Transici¨®n fue motivo de reivindicaci¨®n vecinal para muchos enclaves peligrosos
Ante el peligro que eso supon¨ªa, en 1927 se hizo un primer intento regulador. Ese a?o se dictaron unas ordenanzas pioneras que obligaban a los peatones a caminar por la acera y a cruzar la calzada "en l¨ªnea recta y con precauci¨®n". En aquellos a?os, del tr¨¢fico se encargaba un astuto ingeniero municipal llamado Jaume Vachier, al que la ciudad le debe urgentemente la dedicatoria de una calle, plaza o avenida. ?l introdujo los sem¨¢foros, las tarifas unificadas del transporte p¨²blico y el dise?o con los colores negro y amarillo que a¨²n identifica a los taxis de Barcelona, as¨ª como los pasos de peatones, a partir de ese momento se?alizados en los cruces sin sem¨¢foro con dos rayas paralelas pintadas en el pavimento.
El 14 de enero de 1929 se inauguraba el primero, en la intersecci¨®n de las calles de Balmes y Proven?a, novedad que pronto se reprodujo en el cruce entre el Portal de l'?ngel y la calle de Fontanella, a lo largo de La Rambla y entre las anchas calzadas del Eixample. La prensa de la ¨¦poca le dedic¨® al tema innumerables art¨ªculos. Llegaron a producirse peleas entre los guardias y los transe¨²ntes, incluso arrestos. Muchos ciudadanos se resist¨ªan vehementemente a someterse a unas normas para caminar, aduciendo que hab¨ªan pasado siglos circulando sin necesitarlas. En 1930, mientras el Ayuntamiento afirmaba haber reducido los siniestros, los peri¨®dicos se preguntaban: "?Qui¨¦n transita por las franjas fijadas para paso de los peatones?". A lo que ellos mismos se respond¨ªan: "Nadie, o casi nadie".
Tras el caos que supuso para el tr¨¢fico la revoluci¨®n libertaria de 1936 -que consideraba autoritaria cualquier restricci¨®n- y los tres a?os de guerra, el franquismo opt¨® por no tocar nada. Pero en 1951 aparecen en Inglaterra unas nuevas se?ales: los pasos de cebra. Se trataba de un camino marcado por anchas bandas de id¨¦ntico grosor, que marcaba el l¨ªmite de frenado para los coches y el lugar espec¨ªfico para que el peat¨®n cruzase hasta la otra acera. Poco dado a novedades, el r¨¦gimen tard¨® 11 a?os en incorporarlos. Y cuando lo hizo volvi¨® a provocar la misma pol¨¦mica que hab¨ªan desatado los pasos de peatones en 1929. Ahora se obligaba al transe¨²nte a mirar a derecha e izquierda antes de cruzarlos, y a circular con rapidez por encima de ellos. Parad¨®jicamente, s¨®lo exist¨ªan sobre el papel; en realidad, no hab¨ªa presupuesto para pintura. Hasta 1963 no aparecieron sobre el cemento las famosas rayas, en un principio pintadas de amarillo. S¨®lo un a?o m¨¢s tarde las quejas ya apuntaban a la mala calidad de la pintura empleada; los conductores exig¨ªan se?ales verticales que avisasen de su presencia y el Ayuntamiento lleg¨® a estudiar la publicaci¨®n de una gu¨ªa para su correcto uso.
Con el tiempo, todo el mundo fue acostumbr¨¢ndose a la nueva se?al, a medida que se probaba su eficacia. Se cambi¨® el amarillo por el blanco, y en la Transici¨®n fue motivo de reivindicaci¨®n vecinal en muchos cruces peligrosos. La tasa de accidentes descendi¨®, pero no desapareci¨®. Hace un par de a?os, en muchos pasos para peatones se inscribi¨® la siguiente advertencia: "En Barcelona, uno de cada tres muertos en accidentes de tr¨¢fico iba a pie. Atenci¨®n, todos somos peatones". Para m¨ª, ese cruce de la Via Laietana siempre tendr¨¢ rostro de se?or con bigote sobre un charco de sangre, en medio de un paso de cebra.
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