El noble y dulce toro amigo
La corrida fue francamente divertida. Se cortaron cinco orejas y El Juli y Perera salieron a hombros de la plaza. El generoso y festivo p¨²blico onubense se lo pas¨® en grande. No en vano hicieron el pase¨ªllo tres de las m¨¢s reconocidas figuras actuales, toreros j¨®venes, maduros, en saz¨®n, que copan el inter¨¦s de los espectadores; y los tres, que mandan y mucho en los despachos, eligieron una divisa de garant¨ªas, N¨²?ez del Cuvillo, que est¨¢ en boca de todos los taurinos por su nobleza.
Y a fe que los toros hicieron honor a su merecida buena fama: muy bonitos de hechuras, recogidos de pitones, de comportamiento nobil¨ªsimo, y embestida dulzona y templada. Ese es el toro que se deja torear, el que permite que su oponente est¨¦ delante confiado y seguro. El toro amigo tan deseado por los toreros actuales, ese que plantea muy escasas complicaciones y colabora el triunfo facil¨®n con el que hoy se conforman los p¨²blicos. Ese toro amigo no est¨¢ hecho para la lidia, sino para la caricia. Tanto es as¨ª, que el tercio de varas fue, una tarde m¨¢s, una pura y vergonzante caricatura. (Que se tienen la ropa los picadores porque est¨¢n a un repique de endosar las listas del paro). A lo que ¨ªbamos: todos los toreros no saben acariciar como se debe, y ah¨ª surgen las complicaciones. Se dan muchos pases, las faenas se hacen interminables, pero en escasas ocasiones surge la chispa, el pellizco y la calidad. Ese es el problema del toreo actual: se ha criado un toro para el arte y todos los que se visten de luces no son artistas. Cuentan, sin embargo, con el benepl¨¢cito de los que pagan, que son los clientes menos exigentes de la historia del toreo.
CUVILLO/EL JULI, PERERA, TALAVANTE
Toros de N¨²?ez del Cuvillo, -el sexto, devuelto- aceptablemente presentados, nobles, con clase; al segundo se le dio la vuelta al ruedo. Sobrero de Jos¨¦ Luis Pereda, muy descastado.
El Juli: estocada trasera _aviso_ (dos orejas); estocada (ovaci¨®n).
Miguel Angel Perera: estocada baja (dos orejas); pinchazo y estocada (ovaci¨®n).
Alejandro Talavante: estocada _aviso_ (oreja); pinchazo, media y un descabello (palmas).
Plaza de Huelva. 6 de agosto. Feria de las Colombinas. M¨¢s de tres cuartos de plaza.
El toro de hoy no est¨¢ hecho para la lidia, sino para la caricia
Pero la corrida fue divertida. Los m¨²sicos tuvieron trabajo extra y las palmas echaban humo. Otra cosa es que el espect¨¢culo alcanzara la vitola de apoteosis. Hasta tanto no se lleg¨®.
Nadie duda a estas alturas de la capacidad de ese se?or que aprendi¨® a torear antes que a andar y que se llama Juli¨¢n L¨®pez El Juli. Es de una suficiencia aplastante, su dominio es apabullante y conoce a la perfecci¨®n los resortes para embaucar a los tendidos. Y todo ello lo demostr¨® ante su primero, un toro noble, codicioso, de repetidora embestida, con el que se luci¨®, primero, con un quite por chicuelinas elegantes y ce?idas. Lo mulete¨® con claridad por ambas manos, aunque a toda su labor le falt¨® la hondura que exig¨ªa la calidad del animal. Como no se puede negar su disposici¨®n y buen hacer, le concedieron dos orejas que pase¨® entre la algarab¨ªa general. Menos suerte tuvo con el cuarto; quiere decirse que no fue tan colaborador como el anterior, El Juli mostr¨® su decepci¨®n despu¨¦s de intentos bald¨ªos que no llegaron a buen puerto.
Mejor suerte, si cabe, tuvo Miguel ?ngel Perera, con el segundo de la tarde, un toro de bonita planta al que recibi¨® con unas pl¨¢sticas ver¨®nicas a pies juntos que combin¨® con unas limpias y vistosas gaoneras. Apret¨® y persigui¨® el animal en banderillas, y lleg¨® a la muleta con una clase excepcional, con ritmo y la acometividad necesaria para el triunfo gordo. Y as¨ª sucedi¨®. Inici¨® Perera la faena en el centro del anillo con un pase cambiado por la espalda que repiti¨® hasta en cuatro ocasiones sin mover las zapatillas. Cuando cerr¨® la tanda, la plaza herv¨ªa de emoci¨®n y parec¨ªa que se ven¨ªa abajo. Comenz¨® entonces el lucimiento del toro, repetidor incansable, bien acompa?ado por un toreo en estado de gracia que, sin embargo, equivoc¨® en ocasiones los terrenos, ahog¨® la embestida del animal, y luci¨® menos de lo que la ocasi¨®n merec¨ªa. A pesar de ello, qued¨® constancia de un torero en plena forma y de un toro excepcional al que se le dio la vuelta al ruedo. Nobil¨ªsimo result¨® el quinto, de esos que exigen caricias especiales, y la labor de Perera careci¨® de la hondura exigible; quiz¨¢ por eso, el toro se cans¨® de embestir, se raj¨® y huy¨® hacia la querencia de toriles.
Cuando se llevaban cortadas cuatro orejas sali¨® el tercero y cambi¨® el panorama. Ese desarroll¨® genio y puso en apuros a Talavante, que resolvi¨® la papeleta con dignidad y recursos, pero alejado del brillo de sus compa?eros.
Pasaban las diez de la noche cuando el sexto se parti¨® un pit¨®n y fue devuelto. Para entonces estaba claro que la corrida se hab¨ªa venido abajo en la segunda parte, m¨¢s descastada y sombr¨ªa que la primera. El sobrero no demostr¨® la alegr¨ªa inicial de sus compa?eros de destino, y lleg¨® al tercio final con muy pocas ganas de poner un brillante colof¨®n a su vida. Sencillamente, decidi¨® no embestir, y Talavante abrevi¨® como manda la l¨®gica.
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