Al pie de los mercados
Los dos bloques econ¨®micos m¨¢s importantes del mundo han concluido la semana con severas amenazas a la inestabilidad financiera y, desde luego, con el m¨¢s explicito grado de subordinaci¨®n a dictado de unos mercados financieros cuya formaci¨®n de precios sigue lejos de las m¨¢s exigentes hip¨®tesis de eficiencia. A la hist¨®rica degradaci¨®n de la calidad crediticia del Gobierno de los Estados Unidos por la agencia Standard & Poor's le precedi¨® un intenso ataque a la uni¨®n monetaria de Europa, bajo la forma del m¨¢s pronunciado desplome en el precio de los t¨ªtulos de deuda publica de algunas de sus econom¨ªas desde antes incluso de que naciera la moneda ¨²nica. El an¨¢lisis de ambos episodios no puede realizarse con instrumentos exclusivamente econ¨®micos. Es la pol¨ªtica, la calidad de los Gobiernos y de las instituciones, la que, en mucha mayor medida que la pol¨ªtica econ¨®mica convencional, se encuentra hoy en juego.
Los mercados penalizan la ausencia de autoridad central, la incapacidad de coordinaci¨®n
Las instituciones comunitarias tampoco est¨¢n mostrando sus mejores capacidades
La pasividad m¨¢s inquietante es quiz¨¢s la que exhibe el principal partido de la oposici¨®n
La hora actual demanda respuestas pol¨ªticas, de fortalecimiento institucional
Para entender esa naturaleza esencialmente pol¨ªtica del problema, y las respuestas que el mismo reclama, es conveniente observar las diferentes reacciones que los inversores en bonos p¨²blicos han generado ante el deterioro de las finanzas p¨²blicas a uno y otro lado del Atl¨¢ntico.
La gravedad del escenario que se abr¨ªa con el desencuentro entre republicanos y dem¨®cratas en EE UU acerca de la elevaci¨®n del nivel de deuda p¨²blica era mucho mayor que el asociado al aumento del d¨¦ficit y deuda publica en algunas de las econom¨ªas de la eurozona. Sin embargo, los mercados no penalizaron la cotizaci¨®n de los t¨ªtulos de deuda p¨²blica estadounidense en la magnitud con que lo hicieron con los de Italia o Espa?a. La eurozona en su conjunto y el promedio de las econom¨ªas m¨¢s penalizadas desde hace m¨¢s de un a?o por esos mercados de bonos tienen un d¨¦ficit y una deuda p¨²blica inferior a los de EE UU. Sin embargo, nadie parece inquietarse por la prima de riesgo estadounidense. A ning¨²n inversor, por elevada que sea su aversi¨®n al riesgo en los momentos actuales, parece preocuparle excesivamente el riesgo de solvencia de la administraci¨®n americana, al menos tanto como el de algunas econom¨ªas de la eurozona hoy m¨¢s amenazadas. Al menos eso rezan los precios de los bonos soberanos.
Una de las razones de ese desigual tratamiento deriva de la particular organizaci¨®n pol¨ªtica de la eurozona: de esa asimetr¨ªa entre una integraci¨®n monetaria completa y una integraci¨®n econ¨®mica y pol¨ªtica parcial. Se trata de esa suerte de pecado original con que naci¨® el ambicioso proyecto de ingenier¨ªa pol¨ªtica que fue la unificaci¨®n monetaria europea de 1999. Los mercados financieros penalizan la ausencia de autoridad central, la incapacidad de coordinaci¨®n para hacer frente a problemas de suficiencia presupuestaria. No favorecen precisamente la ausencia de integraci¨®n fiscal en una uni¨®n monetaria.
Los inversores en los mercados de bonos cotizan adversamente, tambi¨¦n desde hace a?o y medio, el muy apreciable deterioro en la calidad y capacidad de los Gobiernos nacionales y de las instituciones comunitarias. No se trata solo de que est¨¦n enfrentadas las posiciones que mantienen los Gobiernos del Eurogrupo sobre las soluciones a la crisis, como de la debilidad de esos Gobiernos. Cuando no se trata de la interinidad marcada por la proximidad de convocatorias electorales, es la fragilidad de las coaliciones que sustentan a esos Gobiernos las que acent¨²an su precariedad.
Las instituciones comunitarias tampoco est¨¢n exhibiendo sus mejores capacidades. La Comisi¨®n, el Eurogrupo o el Banco Central Europeo (BCE) no est¨¢n desplegando las habilidades que en un momento como el actual seria necesario. La instituci¨®n funcionalmente m¨¢s pr¨®xima a esta crisis, el BCE, ha vuelto esta semana a exhibir torpeza y confusi¨®n suficientes como para obligar a huir a los m¨¢s proeuropeos de los inversores en bonos. Como ya ocurriera con sus decisiones sobre los tipos de inter¨¦s, el BCE demuestra, sencillamente, estar equivocado. Pero adem¨¢s lo hace con el convencimiento de quien cree que posee dosis de informaci¨®n que el com¨²n de los mortales no conoce. Los mercados castigan esa torpeza como ya lo hicieran con ocasi¨®n de aquella elevaci¨®n de tipos de inter¨¦s, en el oto?o de 2008, poco antes de que la recesi¨®n completara su presencia en todo el mundo, pero en mayor medida en la eurozona.
La demora en concretar la aplicaci¨®n de las decisiones sobre la extensi¨®n funcional de la Facilidad Europea de Estabilizaci¨®n Financiera (FEEF), forma parte igualmente de esa insuficiente capacidad pol¨ªtica para al menos neutralizar algunos de los efectos m¨¢s severos de la crisis.
Consideraciones pol¨ªticas son las que tambi¨¦n merece la lectura de la tan dilatada como severa particularizaci¨®n de la crisis en Espa?a. Nuestras finanzas p¨²blicas no son precisamente las m¨¢s erosionadas de la OCDE. Todas las instituciones, desde el FMI a la Comisi¨®n Europea valoran positivamente las decisiones de reducci¨®n de gastos p¨²blicos de todo tipo para contener el d¨¦ficit estructural.
Al Gobierno todav¨ªa en ejercicio no se le puede acusar precisamente de pasividad, sino quiz¨¢s de excesivo nerviosismo e inquietud por agradar a unos mercados financieros muy lejos de la eficiencia en su capacidad de escrutinio y en sus veredictos en forma de cotizaciones. Desde el nueve de mayo del a?o pasado el Gobierno espa?ol es uno de los que de forma m¨¢s explicita ha reducido en mayor medida la capacidad de maniobra de las pol¨ªticas econ¨®micas, aun a costa de contraer el ya muy an¨¦mico crecimiento econ¨®mico. A esas r¨¢pidas decisiones de ajuste presupuestario acompa?aron no menos precipitadas de reforma del subsector de cajas de ahorros y algunas tambi¨¦n de reforma en otros mercados. Hoy por hoy, sin embargo, la econom¨ªa apenas crece. Y sin crecimiento econ¨®mico, recordemos, no se pagan las deudas, no solo las de naturaleza p¨²blica, sino las m¨¢s abultadas e inquietantes del sector privado.
La pasividad m¨¢s inquietante es quiz¨¢s la que exhibe el principal partido de la oposici¨®n. A los inversores de todo el mundo llama la atenci¨®n, no solo la ausencia de alternativas concretas de pol¨ªtica econ¨®mica (nada f¨¢ciles, es verdad, a tenor de la naturaleza fundamentalmente paneuropea de la crisis), sino quiz¨¢s lo m¨¢s relevante, la ausencia de iniciativa y colaboraci¨®n suficientes para alcanzar un consenso en materia de finanzas p¨²blicas. Sin menoscabar la leg¨ªtima cr¨ªtica al Gobierno y la exhibici¨®n de alternativas de conducci¨®n de la pol¨ªtica econ¨®mica, un consenso m¨ªnimo en materia de finanzas auton¨®micas y de saneamiento y reestructuraci¨®n del subsector de cajas de ahorros ayudar¨ªa a suavizar los costes de financiaci¨®n p¨²blica y privada.
Claro que las finanzas p¨²blicas de todas las econom¨ªas de la eurozona deber¨¢n conducirse por la senda de la estabilidad. Pero la hora actual demanda respuestas pol¨ªticas, de fortalecimiento institucional y de la din¨¢mica de integraci¨®n europea, en primer lugar. Pero tambi¨¦n de acuerdo de m¨ªnimos en el seno de los pa¨ªses. De lo contrario, los estados seguir¨¢n al pie de los mercados, con bastante independencia de quien ocupe los Gobiernos.
Emilio Ontiveros es presidente de Analistas Financieros Internacionales (AFI).
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