Verano caliente
Como si la temperatura no bastara, los acontecimientos del verano han subido el calor europeo. El caso de Rupert Murdoch y su imperio period¨ªstico, ante todo. Como William Randolph Hearst en el pasado, como el Ciudadano Kane en la pel¨ªcula de Orson Welles, Murdoch control¨® centenares de publicaciones y m¨¢s de 50.000 empleados. Su poder se extendi¨® de Australia a Estados Unidos y al Reino Unido. Su m¨¦todo consisti¨® en ser "el primero con las ¨²ltimas". Para ganar la noticia, interven¨ªa tel¨¦fonos, correspondencia, conversaciones. Lo auxiliaba su equipo -?su pandilla, su gang?- de ejecutores. Notables entre todos, Rebekah Brooks con su enorme corona de rizos rojos. Fue ella quien amenaz¨® a Gordon Brown -que entonces era canciller del Exchequer, ministro del Tesoro- con revelar la enfermedad de su hijo. A pesar de los pesares, Murdoch, Brooks y sus asociados invitaban y eran invitados por los poderes pol¨ªticos. ?Qu¨¦ importaba que Murdoch entrase al n¨²mero 10 de Downing Street -residencia y oficina del primer ministro- por la puerta de atr¨¢s? Lo importante es lo que, tras la visita de Murdoch, dec¨ªa el primer ministro en la puerta delantera.
El 'caso Murdoch' revela la complicidad entre poder y dinero, la fragilidad de la democracia brit¨¢nica
Breivik es parte de la extrema derecha europea. Comparte el contagioso ideario de los neofascistas
Un ejemplo claro es el del saltimbanqui pol¨ªtico, Tony Blair. Murdoch le hab¨ªa negado apoyo al Partido Laborista. Blair se lo dio a Murdoch cambiando radicalmente de pol¨ªticas para favorecer al magnate, cuyas filiaciones ideol¨®gicas eran por dem¨¢s contradictorias. Apoyaba al Singapur del desaparecido d¨¦spota Lee Kuang Yew como "democracia perfecta". E imped¨ªa toda cr¨ªtica al r¨¦gimen dictatorial de Pek¨ªn. Pero condenaba a Barack Obama y a los dem¨®cratas norteamericanos como "comunistas", a trav¨¦s de su troglodita cadena de televisi¨®n, Fox News y, en menor grado, gracias a su se?or¨ªo sobre The Wall Street Journal. Y si este c¨ªrculo de poderes no bastaba, all¨ª estaba su mujer asi¨¢tica, Wendi Deng, campeona de k¨¢rate y defensora f¨ªsica de su marido, como demostr¨® golpeando al agresor que le arroj¨® a Murdoch un pastel de crema de afeitar en la audiencia de la C¨¢mara de los Comunes.
La C¨¢mara recuperaba con la audiencia a los Murdoch parte de su reputaci¨®n, maltrecha despu¨¦s de la reciente revelaci¨®n de los turbios negocios inmobiliarios de algunos respetables miembros del Parlamento. Todo ello -Murdoch, el Parlamento, la prensa vespertina- muestra las fragilidades de la democracia brit¨¢nica, digna de todo respeto y admiraci¨®n mundiales, y de su casa real, que no escap¨® a las ilegales escuchas telef¨®nicas de Murdoch y su pandilla.
"Es la mayor lecci¨®n de humildad de mi vida", dijo Murdoch al principio de la audiencia, interrumpiendo a su hijo James, encargado de dar la versi¨®n repetitiva, tediosa de la defensa mur-dochiana, pronto desinflada por el renovado vigor de los parlamentarios y por las renuncias de los m¨¢s altos funcionarios de la polic¨ªa metropolitana, Scotland Yard.
El caso Murdoch revel¨® las complicidades del poder con el dinero y aun las excepciones a este trato c¨®mplice. Gordon Brown disculpa la intrusi¨®n falaz en su vida privada y Tony Blair se revela, una vez m¨¢s, como un oportunista sin escr¨²pulos: ?qu¨¦ decir del actual primer ministro, David Cameron, que nombr¨® como asesor de prensa a Andy Coulson, conocido ya como "mat¨®n" del equipo de Murdoch y al cual Cameron decidi¨®, para su eventual pesar, darle una "segunda oportunidad" en Downing Street? Coulson tuvo que dimitir y fue detenido y Cameron ofrece l¨¢nguidas excusas al Parlamento. Quien ha crecido visiblemente es el jefe de la oposici¨®n laborista, Ed Miliband, largo tiempo considerado solo el hermano menor de David Miliband, jefe de la Foreign Office con Brown. El caso Murdoch le ha dado a Ed Miliband la oportunidad de crecer en el liderazgo laborista y en la opini¨®n nacional: ha salido de la sombra a ofrecer una opci¨®n de izquierda viable al desacreditado conservadurismo de Cameron y resquebraja la alianza oportunista de conservadores y dem¨®cratas liberales. ?Qu¨¦ har¨¢ el impasible l¨ªder de estos, Nick Clegg?
Los sucesos brit¨¢nicos ponen en jaque a la derecha tory y los sucesos noruegos a la extrema derecha que personifica el asesino Anders Behring Breivik. A los "finlandeses aut¨¦nticos" (19,1% del voto en Finlandia). Al partido del pueblo en Dinamarca (13,8%). Al Partido de la Libertad en los Pa¨ªses Bajos (15,5%). Al Partido de la Libertad en Austria (17,5%). Al Partido Jobbik en Hungr¨ªa (16,7%). A la Liga Norte en Italia (8,3%). Y al Frente Nacional de Le Pen en Francia (4,3%).
No quiero decir que estos partidos sean terroristas. Solo indica que Breivik era parte de la extrema derecha europea y que compart¨ªa, b¨¢sicamente, el contagioso ideario de los neofascistas. Los llamo as¨ª porque la doctrina de buena parte de sus partidarios es racista, xen¨®foba y autoritaria. Hablo de contagio porque dirigentes como Angela Merkel, Nicolas Sarkozy, Silvio Berlusconi y David Cameron empiezan a hablar en contra del "multiculturalismo" y la presencia de musulmanes, sus mujeres veladas, su sagrado Cor¨¢n, su excentricidad, en suma, como impl¨ªcitas amenazas a la integridad nacional y, aun, europea.
El extremismo de derecha se parece en una cosa al extremismo de izquierda: ambos requieren m¨¢rtires. Lo fueron los fan¨¢ticos suicidas de las Torres Gemelas. Lo es el fan¨¢tico noruego Breivik. La diferencia, claro, es que los extremistas de izquierda tienden a actuar internacionalmente y los de derecha, localmente. John F. Kennedy, Anwar el Sadat e Isaac Rabin fueron abatidos por asesinos "locales". Los sangrientos hechos de las universidades de Virginia, Tejas y Columbine, fueron obra de criminales norteamericanos, como lo era el m¨¢s asesino de todos, Timothy Mcveigh, en Oklahoma City.
La publicidad que, con raz¨®n, se le ha dado al terrorismo de izquierda no admite que olvidemos el paralelo terrorismo de derecha. Ambos han sido factores para el descr¨¦dito creciente de los Gobiernos y los partidos pol¨ªticos en la Europa actual, que adem¨¢s pasa por su peor crisis econ¨®mica en muchos a?os. Acaso esta desconfianza otorgue presencia creciente a grupos como los "indignados" espa?oles. Veremos qu¨¦ reacci¨®n provocan las manifestaciones del Retiro y la Puerta del Sol en las dos formaciones pol¨ªticas dominantes en Espa?a. Mi apuesta es que el llamado Partido Popular (en realidad, Partido Conservador) reaccionar¨¢ menos que el Partido Socialista, ahora encabezado por un hombre de gran inteligencia y capacidad, Alfredo P¨¦rez Rubalcaba. Los indignados espa?oles pronto se ver¨¢n acompa?ados por los indignados italianos, franceses, brit¨¢nicos y escandinavos.
Cuando en 1968, a?o crucial, se juntaron el Mayo Parisino, la Primavera de Praga y la muerte en Tlatelolco, muchos pensaron que eran hechos aislados, sin consecuencia, agotados en s¨ª mismos. Lo cierto es que, con el tiempo, 1968 condujo a Fran?ois Mitterrand, y la elecci¨®n de los socialistas en Francia, al fin del yugo sovi¨¦tico y la democracia en Checoslovaquia y al fin de la legitimidad revolucionaria de los Gobiernos de M¨¦xico.
?Y qu¨¦ consecuencia, a corto y a largo plazo, tendr¨¢n los eventos de este caliente verano europeo?
Carlos Fuentes es escritor mexicano. La pasada semana recibi¨® el nuevo premio Formentor por el conjunto de su obra.
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