Fiestas s¨ª, pero no
Como a todo en Vitoria, tambi¨¦n a las fiestas de la Virgen Blanca les han salido detractores. Todav¨ªa no se ha conformado una plataforma, pero todo se andar¨¢, que voluntarios no faltan y llevar la contraria siempre ha estado bien visto en la ciudad. Poner pegas es todo un deporte local. Una tradici¨®n. Con raz¨®n o sin ella, en Vitoria sabemos decir no con estilo.
A las fiestas de Vitoria les lanzan dardos desde todos los costados. Para algunos es una fiesta demasiado religiosa, con tanto fervor cat¨®lico y obispo de por medio. Para otros, peca de pagana, con su carrusel de borracheras irreverentes. A los vecinos del centro de la ciudad les gustar¨ªa que exiliaran las fiestas a otra parte, antes que exiliarse ellos mismos. En los barrios, sin embargo, hay quien se lamenta del insistente fiestocentrismo del gobernante de turno. Luego est¨¢n los que se quejan del aumento de la inflaci¨®n farrera, con ca?as a tres euros que parecen zuritos. Y los hay m¨¢s clasistas, los que en semejante despiporre popular intuyen una insurrecci¨®n inminente. Les da miedo el desenfreno de masas y se refugian en sus garitos bien encerados.
En Vitoria poner pegas es todo un deporte local. Una tradici¨®n.
Est¨¢n los que no soportan que al buen humor haya que ponerle calendario fijo. Como en la Nochebuena o los cumplea?os, la felicidad obligatoria tambi¨¦n tiene desertores. Y que no se nos olviden los antitaurinos. Y los que consideran que las fiestas son demasiado espa?olas. O los que dicen que son demasiado vascas. Y, por cierto, hay un apartado especial para los que no soportan a los blusas. Les sacan cantares por sus piropos pasados de tono y ese caminar kalimotxero que les caracteriza. Y al final de la cola, quedan los que han forjado su personalidad en ir a la contra. Estos ¨²ltimos no tienen razones aparentes para fustigar a las fiestas. Son los quejosos, los llorones a los que nunca les sacia el men¨² del d¨ªa y ven atascos en cada esquina.
As¨ª es Vitoria. Como esa discusi¨®n divertida que se prolonga en la madrugada y que no arregla al mundo. Una discusi¨®n bronca a ratos, pero siempre noble. Como solo saben discutir los buenos amigos.
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