Medianoche en la Edad de Bronce
Campo Lameiro plantea un viaje nocturno de 4.000 a?os por sus petroglifos
"?Bienvenidos a la Edad de Bronce!", clama el gu¨ªa del parque arqueol¨®gico de Campo Lameiro. Lo acompa?an diez visitantes, que hacen corro junto a un foco de 200 vatios. Son las once de la noche. Comienza un viaje de 4.000 a?os a trav¨¦s del arte rupestre. La gravilla del camino cruje a cada paso. Los visitantes se alejan del edificio principal, mientras la oscuridad empieza a envolverlos. Los peque?os puntos de luz que iluminan el paseo se hacen cada vez m¨¢s distantes, hasta desaparecer.
Primera parada: Laxe da Forneiri?a. "Dale a la luz", pide Fernando, el gu¨ªa del parque. El petroglifo grabado en la piedra de granito aparece de la nada. Las figuras van surgiendo de la oscuridad, a medida que el foco se mueve sobre ellas: cazoletas, alguna cruz, varios c¨ªrculos conc¨¦ntricos y unas cuantas im¨¢genes zoom¨®rficas entre las que destaca un gran ciervo. Las sombras alargan sus perfiles, los surcos se hacen m¨¢s profundos, y mientras, Fernando explica la historia que esconden esos milenarios trazos.
Las figuras serv¨ªan para guiar a los habitantes por los mejores caminos
No se conoce a¨²n el significado exacto de todas las representaciones
"El arte rupestre no est¨¢ sujeto al azar", comenta. "Son patrones. Las personas escogieron en qu¨¦ espacio geogr¨¢fico y roca exacta colocar el petroglifo, dependiendo de lo que quer¨ªan transmitir". Uno de los visitantes se arranca con la primera duda: "?Y qu¨¦ quer¨ªan transmitir?". La pregunta no es f¨¢cil de responder. Mapas realizados para ayudar a orientarse, la localizaci¨®n de bra?as, o incluso la representaci¨®n de constelaciones. Interpretar el arte rupestre no es tarea sencilla. Falta el contexto que Fernando explica as¨ª: "Si ahora mismo hubiera un holocausto nuclear, los que viniesen despu¨¦s no tendr¨ªan manera alguna de saber que un tri¨¢ngulo pintado en una carretera significa que el conductor que pase por ah¨ª tiene que ceder el paso". Con los petroglifos ocurre lo mismo. No es una ciencia exacta, e interpretar con precisi¨®n lo que alguien quiso expresar hace 4.000 a?os es complicado.
De camino al segundo petroglifo, el gu¨ªa admite cierta decepci¨®n por su reducido auditorio: "Las visitas nocturnas no funcionan tan bien como el resto de actividades", lamenta. Hace un mes que el parque arqueol¨®gico, una instalaci¨®n de la Conseller¨ªa de Cultura, abri¨® sus puertas, y en esas cuatro semanas han hecho el recorrido 150 noct¨¢mbulos curiosos.
En Laxe dos Carballos, Fernando espera antes de prender el foco. "Cerrad los ojos un momento", pide. Los visitantes se miran, sonr¨ªen pero acaban haci¨¦ndole caso. La oscuridad de la noche y la soledad invitan a hacerlo. Una ligera brisa mueve las ramas del carballo que da nombre al petroglifo. Los grillos son los ¨²nicos que se atreven a romper el silencio antes de que Fernando haga aparecer una gran roca grabada que, a pesar de llevar ah¨ª desde el a?o 600 antes de Cristo, fue descubierta hace apenas dos d¨¦cadas. "Se encontr¨® por casualidad", comenta Fernando, "pasaba una pista forestal por la parte de arriba, hubo un corrimiento de tierra, comenzaron a escavar y se encontraron con esto". Un petroglifo cargado de significados que van de lo mitol¨®gico a lo cotidiano. Seg¨²n la leyenda, el ciervo, una constante en el parque, era el encargado de arrastrar el carro que llevaba las almas al mundo de los muertos, labor que realizaba con una sumisi¨®n que los primeros habitantes de Campo Lameiro pudieron representar a trav¨¦s del collar que rodea su p¨¦treo cuello. "Otra posible interpretaci¨®n del petroglifo", comenta Fernando, "podr¨ªa ser la de la domesticaci¨®n del mundo salvaje por los cazadores".
Outeiro dos Cogoludos es la ¨²ltima estaci¨®n. El gu¨ªa aprovecha para recordar las caracter¨ªsticas que marcan la identidad del parque arqueol¨®gico: "Al igual que en los otros dos petroglifos, todos los animales representados aqu¨ª apuntan hacia la misma direcci¨®n", comenta, "probablemente en la que mejores pastos hab¨ªa". Planos esquem¨¢ticos, rutas clave y alg¨²n atajo conforman sobre la piedra lo que uno de los visitantes llama "cartograf¨ªa al estilo rupestre".
En el camino de vuelta, Fernando vende el mantenimiento de las cien rocas que el mayor parque de arte rupestre de Galicia ha logrado documentar. "Todas se han restaurado", explica orgulloso. "Adem¨¢s, est¨¢ prohibido tocar, pisar o recalcar los grabados", entre quienes buscan el m¨¦todo id¨®neo que los conserve. "Hay, hubo y habr¨¢ siempre un debate sobre qu¨¦ hacer con ellos", dice Fernando. "Se concluy¨® que todos tenemos derecho a disfrutarlos siempre que haya controles". A medida que la expedici¨®n camina, los peque?os focos de luz vuelven a aparecer en el camino de piedras. La oscuridad difumina por completo la silueta del centro de interpretaci¨®n, que ya de noche, logra integrarse en el entorno del parque arqueol¨®gico. Empieza a refrescar en el Campo Lameiro prehist¨®rico.
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