Nueva reina de la comedia

Todo buen aficionado a la nueva comedia norteamericana ya deber¨ªa saber a estas alturas que Kristen Wiig es algo as¨ª como el Leo Messi de la comicidad femenina: una equilibrista de la sutileza, capaz de calzar r¨¦plicas con la misma precisi¨®n, apariencia de espontaneidad y sentido del espect¨¢culo con que el argentino suele marcar gol. Hasta ahora -quiz¨¢ porque la Wiig no encajaba en ese arquetipo de payasa sexi (inmortalizado con admirable entrega por Cameron Diaz) que, hasta hoy, parec¨ªa el ¨²nico camino en Hollywood para lograr un papel protagonista en el g¨¦nero-, la actriz solo hab¨ªa podido desplegar su genio en espacios m¨¢s o menos discretos, en papeles secundarios que, al ser tocados por su talento, trascend¨ªan su brevedad para convertirse en perdurables.

La actriz Kristen Wiig es algo as¨ª como el Leo Messi del humor femenino

Si este cr¨ªtico tuviese que confeccionar una lista de greatest hits de la Wiig, no dudar¨ªa en incluir esa escena de L¨ªo embarazoso (2007) en la que, en el papel de una ejecutiva de cadena televisiva, contrapunteaba, con ferocidad pasivo-agresiva, el entusiasmo de su jefe, dispuesto a promocionar a una de sus compa?eras de trabajo. O su caracterizaci¨®n de inquietante cirujana en Me ha ca¨ªdo el muerto (2008), cuyos silencios y titubeos abr¨ªan constantes fracturas en su discurso m¨¦dico escasamente tranquilizador. O su seguridad de corredora de fondo a la hora de dar vida a la copropietaria del parque tem¨¢tico en Adventureland (2009), capaz de afrontar su tarea como prolongaci¨®n de su rutina conyugal y de tratar a sus empleados con las maneras de una heterodoxa madre. O el personaje al que dio vida en la reciente Paul: una cat¨®lica integrista de la Am¨¦rica profunda que, en plena crisis de valores por contacto extraterrestre, desarrollaba un candoroso inter¨¦s por la blasfemia y la fornicaci¨®n.

La boda de mi mejor amiga, de Paul Feig, es una pel¨ªcula no solo destacable por marcar un estimulante viraje hacia lo femenino en el cat¨¢logo del productor Judd Apatow, sino por concederle a la Wiig una oportunidad de oro para desplegar toda su energ¨ªa c¨®mica en un papel protagonista. Conviene a?adir que el guion lo firman la propia Wiig y su habitual compa?era de fatigas en los escenarios de la comedia Annie Mumolo. Y el resultado no defrauda: la pel¨ªcula posee un metraje tan excesivo como el resto de los productos Apatow -el m¨¦todo de favorecer la improvisaci¨®n del actor es buen camino para el hallazgo c¨®mico, pero no para la econom¨ªa narrativa-, pero, en este caso, un servidor confiesa que podr¨ªa haberse pasado otras dos horas m¨¢s (ad)mirando la gran musculatura c¨®mica de la Wiig.

La pel¨ªcula demuestra que, si hablamos de inmadurez y fracaso existencial, las claves no cambian tanto si uno desplaza el objetivo del hombre a la mujer. La actriz deslumbra en cada inflexi¨®n, mantiene una dignidad de hero¨ªna exc¨¦ntrica incluso en los momentos m¨¢s soeces y se entrega a fondo en la guerra de divas contra su n¨¦mesis (Rose Byrne), pero el conjunto contiene otra sorpresa: la gran revelaci¨®n de Melissa McCarthy, irresistible motor de caos.

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