?No me mires, no me mires!
Que los toros vean est¨¢ com¨²nmente aceptado; lo raro es que miren. Ah¨ª radica el peligro. Y el que no lo entienda, que pregunte a los que se visten de luces. Se dice que un toro mira cuando se olvida de los enga?os y dirige los ojos hacia los muslos del torero, y que desparrama la vista cuando est¨¢ pendiente de todo menos del capote y la muleta. Y eso supone un peligro gordo porque el animal se orienta de los bordados de los vestidos y en cualquier momento puede ocasionar un serio disgusto al se?or que est¨¢ all¨ª jug¨¢ndose la vida. Y no digamos cuando, adem¨¢s, cabecea al embestir, trata de enganchar la franela y no se emplea en su quehacer. Entonces, se hace patente la heroicidad de los toreros que aguantan con encomiable voluntad y valor miradas que son, sin duda, inaguantables.
Pe?ajara/Aguilar, Mora, Sald¨ªvar
Toros de Pe?ajara, justos de presentaci¨®n, mansos, descastados y deslucidos.
Sergio Aguilar: estocada ca¨ªda, dos descabellos -aviso- dos descabellos y el toro se echa (silencio); media -aviso- (silencio).
David Mora: pinchazo y estocada (ovaci¨®n); dos pinchazos, media -aviso- cuatro descabellos y el toro se echa (silencio).
Arturo Sald¨ªvar: dos pinchazos -aviso-, dos pinchazos y estocada (silencio); media tendida y un descabello (silencio).
Plaza de la Malagueta. 13 de agosto. Segunda corrida de feria. Media entrada.
Decepcionante corrida de Pe?ajara, mansa y con mirada desparramada
Solo pudo destacar David Mora a la ver¨®nica en una tarde aburrida
Este fue el gui¨®n de la corrida de ayer, una tarde para aficionados que, a la postre, se redujo a un largo aburrimiento a pesar de que la banda de m¨²sica ameniz¨® lo que parec¨ªa insoportable.
Pero as¨ª es el toro de lidia. A veces, ocurre que salen a la luz defectos incorregibles que hacen pasar un mal rato a los de oro y plata, y la congoja a los tendidos. A veces, incluso, en el fragor de la pelea entre un valiente torero y un marrajo mir¨®n surge la voz de un supuesto entendido que le conmina a dejarle puesta la muleta, olvidando injustamente lo f¨¢cil que se ven los toros desde la barrera.
En fin, que en estas cuitas and¨¢bamos cuando, hartos de tedio, sali¨® el quinto de la tarde, del mismo manso, descastado y deslucido comportamiento que sus hermanos, y David Mora le recet¨® unas ver¨®nicas de categor¨ªa, con las manos bajas y sentidas de verdad, que supieron a gloria; y, momentos despu¨¦s, llev¨® el toro al caballo con un vistoso galleo por chicuelinas, y protagoniz¨®, tambi¨¦n, un ajustado quite por gaoneras. Algo es algo en tarde tan escasa. Y con la muleta en las manos demostr¨® que le acompa?an el valor y las buenas maneras, aunque su oponente no le permiti¨® excesivas florituras. Tambi¨¦n se luci¨® a la ver¨®nica en su primero y en un quite por ce?idas chicuelinas. Falt¨® reposo en su labor de muletero, y el toreo no alcanz¨® el vuelo esperado por esa mirada inquisitorial del toro que no lo perdi¨® de vista en ning¨²n momento. En fin, que Mora pas¨® lo suyo y se justific¨® sobradamente.
Con mal sabor de boca se march¨®, sin duda, Sergio Aguilar, madrile?o ¨¦l, pero con el semblante serio de uno de Vitigudino, valeroso, seco y de fr¨ªas maneras. Mala suerte la suya con un lote poco apto para el lucimiento. Mir¨®n y muy peligroso su primero, que embest¨ªa con la cara a media altura, manso, molesto, malaje, sin gracia, que parec¨ªa estar loco por echarle mano al torero. Y all¨ª estuvo el hombre con los cinco sentidos en el comportamiento de su oponente, y su labor result¨® ayuna de inter¨¦s. Lo mejor es que sali¨® indemne del encuentro, lo cual es una victoria plausible. No mejor¨® el asunto en el cuarto, tan desabrido y descompuesto como el anterior, y el torero derroch¨® deseos de agradar, que es lo propio en estos casos, pero su voluntad result¨® bald¨ªa.
Y debut¨® en esta feria el joven torero mexicano Arturo Sald¨ªvar, que tambi¨¦n prob¨® la hiel de la mala casta y las miradas de su lote. No es un diestro que se esconda ante las dificultades; m¨¢s bien, ha destacado hasta ahora por su gallard¨ªa y por dejarse rozar los muslos por los pitones de los toros. Pero, cuando no hay, no hay... Su primero desarroll¨® defectos a medida que avanz¨® la lidia, y el torero se mantuvo en el sitio en un claro desaf¨ªo al peligro latente que ten¨ªa delante. No le sirvi¨® m¨¢s que para justificarse ante un comprensivo p¨²blico que acept¨® de primeras que con amigos como los de ayer no es posible el lucimiento. Peor result¨® lo ocurrido en el sexto, el ¨²nico inv¨¢lido de la tarde, al que nadie protest¨® con el ¨²nico objetivo de que el sobrero volviera a la dehesa y se acortara el sufrimiento general. Su voluntarioso esfuerzo fue in¨²til.
Lo mejor, que todos los toreros salieron por sus pies. Y todos ellos, cantando por lo bajini aquello de no me mires, no me mires.
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