Hervidero de letras
Sentada en una mecedora contemplaba la hierba en el jard¨ªn de mi casa en uno de esos estados semihipn¨®ticos con que se asocia el calor del verano a mediod¨ªa o esa cierta inquietud del esp¨ªritu que no encuentra donde posarse, cuando de pronto la frase aquella apareci¨® en el recto horizonte de mi sopor movi¨¦ndose sinuosa como una serpiente que imitara al conejo de Alicia pidi¨¦ndome que la siguiera a un ¨¢rbol imaginario en el que iba enrosc¨¢ndose a medida que nuevas palabras se sumaban apareciendo todas ellas perfectamente articuladas en los anillos del cuerpo reptil que me tentaba como habr¨¢ tentado a Eva el tristemente c¨¦lebre ofidio del Para¨ªso Terrenal. Recuerdo que yo ten¨ªa las piernas cruzadas encima del brazo de la mecedora y que me mir¨¦ los pies, no s¨¦ por qu¨¦, ligeramente deslumbrada de que mi mente con el solo est¨ªmulo del sol derram¨¢ndose sobre las hojas de hierba del jard¨ªn hubiese empezado a producir la cinta-serpiente de palabras cuya rara levedad y sonoro contoneo claramente conten¨ªa una idea, un mundo misterioso que tomaba forma frente a mis ojos reverberando en la luz perpendicular como un animal de espejismo que imperioso me ped¨ªa le concediera la vida y no lo dejara marchar. ?Atr¨¢palo!, me ped¨ªa un instinto que ignoraba hasta entonces poseer tirone¨¢ndome el cuerpo fuera de la modorra y as¨ª fue que, cual si llevara en los brazos la sinuosa frase movediza, corr¨ª con ella al estudio, encend¨ª la ruidosa m¨¢quina de escribir el¨¦ctrica que sin prever ning¨²n destino literario hab¨ªa comprado con el salario inaugural de mi vida de adulta y descargu¨¦ aquel ruido de palabras, aquel reptil de anillos amarillos y hermosos sobre el blanco papel que mis manos introdujeron a toda prisa en el tambor del aparato y dej¨¢ndome llevar por la angustia inici¨¢tica de la creaci¨®n escrib¨ª de una vez casi sin respirar las frases entrecortadas que se desenroscaban dentro de m¨ª con un aliento que me dictaba -corte aqu¨ª, pausa all¨¢- palabras apresuradas que sal¨ªan ansiosas como si hubiesen estado encerradas sin ox¨ªgeno y estuvieran ahog¨¢ndose a punto de sucumbir y cuya vida dependiera de la rapidez de mis dedos tecleando furiosos con la urgencia de un inminente naufragio alfab¨¦tico que yo deb¨ªa evitar, llevando cada una sobre mis hombros, nadando sin tregua hacia la playa del papel en blanco que poco a poco se iba cubriendo de s¨ªmbolos mientras dentro de m¨ª el espacio desalojado de lenguaje se llenaba de una alegr¨ªa extra?a, de un aire limpio y soleado como el que sue?a quien tiende una l¨ªnea de ropa mojada rogando que la lluvia no llegue a estropearle la amorosa labor de fregar los pantalones sucios de los hijos. Tres o cuatro p¨¢ginas despu¨¦s, extenuada y feliz, hoje¨¦ los papeles, contempl¨¦ lo hecho y supe que por primera vez hab¨ªa mordido la serpiente y escrito poes¨ªa.
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