La bula de Manzanares
No resulta f¨¢cil enjuiciar la labor de un torero que desparrama una est¨¦tica y elegancia innatas, y hace el toreo con un aroma que embauca y, de alguna manera, manipula el sentimiento de los espectadores. Tal es el caso de Manzanares, un elegido por los dioses del arte taurino, con capacidad suficiente para interesar aunque su oponente carezca de la codicia y la acometividad suficientes para crear emoci¨®n.
Algo de todo eso ocurri¨® en el tercero de la tarde, falto de fiereza, noblote y soso en su embestida, al que el torero embarc¨® poco a poco, le gan¨® el terreno, lo ense?¨® a seguir la franela, y consigui¨®, finalmente, concitar la atenci¨®n de los tendidos. Fue la suya una labor de menos a m¨¢s, anodina de entrada, que alcanz¨® momentos brillantes por naturales y un portentoso cambio de manos, casi circular, que levant¨® al p¨²blico de sus asientos. Se perfil¨® para matar recibiendo y consigui¨® una estocada hasta la empu?adura que cay¨® tendida y ca¨ªda. Los tendidos se poblaron de pa?uelos y solicitaron con mucha fuerza las dos orejas, pero el presidente, en su sitio, como debe ser en todo lugar y m¨¢s en plaza de primera, solo concedi¨® una, lo que provoc¨® la bronca que justificaba el acierto inexcusable del us¨ªa.
BOH?RQUEZ, LA QUINTA / MANZANARES, EL JULI, MANZANARES
Dos toros despuntados para rejoneo de F. Boh¨®rquez, manejables, y cuatro de La Quinta, justos de presentaci¨®n, mansos, nobles y sosos.
Manuel Manzanares: tres pinchazos (ovaci¨®n); rej¨®n ca¨ªdo, seis descabellos -aviso- y cinco descabellos (silencio).
El Juli: estocada baja (ovaci¨®n); dos pinchazos y estocada (silencio).
Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares: estocada tendida y ca¨ªda (oreja); pinchazo y estocada (ovaci¨®n).
Plaza de la Malagueta. 15 de agosto. Corrida de feria. Casi lleno.
No siempre se puede hacer una obra de arte en 15 minutos
Y quedaba el sexto; y quedaba la cuadrilla de a pie. ?Vaya los hombres de plata que acompa?an a Manzanares..! Monumental Curro Javier con el capote en ese ¨²ltimo; y extraordinarios el malague?o Juan Jos¨¦ Trujillo -al que el maestro brind¨® su faena- y Luis Bl¨¢zquez, con los palos. Los tres recibieron honores de parte de toda la plaza. (Nada que decir de los picadores, pues ya se sabe que hoy no se pica, y el d¨ªa menos pensado los incluir¨¢n a todos en un ERE).
Recibi¨® Manzanares al sexto con unas ver¨®nicas pre?adas de hondura; lleg¨® despu¨¦s el clamor de la cuadrilla, y se esperaba la apoteosis final en el ¨²ltimo tercio. Pero no lleg¨®, lo que son las cosas... Lo intent¨® el torero con todas sus fuerzas -el p¨²blico siempre con el ol¨¦ en los labios-, pero no se reuni¨® el cielo con la tierra, y los muchos pases no dieron a luz ni el aroma ni la esencia. El toro no era de carril, corta e inc¨®moda su embestida, y los buenos deseos del torero no cristalizaron debidamente. No sali¨® a hombros, como M¨¢laga quer¨ªa, pero qued¨® patente que este torero tiene bula con el sentimiento, lo cual es una suerte de la que pocos pueden presumir. Mejor que no llegara el triunfo esperado para que quede claro que hasta los artistas son humanos. Est¨¢ visto que no siempre se puede hacer una obra de arte en 15 minutos.
Qued¨®, sin embargo, la impresi¨®n de que Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares vuelve sentimiento todo lo que toca con los enga?os; vive un momento especialmente dulce, se siente torero, domina la situaci¨®n, est¨¢ plet¨®rico de recursos, con mando y sentido del temple, que desparrama esencia y aroma. Vamos, un privilegiado de la tauromaquia actual.
Como Jos¨¦ Mar¨ªa manda en el toreo, le acompa?¨® su hermano Manuel, que se estrenaba como rejoneador. Se le nota que tiene buena escuela (su maestro es Hermoso de Mendoza), persigue la ortodoxia y se luci¨® m¨¢s en el primero -magn¨ªfico con las banderillas a lomos de un caballo llamado Garibaldi, que cita de frente, muy cerca de los pitones del toro-, y fall¨® en demas¨ªa en el cuarto, al que le cost¨® un mundo acertar con el descabello final.
Y El Juli, el otro mand¨®n de la temporada, qued¨® in¨¦dito. No le acompa?aron los toros en ning¨²n momento. Los dos fueron un dechado de soser¨ªa y se mostraron ayunos de casta. Un animal borrachazo fue el primero, que embest¨ªa con la cara alta, con andares cansinos y docilidad perruna, y del mismo tenor el quinto, por lo que termin¨® su labor entre el silencio general.
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