El fin salv¨ªfico de la m¨²sica
Gracias a la m¨²sica son soportables algunas -muchas- corridas de toros. La celebrada ayer en M¨¢laga, por ejemplo, llevaba todas las trazas de un martirio si a la excelente banda Miraflores no le da por amenizar caricaturas de faenas. Claro que tal asunto debe ser aclarado: la m¨²sica debe acompa?ar una buena labor de capote y muleta, y lo que ocurri¨® en este caso es que la notas musicales nos salvaron a todos de la quema, nos despertaron del letargo y del m¨¢s inquietante sopor en el que se convirti¨® esta sexta corrida en la que se anunciaban toros de La Palmosilla, con dos a?adidos de Salvador Domecq y un sobrero de El Torero.
Se anunciaban toros, pero salieron burras. Vamos, que lo que se vio ayer en La Malagueta fue un desfile de asnos, de justa presencia todos, bonitas hechuras, pero de comportamiento de animal de carga y no de bravura y nobleza. Ocurri¨® en esta plaza, pero no es noticia, porque hace tiempo que es costumbre en toda la geograf¨ªa taurina. El campo est¨¢ lleno de burras donde alg¨²n d¨ªa hubo toros. Y, al final, sucede lo inevitable: que la gente se desanima, se aburre y muchos dormitan. Y, entonces, solo entonces, arrancan las notas musicales de la banda que te elevan al cielo y te hacen olvidar el mal rato. "Pero hemos venido a ver toros, y no a escuchar un concierto", argumenta el vecino; y tiene raz¨®n, maldita raz¨®n ante tama?a farsa como la que se desarrolla en el ruedo.
LA PALMOSILLA / PAQUIRI, EL FANDI, LUQUE
Cuatro toros de La Palmosilla, -el primero, devuelto-; primero y segundo, de Salvador Domecq, todos justos de presentaci¨®n, mansos y sosos; sobrero de El Torero, lidiado en cuarto lugar, bravuc¨®n y noble.
Rivera Ord¨®?ez Paquirri: dos pinchazos y casi entera (silencio); pinchazo, casi entera y descabello (ovaci¨®n).
El Fandi: estocada tendida (silencio); pinchazo y bajonazo (silencio).
Daniel Luque: casi entera trasera y dos descabellos (silencio); estocada (oreja).
Plaza de la Malagueta. 16 de agosto. Quinta corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
Lo que se vio ayer en plaza de La Malagueta fue un desfile de asnos
La que salv¨® la aburrida tarde fue la excelente banda de m¨²sica Miraflores
Aunque pueda parecer extra?o, hubo tres toreros en el redondel; bueno, hubo tres se?ores vestidos de luces: Rivera Ord¨®?ez, que ahora responde al apelativo de Paquirri, El Fandi y Luque, tristones hombres, contagiados, los dos primeros m¨¢s que el otro, de la soser¨ªa de los supuestos toros.
Tal es el caso de Paquirri, un torero experimentado, con sobrado oficio, al que el tiempo no parece haberle hecho favor alguno. Pertenece a la historia aquel joven torero de raza de sus primeros a?os, transfigurado hoy en un torero decadente, cansado y desilusionado. Capotea con apabullante desgana, puso banderillas a su primero con solvencia -arriesgado y comprometido el tercer par, en el que los muslos estuvieron a merced del toro-, y maneja la muleta con desapego, abuso del pico, sin alma, sin gustarse ni sentirse. Al menos, es la impresi¨®n que desprende. M¨¢s aseado se mostr¨® ante el cuarto, m¨¢s repetidor que el resto, pero a toda su labor le falt¨® gracia, ce?imiento y templanza.
No fue mejor la tarde del siempre animoso Fandi. Una mala tarde la tiene cualquiera. Y la de ayer fue oscura, sin pies ni cabeza, sin toro adecuado ni torero con ideas. Banderille¨® de manera desigual, aunque tambi¨¦n se le aplauden los pares colocados a toro pasado, manej¨® el capote con las prisas habituales, y evidenci¨® graves carencias con la muleta. Nobles y sosos los dos que le tocaron en suerte, se mostr¨® inseguro y torpe; se movi¨® en demas¨ªa, las zapatillas en un baile constante, en tandas todas muy cortas e insulsas. Mientras El Fandi trapaceaba con la muleta en su primero, hubo un momento de tal tristeza y sopor que solo la habilidad del director de la banda evit¨® la noticia del a?o: una plaza completamente anestesiada por el aburrimiento. No mejor¨® el asunto en el quinto, una burra en toda regla, con el que el torero abrevi¨®, lo que sirvi¨® de general descontento para sus partidarios y de alegr¨ªa incontenida para el resto.
Al final, el afortunado fue Daniel Luque; bien es verdad, no obstante, que, de entrada, se le vio con m¨¢s nervio y ganas de pelea que a sus compa?eros, pero su primer asno, con carita de enfermo o borracho y al que le costaba un mundo mantener la verticalidad, no se lo puso f¨¢cil. Se luci¨® con el capote, y se puso pesado en el tercio final por sus deseos de agradar cuando aquello no ten¨ªa salvaci¨®n. Mejor en el sexto, aunque no para oreja. Habilidoso, acelerado, sin reposo ni regusto, pero muy voluntarioso ante un animal que iba y ven¨ªa sin gracia alguna. El p¨²blico pidi¨® una oreja facilota para salvar la tarde; pero todos olvidaron que la que salv¨® la tarde de verdad fue la banda de m¨²sica. Una vez m¨¢s, la m¨²sica salvadora...
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