El hacha de Rousseff toca en hueso
El af¨¢n de la presidenta de Brasil de limpiar la corrupci¨®n se topa con dos casos que implican al PMDB, el mayor partido del pa¨ªs y socio clave del Gobierno
La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, afronta una rebeli¨®n en el Congreso que amenaza con paralizar una de las mayores econom¨ªas emergentes del mundo. La reciente salida de la coalici¨®n de Gobierno del Partido de la Rep¨²blica (PR) con 48 diputados y seis senadores -aliado del Partido de los Trabajadores de Lula y Rousseff desde 2003- es un claro s¨ªntoma de las dificultades que la presidenta tiene para mantener firme el tim¨®n del gigante sudamericano. Y es que la mandataria, de firme car¨¢cter, se ha embarcado en una lucha contra la corrupci¨®n que ya le ha costado roces dentro del PT, el divorcio con el PR y unas p¨¦simas relaciones con el Partido del Movimiento Democr¨¢tico Brasile?o (PMDB), el grupo pol¨ªtico m¨¢s poderoso del pa¨ªs y sin el cual la gobernabilidad del PT es imposible.
La sucesora de Lula cuenta con una popularidad de m¨¢s del 70%
En siete meses han dimitido tres ministros y dos est¨¢n en entredicho
En solo siete meses de mandato, Rousseff ha forzado la dimisi¨®n de tres ministros importantes: el jefe de Gabinete, Defensa y Transportes. Los dos primeros eran hombres de Lula y el ¨²ltimo era del PR. Aunque el de Defensa, Nelson Jobim, no dimiti¨® acusado de corrupci¨®n, su partida y el nombramiento de un sucesor mal visto por los militares acab¨® por abrir otro frente cr¨ªtico para la presidenta. Ahora Rousseff tiene a otros dos ministros en la mira, el de Agricultura y el de Turismo, ambos del PMDB.
La situaci¨®n ha puesto en pie de guerra a los congresistas del partido de Gobierno y de los aliados. Es decir, que Rousseff tiene el enemigo en casa. El l¨ªder del PMDB en el Congreso, Henrique Eduardo Alves, ha declarado que el calendario legislativo estar¨¢ bloqueado hasta que el Congreso reciba "el respeto que se merece". "La falta de claridad, de franqueza y de respeto hacia el Parlamento est¨¢ causando una gran insatisfacci¨®n", a?adi¨® Alves a la prensa.
El par¨®n legislativo impedir¨¢ la reforma del complej¨ªsimo sistema fiscal brasile?o, la regulaci¨®n de las regal¨ªas para las explotaciones petroleras y el nuevo marco legal para el sector minero, entre otras medidas, todas fundamentales para mantener el ritmo de crecimiento.
La crisis es tal que se han alzado voces que ponen en duda que Dilma Rousseff pueda acabar su mandato de cuatro a?os. Sin embargo, los votantes acaban de darle a la presidenta una aprobaci¨®n de m¨¢s del 70%, igual o mayor que la que ten¨ªa el carism¨¢tico Lula tambi¨¦n a los primeros siete meses en el poder. Parad¨®jicamente, los dos mayores reproches que le hacen sus aliados se convierten en virtudes para la opini¨®n p¨²blica, incluso para quienes reconocen no haberla votado. El primero es que es excesivamente dura y exigente con los ministros, congresistas y asesores, a quienes les corrige en p¨²blico, sin contemplaciones. El segundo, que est¨¢ siendo demasiado severa con las acusaciones de presunta corrupci¨®n dentro de su Gobierno sin esperar a que act¨²e la justicia. Se le reprocha tambi¨¦n que le falta tacto para tratar con los partidos aliados, acusados precisamente por la gente de la calle de "fisiol¨®gicos" porque no los consideran aliados de un "proyecto de Estado" ni de un "programa de Gobierno", sino m¨¢s bien partidos de alquiler que ofrecen su apoyo a cambio de puestos dentro del Estado. De ah¨ª los altos ¨ªndices de corrupci¨®n.
El mismo Lula se ha mostrado m¨¢s de una vez preocupado con la insatisfacci¨®n de los partidos aliados, que anta?o tambi¨¦n fueron los suyos. El expresidente le ha aconsejado a Rousseff que dialogue m¨¢s con ellos. Y es que el dilema de la primera mujer presidenta de Brasil no es f¨¢cil. La impresi¨®n que transmite a los analistas pol¨ªticos es que le gustar¨ªa dar una sacudida a la vieja pol¨ªtica de alianzas de conveniencia para dar paso a un estilo de gobernar m¨¢s gerencial, m¨¢s de t¨¦cnicos y con mayor rigor ¨¦tico y moral en la gesti¨®n del dinero p¨²blico. La pregunta es si ella -a quien no le falt¨® coraje para enfrentarse a los militares durante la dictadura- ser¨¢ hoy capaz de lidiar con los viejos h¨¢bitos de una pol¨ªtica que ha sido una realidad durante tantos a?os y que hoy es denostada por la opini¨®n p¨²blica.
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