?C¨®mo podemos salvar la revoluci¨®n?
Egipto debe completar la transici¨®n hacia la democracia. M¨¢s de mil egipcios han perdido la vida por un cambio integral, a gran escala, no por una reforma parcial ni por un golpe que cambie a un tirano por otro
La tarde del 11 de febrero iba caminando por la calle Kasr el-Aini hacia la plaza Tahrir cuando algunos de los manifestantes se agruparon a mi alrededor para preguntarme qu¨¦ cre¨ªa yo que iba a pasar. Mientras charlaba con ellos o¨ª de pronto un fuerte griter¨ªo. La cosa me preocup¨®, ya que hab¨ªa o¨ªdo gritos parecidos los primeros d¨ªas de la revoluci¨®n, cuando unos francotiradores empezaron a disparar a los manifestantes, pero esta vez el griter¨ªo tuvo un efecto diferente. Una mujer con hijab sali¨® corriendo de una tienda de zumos de frutas y grit¨®: "?Mubarak ha dimitido!". No recuerdo con detalle lo que sucedi¨® despu¨¦s de eso, porque yo, junto a millones de otros m¨¢s, me apresur¨¦ a ir a celebrar la victoria de la revoluci¨®n. Era una escena de alegr¨ªa y orgullo que Egipto no hab¨ªa visto desde la guerra de octubre de 1973, una profunda y aut¨¦ntica emoci¨®n que hizo que hombres hechos y derechos lloraran como ni?os.
El Consejo Militar es muy lento en dar los pasos necesarios para poner fin al antiguo r¨¦gimen
Urge limpiar de corrupci¨®n la justicia y la polic¨ªa, hacer una ley electoral y convocar elecciones
Me qued¨¦ celebr¨¢ndolo con los manifestantes de la plaza Tahrir hasta las primeras horas del d¨ªa siguiente. Los manifestantes comenzaron a dispersarse y entonces se alzaron algunas voces que dec¨ªan que no deber¨ªamos irnos hasta que las reivindicaciones de la revoluci¨®n se hubieran logrado en su totalidad. Esta llamada cay¨® en o¨ªdos sordos. La mayor¨ªa de la gente pens¨® que la revoluci¨®n hab¨ªa triunfado al forzar la dimisi¨®n de Mubarak y que despu¨¦s de eso deb¨ªan dar al consejo militar la oportunidad de supervisar la puesta en pr¨¢ctica de las reivindicaciones revolucionarias. Los acontecimientos posteriores han demostrado varias realidades:
En primer lugar, la salida de Mubarak no signific¨® el derrocamiento del r¨¦gimen. Solo hay que fijarse en c¨®mo el gobierno egipcio ha mantenido el aparato de Seguridad del Estado (despu¨¦s de cambiar su nombre por el de Seguridad Nacional), o en las desesperadas maniobras del ministro del Interior Mansur el-Eissawi para proteger a los oficiales de la polic¨ªa y a los francotiradores que mataron a manifestantes, o en el nombramiento de gobernadores provinciales pertenecientes al antiguo r¨¦gimen, para darse cuenta de que fue solo Mubarak el derrocado, mientras que su r¨¦gimen contin¨²a gobernando Egipto.
En segundo lugar, para ser justos, tenemos que reconocer nuestra deuda con el consejo militar por haber protegido la revoluci¨®n, pero para ser precisos tambi¨¦n tenemos que recordar que el consejo militar nunca ha compartido la visi¨®n de la revoluci¨®n y que ha accedido a demandas de la revoluci¨®n solamente bajo una intensa presi¨®n popular. La raz¨®n de ello podr¨ªa estar en la cultura propia de los miembros del consejo militar, que se basa en la obediencia y el respeto a las ¨®rdenes. Los deseos del consejo militar siempre han sido diferentes de los deseos de la revoluci¨®n. Mientras que la revoluci¨®n hizo caer a Mubarak como preludio de la eliminaci¨®n del antiguo r¨¦gimen en su totalidad y de la creaci¨®n de un nuevo sistema revolucionario, el consejo militar da la impresi¨®n de haber acordado el derrocamiento de Mubarak con el fin de preservar el antiguo r¨¦gimen. Ese desfase entre lo que la revoluci¨®n quiere y lo que el consejo militar puede conseguir es el motivo de todos los problemas a los que ahora nos enfrentamos. Si el consejo militar hubiera llevado a cabo las reivindicaciones de la revoluci¨®n desde el principio, Egipto habr¨ªa dado ya inicio a una transici¨®n democr¨¢tica. Tenemos que dejar claro en este punto que nuestra cr¨ªtica a las pol¨ªticas del consejo militar en modo alguno hace que disminuya nuestro respeto a las fuerzas armadas, pero el consejo militar ejerce ahora las funciones de jefe del estado, por lo que tenemos el derecho y el deber de criticar su gesti¨®n pol¨ªtica.
En tercer lugar, despu¨¦s de que Mubarak dimitiera, expertos e intelectuales patriotas ofrecieron al consejo militar estudios detallados de c¨®mo deshacerse del antiguo r¨¦gimen y allanar el camino hacia un aut¨¦ntico sistema democr¨¢tico, pero el consejo militar no respondi¨® y fue muy lento en dar los pasos necesarios para proteger la revoluci¨®n. Ello concedi¨® a los afiliados al antiguo r¨¦gimen una ocasi¨®n de oro para conspirar en contra de la revoluci¨®n. No hay duda de que las conspiraciones contra la revoluci¨®n egipcia han tenido el respaldo de pa¨ªses ¨¢rabes y no ¨¢rabes que, por diversas razones, no quieren que Egipto complete el proceso de cambio democr¨¢tico, que har¨ªa de Egipto un gigante regional a la cabeza de todo el mundo ¨¢rabe. Durante seis meses ha tenido lugar una sucesi¨®n de conspiraciones en contra de la revoluci¨®n, como si hubiera que castigar a los egipcios por haber provocado un levantamiento en favor de la libertad y la dignidad. Las autoridades policiales leales a Mubarak han conseguido atemorizar al pueblo al desatender su deber de proteger vidas y propiedades de los ataques de los matones, muchos de los cuales guardan estrechos v¨ªnculos con los restos del antiguo r¨¦gimen. Al mismo tiempo, los medios gubernamentales, la mayor¨ªa de los cuales son afectos al antiguo r¨¦gimen, han descrito continuamente a la revoluci¨®n como responsable de la crisis econ¨®mica del pa¨ªs. Lo cual est¨¢ en completo desacuerdo con los hechos, ya que la revoluci¨®n egipcia no ha ocupado el poder y no se le puede cargar con la responsabilidad del declive econ¨®mico. La revoluci¨®n entreg¨® el poder al consejo militar, que corre con la principal responsabilidad de todo lo que ha sucedido en Egipto desde que dimiti¨® Mubarak.
En cuarto lugar, se han seguido produciendo manifestaciones y concentraciones para insistir en favor de las reivindicaciones de la revoluci¨®n, y despu¨¦s de una intensa presi¨®n el consejo militar ha cumplido con algunas de ellas, la m¨¢s reciente de las cuales ha sido el juicio p¨²blico a Hosni Mubarak. Aunque ver a Mubarak en el banquillo de los acusados constituye un gran ¨¦xito para la revoluci¨®n, lo sucedido durante el juicio resulta preocupante. A los familiares de los asesinados durante la revoluci¨®n se les impidi¨® asistir al juicio, a matones en apoyo de Mubarak se les permiti¨® pasar armados con ladrillos, que lanzaron contra los familiares, y la seguridad intervino para excluir del juicio a periodistas acreditados y a abogados. Al final de la vista las c¨¢maras de televisi¨®n mostraron im¨¢genes de Gamal y Alaa Mubarak, y del cruel exministro del Interior Habib el-Adli saliendo de la sala como si estuvieran saliendo del cine. Se re¨ªan y no llevaban las manos esposadas, como requiere la ley. De hecho, el jefe de la polic¨ªa militar y los altos mandos de la polic¨ªa que estaban presentes saludaron al antiguo ministro como si a¨²n conservara el cargo. Simult¨¢neamente, la polic¨ªa militar atacaba en la plaza Tahrir a las familias de las v¨ªctimas y a sus simpatizantes, disolviendo su concentraci¨®n con gran brutalidad. Yo mismo les o¨ª contar a unas chicas egipcias c¨®mo hab¨ªan sido insultadas y golpeadas por polic¨ªas militares que no tuvieron escr¨²pulos en entrar calzados en la mezquita de Omar Makram, a plena luz del d¨ªa en Ramad¨¢n, para detener a los participantes en una concentraci¨®n pac¨ªfica y que ahora son tratados como enemigos del Estado. Algunos j¨®venes revolucionarios fueron al d¨ªa siguiente a la plaza Tahrir para romper el ayuno del Ramad¨¢n y volvieron a ser atacados por la polic¨ªa militar, la cual les insult¨® y maltrat¨® como si Mubarak estuviera a¨²n gobernando en Egipto. Despu¨¦s de eso la plaza Tahrir qued¨® completamente cerrada y ocupada por docenas de tropas, como si el consejo militar nos estuviera diciendo: "Hab¨¦is visto a Mubarak en el banquillo de los acusados. A partir de ahora no os permitiremos que os manifest¨¦is, o ni siquiera que protest¨¦is."
La revoluci¨®n egipcia pasa ahora por una fase verdaderamente cr¨ªtica y si no la salvamos se quedar¨¢ en un simple golpe. Una revoluci¨®n significa un cambio integral, mientras que un golpe significa un cambio limitado a la c¨²spide. Si no nos movemos con rapidez, Mubarak se habr¨¢ ido pero un nuevo gobernante llegar¨¢ bajo el mismo sistema, con la misma mentalidad y con las mismas pr¨¢cticas. Tenemos que admitir que las sucesivas conspiraciones contra la revoluci¨®n han desanimado a millones de egipcios que esperaban que sus circunstancias mejorar¨ªan despu¨¦s de seis meses del ¨¦xito de la revuelta. Solo tenemos que comparar el optimismo que reinaba cuando dimiti¨® Mubarak con la preocupaci¨®n y miedo a lo desconocido que ahora impera. La crisis se ha acentuado por la actitud de algunos islamistas que han cre¨ªdo que el de complacer al consejo militar era el camino seguro para tomar el poder y que se han convertido en sus virtuales portavoces. Alaban al consejo noche y d¨ªa, aprueban todo lo que hace y nada dicen de sus errores, por graves que puedan ser. La actual debilidad de las fuerzas revolucionarias egipcias ha ofrecido la oportunidad de poderlas golpear mejor, y los magn¨ªficos j¨®venes que con su valor cambiaron el destino de Egipto y de toda la regi¨®n se han enfrentado a una corriente de acusaciones sin base en el sentido de que est¨¢n trabajando en beneficio de alguien. El incidente de Abbasia se ide¨® para atacar a los j¨®venes revolucionarios: el joven Mohamed Mohsen fue asesinado y hubo cientos de heridos. La ola de represi¨®n y de insultos contra los manifestantes ha continuado, como si el r¨¦gimen de Mubarak estuviera veng¨¢ndose de ellos por ser la causa de su derrocamiento y detenci¨®n. ?Qu¨¦ hay que hacer ahora? Creo que son necesarios tres pasos para salvar la revoluci¨®n:
Primero, todas las fuerzas revolucionarias tienen que unirse ahora y sin demora. Tiene que formarse un grupo que represente a la revoluci¨®n, de manera que someta sus demandas al consejo militar y que al mismo tiempo controle a los manifestantes para que no se pueda utilizar la indisciplina para atacar a la revoluci¨®n.
Segundo, tenemos que acordar las m¨ªnimas demandas necesarias que garanticen unas elecciones limpias y luego seguir insistiendo en esas demandas ante el consejo militar y ejerciendo presi¨®n para que las acepte. Quisiera subrayar aqu¨ª que ejercer presi¨®n sobre el consejo militar no significa insultarlo o exigir su ca¨ªda, ya que el consejo militar, a pesar de su actuaci¨®n, que no aprobamos, es el ¨²ltimo basti¨®n de la naci¨®n y nunca permitiremos que se ponga en peligro. Esas demandas son: el fin de los juicios a civiles ante tribunales militares, la liberaci¨®n de todos los detenidos en c¨¢rceles militares, la dimisi¨®n del actual fiscal general y el nombramiento de uno nuevo entre los miembros m¨¢s destacados del movimiento judicial independiente. El poder judicial debe de quedar limpio de jueces que supervisaron elecciones ama?adas o de los que est¨¦ probado que colaboraron con la Seguridad Estatal. Las fuerzas de polic¨ªa tienen que quedar limpias de oficiales corruptos y quienes est¨¦n acusados de haber matado a manifestantes tienen que ser suspendidos del servicio hasta que se resuelvan sus juicios. Y, finalmente, la ley electoral tiene que ser corregida de acuerdo con las demandas de las fuerzas pol¨ªticas. Esas demandas son indispensables para garantizar unas elecciones que reflejen la voluntad de los egipcios, y transigir con ellas sencillamente significar¨ªa que las siguientes elecciones ser¨¢n ama?adas.
Tercero, si conseguimos que se acepten esas demandas que garanticen elecciones limpias, tenemos que convocar esas elecciones lo antes posible, de manera que el poder se trasfiera al gobierno civil que salga elegido. Ya no hay m¨¢s tiempo y ya no tiene sentido entrar en largos debates sobre la Constituci¨®n y sus principios rectores. Todos esos debates retrasar¨¢n el traspaso del poder al pueblo y contribuir¨¢n a la divisi¨®n entre grupos pol¨ªticos, y finalmente no nos llevar¨¢n a ninguna parte.
Si queremos salvar la revoluci¨®n tenemos que dar esos pasos inmediatamente. Los 1.000 egipcios que fueron asesinados, los 1.400 que perdieron la vista y los 5.000 que quedaron heridos, as¨ª como los otros 1.000 dados por desaparecidos, muy probablemente muertos en los primeros d¨ªas de la revoluci¨®n, todos ellos se sacrificaron en beneficio de un cambio integral, no de una reforma parcial, en beneficio de una verdadera revoluci¨®n a gran escala, no de un golpe que cambiase a un tirano por otro bajo el mismo antiguo sistema. Conseguir las reivindicaciones de la revoluci¨®n es el ¨²nico camino hacia el futuro.
La democracia es la soluci¨®n.
? Alaa Al Aswany, 2011.
Traducci¨®n del ingl¨¦s de Juan Ram¨®n Azaola.
Alaa al Aswany es escritor egipcio. Su ¨²ltimo libro publicado en Espa?a es Egipto: las claves de una revoluci¨®n inevitable (C¨ªrculo de Lectores, 2011).
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