La infusi¨®n trascendental
El t¨¦ se ha convertido en bebida universal, y am¨¦n de esto, m¨ªtica y a¨²n religiosa: tanto cuando los ¨¢rabes nos lo ofrecen para agasajar nuestra llegada como en el t¨¦ de las cinco ingl¨¦s, o en el ritual japon¨¦s, que nos invita a tomarlo con trascendencia. Con az¨²car, solo o con pastas, la ceremonia es la misma. Quianlong, emperador de la China, tomaba el t¨¦ con leche a?adiendo a la infusi¨®n un buen trozo de mantequilla, costumbre que ven¨ªa de las m¨¢s profundas tradiciones de su pa¨ªs. El t¨¦ lo toman desde siempre los tibetanos con ese a?adido cal¨®rico, la mantequilla de yak, imprescindible para soportar con alegr¨ªa las fr¨ªas temperaturas ambientales y por tanto formando parte de sus vidas.
El t¨¦ se ha convertido en bebida universal, m¨ªtica y religiosa
Y decir China es hablar del t¨¦, ya que de all¨ª procede el arbusto de ese nombre, las hojas que lo cubren y la bebida que con ellas se confecciona. Parece que fue el sabio Shennang, hermano del Emperador Amarillo, de la dinast¨ªa Zhou, quien en los a?os dos mil ochocientos antes de nuestra era encontr¨® la planta, la calific¨®, la incluy¨® entre los remedios de la medicina china que ¨¦l desarroll¨®, y adem¨¢s de todo eso la convirti¨® en moda para bebedores que deseaban limpiar sus cuerpos con la infusi¨®n.
Una infusi¨®n, la del t¨¦, con trascendencia universal, y es que por raz¨®n de los impuestos que el rey Jorge quiso imponer a las colonias americanas, estas se rebelaron e independizaron -esa historia cuentan los libros- y dieron lugar a los actuales EE UU, donde, por cierto, se utiliza el t¨¦ mucho menos de lo que parecer¨ªa educado ante tama?o favor.
El arbusto naci¨® en la China pero deriv¨® hacia la India y Ceil¨¢n, y hacia Kenia y Turqu¨ªa, que lo adoran, producen y consumen en grand¨ªsimas cantidades. Hasta un total de m¨¢s de tres millones de toneladas al a?o, lo que considerando el peso de la hoja desecada parece una barbaridad, a todos menos a los abnegados marinos que lo transportaron en otras ¨¦pocas al continente, que obten¨ªan por su rapidez y buen hacer innumerables premios y regal¨ªas.
En nuestro entorno hay incondicionales y forofos -aunque deberemos reconocer que no son mayor¨ªa- que tienen en la cabeza su t¨¦ ideal o se pirran por probar las infinitas posibilidades que les brinda el mercado. Adem¨¢s de las f¨®rmulas remotas, que distinguen las hojas seg¨²n su nivel de oxidaci¨®n, y que van del blanco al negro pasando por el verde y algunos tostados, y otras calificaciones posteriores que definen el grado de fermentaci¨®n, el picado de la hoja y su acumulaci¨®n, lo cierto es que para experimentar nuevas sensaciones deber¨¢n acudir al mercado anglosaj¨®n, que por propia vocaci¨®n o por el recuerdo de su extinto imperio en los reinos del t¨¦, ha logrado sabores sin par al depositar las hojitas y sus mezclas en la hirviente agua que contiene la imprescindible porcelana. T¨¦ negro al aroma de vainilla, o de ciruela y p¨¦talos de rosa; t¨¦ verde con jazm¨ªn; t¨¦ con frutas del bosque o con sabor a mel¨®n....
Y un t¨¦ freddo en Flori¨¢n, a la sombra del campanile veneciano.
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