Los renglones torcidos de Mou
M¨¢s ofensivo, m¨¢s agresivo y asumiendo m¨¢s riesgos. As¨ª se present¨® el Real Madrid esta temporada ante el Barcelona. Un giro t¨¢ctico de Mourinho para afrontar los cl¨¢sicos, apretando con una intensidad asfixiante desde el inicio, obligando al Barca a una posesi¨®n incomoda y no permitiendo sus t¨ªpicas triangulaciones horizontales, que van inclinando el partido a trav¨¦s del volumen de juego.
Con presi¨®n constante y ordenada sobre los centrales, los laterales y los volantes, Vald¨¦s se vio a menudo utilizado como apoyo final para buscar salidas en el Bernab¨¦u. Las coordinaciones en la presi¨®n se vieron tambi¨¦n en el preciso manejo del Madrid de los tiempos, los espacios y la elecci¨®n del jugador a presionar e incluso de la direcci¨®n en la que esta se ejerc¨ªa. As¨ª, en el partido de vuelta, los blancos angostaron los caminos y guiaron deliberadamente la salida hacia Mascherano, oblig¨¢ndole a lanzamientos largos o a pases apurados y arriesgados.
Al vociferar el afiebrado discurso extrafutbol¨ªstico, el Madrid transpira sobre su tradici¨®n los excesos de quien lo representa
El Madrid rob¨®, en ambos partidos, gran cantidad de balones en los tres cuartos de la cancha. Una zona ideal para ahogar al Barca y atacarlo r¨¢pidamente, inculc¨¢ndole dudas y temor en el despliegue, una fase clave para el desarrollo de su juego.
Para aplicar esa presi¨®n en bloque no solo se necesita intensidad, un gran estado f¨ªsico y una afinada coordinaci¨®n. Tambi¨¦n se requiere coraje. Solo con esa determinaci¨®n y dos magn¨ªficos centrales como Carvalho y Pepe se puede mantener la l¨ªnea defensiva tan alta, plantada casi en la mitad de la cancha, cuando enfrente hay pasadores como Messi, Iniesta y Xavi y alfiles como Pedro y Villa.
No solo fue el Madrid m¨¢s decidido en su determinaci¨®n por achicar los espacios, sino tambi¨¦n m¨¢s respetuoso con el destino del bal¨®n. Con mejoras conceptuales para no permitir la presi¨®n rival, la pelota no vol¨® frontal en el juego largo y se movi¨® cruzada en el juego medio, con Alonso y Khedira buscando abrir a Cristiano y Di Mar¨ªa a espalda de sus marcadores.
Ya asimiladas desde el curso anterior, las salidas r¨¢pidas y la aceleraci¨®n vertical tras el robo, marca registrada en los equipos de Mourinho, se ejecutaron de forma diligente.
En ese crecimiento con el bal¨®n y robando tiempo de posesi¨®n y energ¨ªas a un Bar?a obligado a replegarse asiduamente, al Madrid quiz¨¢ le falt¨® encontrar esa dosis de paciencia necesaria para que el dominio del partido no dependa exclusivamente de la intensidad f¨ªsica.
Solo Messi, con sus tres goles y dos asistencias, se interpuso entre la Supercopa y el Madrid. No perdi¨® la batalla del juego ni mucho menos la psicol¨®gica, en la cual insertaba nuevas dudas a un Barca que se vio superado durante largu¨ªsimos tramos. Se trataba de una derrota matizada, con grandes avances estrat¨¦gicos y t¨¢cticos. Hasta que el equipo decidi¨® ocultarlos y pelear contra s¨ª mismo.
Cuando el Madrid dedica sus energ¨ªas a enfocarse en el discurso futbol¨ªstico, el conjunto y el entrenador transmiten con claridad sus ideas a trav¨¦s del juego. Cuando se dedica a re?ir o a vociferar el afiebrado discurso extrafutbol¨ªstico, el Madrid transpira sobre su tradici¨®n los excesos de quien circunstancialmente lo representa.
Ya no cuenta el Madrid ni siquiera con un int¨¦rprete como Valdano, conocedor de la cultura del club, que intente moderar y enderezar el mensaje ante la imposibilidad de moderar a quien lo dicta.
Construido con retazos de la realidad y zurcido con el hilo de la sospecha, cuesta hoy distinguir si el discurso en el que est¨¢ enredado el club responde a una intenci¨®n premeditada de acoso y presi¨®n psicol¨®gica, con la intenci¨®n de influir al Bar?a y condicionar la mirada general -una argucia maliciosa con la que se podr¨ªa estar de acuerdo o no, pero que al menos determinar¨ªa la existencia de un proceso deliberado, de un esquema razonado-, o si finalmente los protagonistas compraron su versi¨®n personal de los hechos para, convencidos del propio relato, deslizarse de lleno en una ilusi¨®n persecutoria perpetrada en su contra y ante la cual se ven obligados a rebelarse.
Una visi¨®n torcida que se reafirma a s¨ª misma con el paso del tiempo y de los hechos, ya que, como lo describe Jorge Fontevecchia (Diario Perfil, 30-4-11): "El paranoico siempre tiene raz¨®n. Presume que alguien lo va a atacar y para defenderse lo ataca primero. El atacado, tambi¨¦n para defenderse, devuelve la agresi¨®n. El paranoico confirma su teor¨ªa: quer¨ªan atacarlo". Como sucede con Alice Gould, en la famosa novela de Luca de Tena, el lector desconoce en cu¨¢l de estos ovillos se encuentra atascado el Madrid de Mourinho.
Un equipo que se encuentra futbol¨ªsticamente m¨¢s cerca que nunca de su presa y todav¨ªa esta a tiempo de olvidar todo este ruido y escucharse a s¨ª mismo en su mejor versi¨®n: jugando a la pelota.
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