"El futuro empieza ahora"
La capital libia se muestra exultante por la ca¨ªda de un r¨¦gimen que mantuvo a la sociedad paralizada de miedo
Tr¨ªpoli se parece a Bagdad: hay que detener el veh¨ªculo cada medio minuto. Los rebeldes libios echan un vistazo y franquean el paso. Pero algo distingue a ambas ciudades. En la capital libia no hay apenas tr¨¢fico, algo excepcional en una urbe ¨¢rabe. Y, sobre todo, en Tr¨ªpoli la inmensa mayor¨ªa de la gente es feliz. Los tiroteos, los cientos de muertos que ha padecido en las ¨²ltimas cuatro jornadas, los cohetes que lanzan los leales al dictador no les provocan especial preocupaci¨®n. "El futuro empieza ahora", dice exultante el soltero Esam Omar Ahmed, ingeniero inform¨¢tico de 30 a?os, en el c¨¦ntrico barrio de Goryi. Solo hace 24 horas que el tirano ha abandonado su fortaleza. "No queremos derrocar a Muamar el Gadafi porque s¨ª. Lo necesitamos para desarrollar el pa¨ªs".
Los cohetes que lanzan los leales al dictador no parecen preocupar a nadie
"Todos ten¨ªan p¨¢nico a mentar el nombre del tirano", se?ala un vecino
Es de entender. Abdulhamid Taleb, comandante de los insurgentes en Yefren, en las monta?as de Nafusa, y ahora a cargo de los insurrectos en un barrio tripolitano, explica: "Este hombre no nos dejaba ni pensar. Ahora todo el mundo es feliz. No se pod¨ªa decir nada malo ni siquiera del pavimento". Y eso donde lo hay. En Goryi, la porquer¨ªa se amontona en la arena mientras desde un meg¨¢fono alguien llama a los vecinos a limpiar un pedazo de calle sin asfaltar. "Ahora todo el mundo es feliz", concluye Taleb. "Mira la mierda que es Libia. Gadafi no quer¨ªa que la gente prosperara en sus negocios o sus empresas. Ni uno solo de los 42 a?os de su dictadura dej¨® que el pa¨ªs viviera en paz", apunta Anuar Mamluk, comerciante de 48 a?os que vivi¨® una d¨¦cada en Espa?a, con relaci¨®n a la breve guerra contra Egipto, a la mucho m¨¢s prolongada de Chad, a los conflictos con Occidente en los a?os noventa... "A ver si se va el hijo de puta este", remata en aceptable espa?ol.
Un miedo atroz ha paralizado Libia durante demasiados a?os. "Todos ten¨ªan p¨¢nico a pronunciar su nombre. Si lo hac¨ªas, la polic¨ªa secreta pod¨ªa llegar a tu casa, y prefer¨ªan detenerte delante de la familia. As¨ª se infund¨ªa m¨¢s temor", dice Ahmed Tori, empleado en la empresa petrolera noruega. Como Jaled Hareb, que trabaja en la empresa rusa Gazprom, no cobra su salario desde hace meses. "Eso ahora no importa nada. Esto es cuesti¨®n de d¨ªas", asegura convencido.
El efecto de la enorme dosis de anestesia social y pol¨ªtica que inyect¨® el r¨¦gimen en los libios ha pasado, aunque cientos de tripolitanos pasen la ma?ana y la tarde recostados, a la sombra de un sol abrasador, en las paredes de sus vecindarios. No cuesta demasiado apreciar que Tr¨ªpoli es mucho m¨¢s cosmopolita que Bengasi, la capital de la rebeli¨®n. Es f¨¢cil toparse con personas que hablan ingl¨¦s fluidamente, que han vivido en Manchester, Liverpool o Los ?ngeles.
Y tampoco es dif¨ªcil darse cuenta de que en estos tiempos complicados, los residentes se ofrecen lo que tienen. Comida no falta, pero las farmacias, por ejemplo, estaban bastante desabastecidas y, ahora, la mayor¨ªa han cerrado. A muchos no les pill¨® por sorpresa e hicieron acopio de medicamentos. Ayer un hombre ofrec¨ªa a un matrimonio unas pastillas que al parecer buscaban desesperadamente para su hija. De lo que no se pudieron abastecer lo necesario es de gasolina. Las hileras de veh¨ªculos en Zauiya durar¨ªan muchas horas en desaparecer. En Tr¨ªpoli, el mercado negro funciona, pero no cubre ni de lejos la demanda. Pero en las celebraciones hay quienes ayudan a mejorar a¨²n m¨¢s los ¨¢nimos. "El martes, cuando cay¨® Bab el Azizia [el basti¨®n de Gadafi], los comerciantes regalaban productos a sus clientes", cuenta Esam Omar, el soltero que solo sue?a con casarse. Aunque lo tenga arduo con un sueldo que apenas alcanza los 100 euros mensuales.
En esta Tr¨ªpoli con sus calles desiertas, la plaza Verde vac¨ªa y bajo el continuo estruendo de los combates en el sur de la ciudad, de vez en cuando explotan otras emociones. A las puertas del colegio Al Masira al Wahdauiya, estalla el odio. Dos negros detenidos son introducidos en el colegio convertido en cuartel rebelde. Un joven le atiza a uno un pu?etazo que duele hasta a quien lo ve. Otro chaval se acerca y se l¨ªa a patadas con el segundo hasta que un adulto les frena. Minutos despu¨¦s parece que la guerra ha llegado a la escuela. Pero los tiros son de alegr¨ªa. Un hombre de Yefren acaba de ser liberado de una prisi¨®n gadafista. Le daban por muerto. No hab¨ªa noticias de ¨¦l desde marzo. Ahora tambi¨¦n tiene futuro.
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