El tiro por la culata
No hay que llamarse a enga?o. Los toros de ayer de Victoriano del R¨ªo los exigieron las figuras. Ellos son los mandamases del toreo. Los que llevan la voz cantante del cotarro taurino. Los mismo que, presuntamente, se r¨ªen (por lo bajo) de los toreros modestos por tener que lidiar las corridas duras.
Pues bien, ayer de los toros pedidos por ellos solo salieron dos, el segundo y el tercero. Ten¨ªan lo que deseaban: toros suavones, con poca fuerza, y borregos, sobre todo el tercero de la corrida. Ese toro tuvo una nobleza hemorr¨¢gica, y era dulce como un ni?o de pecho. El resto de los toros no val¨ªan para nada. Toros sin clase, sin raza e inservibles. Pero no pasa nada, dir¨¢n los diestros, vamos a cobrar igual. ?Y el p¨²blico? El p¨²blico est¨¢ para dejarse enga?ar mientras pasa por taquilla tarde tras tarde.
R?O / PONCE, EL JULI, PERERA
Toros de Victoriano del R¨ªo: desiguales de presencia, justos de fuerzas, sin ninguna calidad exceptuando el segundo y, sobre todo, el tercero.
Enrique Ponce: pinchazo, estocada desprendida y descabello (palmas); pinchazo y estocada baja (silencio).
El Juli: pinchazo, estocada trasera y desprendida -aviso- y descabello (ovaci¨®n); estocada ca¨ªda (ovaci¨®n).
Miguel Perera: pinchazo, estocada trasera y descabello (gran ovaci¨®n); estocada (aplausos).
Plaza de Toros de Vista Alegre. 25 de agosto. Sexta de feria. Lleno total.
A Enrique Ponce le toc¨® el peor lote. Sus toros no val¨ªan una perra gorda. En el primero puso voluntad y en el segundo el toro se quedaba, no pasaba.
El toro primero de El Juli apenas fue picado. Dobl¨® las manos en dos ocasiones. El diestro madrile?o tore¨® demasiado acelerado. Sus muletazos los sacaba hacia afuera en exceso. Perd¨ªa pasos. No ligaba ni cargaba la suerte. Lo m¨¢s torero -lo ¨²nico torero- lo realiz¨® despu¨¦s de un cambio de mano dando un natural ajustado. Esa circunstancia ocurri¨® en dos ocasiones. Pudo cortar dos orejas -o una oreja-, pero hab¨ªa que torear m¨¢s ce?ido y con m¨¢s clase. En su segundo, el toro no humillaba y, para colmo, no ten¨ªa fuerza. Puso ganas y voluntad. Solo faltaba que no lo hubiera intentado.
El primer toro de Miguel ?ngel Perera era para haberle cortado las dos orejas y el rabo. Y el torero se enter¨® demasiado tarde que ten¨ªa ante s¨ª un toro de carril. Era bondadoso. Su labor la ciment¨® sobre las dos manos. Tore¨® hacia afuera y abusando de pico. ?nicamente estuvo bien en tres tandas de naturales. Su segundo era un inv¨¢lido.
Se?ores, si no aparece el toro con el peligro que lleva dentro en su raza brava, lo que queda es la pantomima, la apariencia y el simulacro. Valdr¨¢ para el torero y su parentela, pero no para la verdad del toreo.
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