Detr¨¢s de los grandes negocios
La gigantesca acerer¨ªa Krupp fue germ¨¢nica fragua de Marte. Su fuego aliment¨® guerras durante un siglo, desde la franco-prusiana hasta la II Guerra Mundial. Gustav y Alfred Krupp nutrieron de armamento al r¨¦gimen nazi, surti¨¦ndose de mano de obra esclava escogida en campos de concentraci¨®n. Tras la victoria aliada, Alfred Krupp fue procesado por cr¨ªmenes contra la humanidad y condenado a 12 a?os de c¨¢rcel y al embargo de sus bienes. No pas¨® mucho tiempo entre rejas: fue amnistiado, recuper¨® sus empresas, diversific¨® su actividad, contrat¨® como director general a una persona con fama de haber ayudado a los jud¨ªos y su empresa se expandi¨® por los cinco continentes. ?Qui¨¦n no se ha subido en un ascensor ThyssenKrupp?
LA CA?DA DE LOS DIOSES
Basado en la pel¨ªcula de Visconti. Dramaturgia; Livija Pandur. Int¨¦rpretes: Bel¨¦n Rueda, Alberto Jim¨¦nez, Pablo Rivero, Fernando Cayo... Vestuario: Angelina Atlagic. Escenograf¨ªa: Numen. Adaptaci¨®n y direcci¨®n: Tomaz Pandur. Matadero. Del 25 de agosto al 23 de octubre.
El conde Luchino Visconti di Modrone se inspir¨® en los Krupp y en la familia protagonista de la novela Los Buddenbrook, de Thomas Mann, para rodar La ca¨ªda de los dioses, pel¨ªcula sobre una familia alemana de industriales que acaba poni¨¦ndose al servicio del III Reich para conservar su influencia. Tomaz Pandur ha montado un espect¨¢culo que, aunque sigue de cerca a la pel¨ªcula, puede resultar un tanto confuso para quien no la recuerde bien o no la conozca, porque elimina un par de personajes importantes e intenta resolver en clave po¨¦tica escenas que requieren concreci¨®n. Al comienzo, el t¨ªo Joachim, presidente de la acerera Essenbeck, ya ha sido asesinado: Pandur transforma su cena de cumplea?os en funeral, de modo que se nos escatima (o se pospone a un lugar inadecuado) parte crucial de lo que all¨ª se dilucida.
Tampoco aparece en el montaje la ni?ita jud¨ªa, sin la cual hay que adivinar que Martin es un ped¨®filo y que por ello ser¨¢ chantajeado por su t¨ªo Konstantin. M¨¢s que a servir la peripecia con claridad, Pandur se ha entregado a crear im¨¢genes bellas: vaya si las crea, y a¨²n las duplica con un cielo de azogue donde se refleja en picado cuanto sucede en escena, aunque el m¨¦rito de tanto acabado formal debe repartirlo con la figurinista Angelina Atlagic, el escen¨®grafo Sven Jonke y, sobre todo, con Juan G¨®mez Cornejo, cuya inspirada luz polar imprime una fotogenia rotunda a cada escena.
Bel¨¦n Rueda tiene el car¨¢cter de la baronesa y su belleza, y Fernando Cayo el del primo Aschenbach: ambos comparten la prosodia rotunda de qui¨¦n tiene mando en plaza. Por edad y fisonom¨ªa, a Manuel de Blas (Konstantin, oficial de las SA) le cuadrar¨ªa el papel de Joachim (si no se hubiera volatilizado), y aunque Alberto Jim¨¦nez se defiende en el del trepa Friedrich, por temple le ir¨ªa mejor el de Konstantin. A contratipo, Nur Levi crea una Elisabeth probable, mientras que Francisco Boira (el impetuoso Herbert) le replica sin entereza. G¨¹nther, chico sensible, en la interpretaci¨®n de Santi Mar¨ªn est¨¢ ablandado. A Pablo Rivero, Martin, el heredero, le queda holgado de hechuras. Emilio Gavira, estupendo en un brech-tiano rol creado para la funci¨®n.
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