Morir como se quiere
Debe elogiarse la determinaci¨®n con que los responsables de la Junta de Andaluc¨ªa han hecho cumplir la ley, en el caso de la paciente que reclamaba la retirada de la sonda nasog¨¢strica que la alimentaba artificialmente tras sufrir un infarto cerebral masivo. Como cabe considerar un ejemplo de coraje c¨ªvico la firme defensa hecha por el hijo del derecho de su madre a que se respete su voluntad y no se prorrogue artificialmente una vida que ya no es tal.
Lo lamentable es que en situaciones donde el final de la vida est¨¢ pr¨®ximo, algunos m¨¦dicos y autoridades sanitarias sigan poniendo sus concepciones morales personales por encima de un ejercicio racional y humanitario de la medicina, causando sufrimientos injustos a pacientes y familiares. Como los causados a la sobrina y tutora legal de Carmen L¨®pez Dom¨ªnguez, una anciana de 91 a?os internada en un centro de la Comunidad de Madrid, que ante el estado irreversible de su t¨ªa solicit¨® que le retiraran la sonda nasog¨¢strica, la desataran de la cama a la que estaba sujeta y que, en todo caso, la alimentaran de forma natural. Solo una denuncia ante el juzgado pareci¨® convencer a los m¨¦dicos del absurdo de aplicar tratamientos incapaces de curar y contrarios al bienestar que debe procurarse a la persona al final de su vida.
A algunos sectores, influenciados sobre todo por la Iglesia, les suena a eutanasia todo lo relacionado con una muerte digna y sin dolor. A ello se a?ade que no pocos m¨¦dicos siguen sin aceptar la autonom¨ªa del paciente, a pesar de haber sido reconocida como un derecho por una ley promovida por el Gobierno del PP en 2002. Las diversas normas auton¨®micas sobre una muerte digna, entre ellas la andaluza, como el proyecto de ley estatal sobre la materia remitido al Congreso, tienen un gran objetivo: garantizar al m¨¢ximo esa autonom¨ªa en los momentos m¨¢s dif¨ªciles de la existencia del paciente.
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