La brigada de 'la triple i'

"Sobre las 20.40 se recibe llamada de UDYCO central informando que se va a producir una cita en el Starbucks de Illa Barcelona. En el lugar se observa a los individuos anteriores junto a un tercero (var¨®n, de 33 a?os aprox., pelo moreno con canas, barba corta arreglada y 170 cm). Permaneciendo los tres en la cafeter¨ªa hasta las 21.30 horas. [...] Este individuo en el momento en que se separ¨® empez¨® a hablar por el m¨®vil, mirando hacia todos lados y no paraba de moverse, por espacio de unos 10-15 minutos. Cuando finaliz¨®, par¨® a un taxi y se subi¨®".

Oficio remitido al juez Eloy Velasco de la Audiencia Nacional. Operaci¨®n Pescador. Octubre 2009.

"Nosotros agujereamos con un taladro hasta que sale blanco". An¨®nimo. Brigada Central de Estupefacientes. Secci¨®n IV, coca¨ªnicos.

"Somos muy pocos monos en esta guerra", dice un jefe de grupo. "Luchamos sobre todo contra trabas legales"

Benavente, mediod¨ªa de junio. Carlos Rodr¨ªguez, un polic¨ªa corpulento como un oso, almuerza en un restaurante de la ciudad zamorana, cuando algo le llama la atenci¨®n en la mesa de al lado: dos tipos comienzan a intercambiarse terminales de tel¨¦fono m¨®vil y tarjetas. Una cantidad considerable. Propia de quien pretende evadir las escuchas. Rodr¨ªguez, un inspector jefe curtido en la cuna del narcotr¨¢fico gallego, conoce las reglas del juego. En Benavente, ciertas cosas no suceden por casualidad. A medio camino entre los transportistas gallegos y los delegados colombianos radicados en Madrid, fue, por ejemplo, el lugar elegido por El Enano para encontrarse con los encargados de importar la droga. Cuando todo comenzaba a torcerse. Para deslindar responsabilidades. Un asador de le?a al borde de la carretera. El inspector jefe Rodr¨ªguez ata cabos y llama a uno de sus hombres del grupo dos. Le dice que monte un operativo de seguimiento, y que vuele a Benavente. Dos veh¨ªculos de alta gama salen zumbando de la central de Pontevedra. En alg¨²n punto de la A-52 adelantan a una patrulla de la Guardia Civil, cuyos agentes los miran at¨®nitos. El copiloto del BMW que encabeza el operativo hace un gesto a los compa?eros de Tr¨¢fico: se posa dos dedos en el hombro, indicando galones. Y marca el camino hacia Benavente con la palma abierta. Cuesti¨®n de jerarqu¨ªa, viene a decir. El jefe del Grupo gallego de Respuesta Especial contra el Crimen Organizado (GRECO) manda. Y tiene prisa. Acaba de comenzar a escribirse la primera p¨¢gina de unas diligencias previas que a¨²n no tienen nombre.

En un despacho en Madrid, la luz se filtra a trav¨¦s de los estores. Suena la radio, conectada a las emisoras. Y la puerta. Toc, toc: "Jefe, necesito gente para dos o tres d¨ªas. Costa del Sol... Una lancha". Antonio ?gueda asiente y responde con un par de nombres. Los anota en un folio. Su cara recuerda a la del actor Ricardo Dar¨ªn, sin el toque c¨®mico. Se cierra la puerta y prosigue la conversaci¨®n. Unas diligencias policiales se parecen mucho a una novela: "Tiene sus protagonistas y es importante respetar el orden cronol¨®gico, para facilitar la comprensi¨®n al juez. Cada uno tiene su m¨¦todo. Yo sol¨ªa escribir al final, de golpe. Trae mal ag¨¹ero si empiezas el primer d¨ªa". La trama gira. Nunca se sabe d¨®nde acaba. De un tel¨¦fono pinchado se obtiene otro. Del seguimiento surgen nuevos objetivos. Se suma gente al negocio. Otros se esfuman. Las paredes del despacho se ven viejas y amarillentas. Sobre la radio, el dibujo de un drag¨®n con una espada atravesada. La mano de un caballero sostiene el arma: el emblema del grupo de opi¨¢ceos, del que fue jefe hasta hace un par de a?os. "Lo dise?¨¦ yo... Algo ten¨ªa que colgar". ?gueda ahora se encuentra al frente del Grupo de Apoyo Operativo. Doce hombres adiestrados en seguimientos y vigilancias. Al servicio de las tres patas de UDYCO: estupas, grecos y crimen organizado. "Los horarios y las fechas te los ponen los clientes". Si est¨¢n ociosos, repasan aeropuertos y centros comerciales, igual que los futbolistas pisan el c¨¦sped antes del partido. Son ¨¢giles al volante. De rostro com¨²n. Toc, toc. Entra Cantero, un tipo enjuto, con bigote fino y un peine en el bolsillo. Lo has visto y no lo has visto. Desde este despacho se puede tomar el pulso a la UDYCO. Suena el tel¨¦fono. Un greco pide dos unidades. "No sabemos d¨®nde se dirige. Va direcci¨®n Madrid desde Benavente".

En ciertos despachos de la UDYCO a¨²n se fuma a escondidas. El del jefe San Dami¨¢n no es uno de ellos. Viste camisa ros¨¢cea y su reloj de pulsera produce un ruido met¨¢lico cuando gesticula. El trabajo al frente de la secci¨®n de coca¨ªnicos, dice, no se parece demasiado a las pel¨ªculas: "A m¨ª me toca ir a dar por saco en los juzgados. Para que me hagan caso. Cada vez que quieres esto o lo otro, tienes que ped¨ªrselo al juez. Aqu¨ª la lucha es sobre todo contra las trabas de un Estado garantista". Una juez de Vigo lo ve al rev¨¦s: "Ellos aprietan y yo suelto. Les digo: 'Traedme esto y esto otro'. Me toca velar por los derechos de los ciudadanos". Cada mes, han de justificar la renovaci¨®n de las escuchas. Librar mandamientos. Presentar oficios. El trabajo se acumula. En las salas de cada grupo, da igual la hora, siempre hay uno o dos tipos tecleando. Los cascos sobre la cabeza, el SITEL abierto, y un documento de Word a media pantalla. Transcriben conversaciones y hacen memoria. Lo que desestiman como irrelevante quiz¨¢ se vuelva la pieza clave en una semana. Cada grupo suele tener abiertas "cinco o seis diligencias" simult¨¢neas. Con "15 o 20" pinchazos cada una. La adrenalina llega m¨¢s tarde, cuando revientan, as¨ª lo llaman: 72 horas para practicar las detenciones, realizar los registros, tomar declaraci¨®n a los detenidos y narrar de forma coherente la operaci¨®n desde su origen. Un jefe de grupo se encuentra sentado al lado de San Dami¨¢n. Con la pistola al cinto, resume su empleo: "Papeles, muchos. Trabas, todas. Luchar contra los malos es sencillo. Luchar contra todo esto lo vuelve complicado". Son una treintena de uniformes en la secci¨®n de coca¨ªna. Aunque nadie lo viste. Se ven m¨²sculos, vaqueros y camisetas ce?idas. Mucha testosterona. Las bromas son del tipo: "Ha desaparecido un bote de popper del laboratorio, ?no lo tendr¨¢s t¨²?". La media de edad ronda los 30 a?os. Las mujeres suman el 10%. El hombre de la pistola al cinto dice: "Somos muy pocos monos en esta guerra".

Una mujer se acerca a la ventanilla. Dice: "Qu¨¦ calor" mientras su compa?ero abre la puerta de un utilitario rojo y toma algo del asiento trasero: una radio. Se acerca con ella oculta en la palma de la mano. "Gracias". Lucas coloca la radio entre las piernas. Sube la ventanilla. Enciende el coche y toma la primera calle a la izquierda. Localiza al cuarto coche del operativo. Saluda de forma discreta. "Toca esperar". La radio narra otra vigilancia en la calle de Zurbano. Con el motor apagado, el aire se vuelve asfixiante. Hasta que la radio dice: "El objetivo va a hacer un cambio de sentido. Es posible que vuelva sobre sus pasos". Lucas arranca: "Esos somos nosotros". Cuatro coches siguen a un todoterreno blanco. Dos de los veh¨ªculos del dispositivo brillan impolutos. Pertenec¨ªan a los detenidos en la Operaci¨®n Guada?a (septiembre de 2010). A los grecos los ha llegado a perseguir alguna novia cabreada por Pontevedra: "?Ese BMW no es vuestro!". Sus iPhone tambi¨¦n tuvieron due?o. Y la c¨¢mara con la que documentan los seguimientos: despu¨¦s de otra parada, del BMW sale un tipo contundente con una Handycam en la mano. Le hace un gesto con la cabeza a Lucas, y este sale del coche. La pareja se introduce en el interior de un cajero autom¨¢tico. Se dicen lo que se tienen que decir. Hasta que el conductor del BMW pita. Salen corriendo del cajero. Suben al coche y arrancan. Comienza el seguimiento en sentido estricto.

"Esto ya no le importa a nadie". El inspector jefe Rodr¨ªguez conduce entre maizales y galpones. Hay marea baja en la r¨ªa de Arosa. Cita de memoria los datos del CIS: la droga ha pasado a ser la preocupaci¨®n n¨²mero 22 en las encuestas; Espa?a se encuentra a la cabeza mundial en consumo, seg¨²n la ONU. Existe cierta tolerancia social. Pero esto tampoco es Ciudad Ju¨¢rez. "Aqu¨ª, los narcos mantienen perfil bajo. No quieren liarla. Rara vez hay muertos". Y rara vez se encuentran cacharros o a un tipo empalmado (armado) con ganas de tiros. En la UDYCO rastrean a los peces gordos. La importaci¨®n a gran escala. "Vamos a por la cabeza. Tenemos esa presi¨®n medi¨¢tica". El delegado en Madrid quiz¨¢ sea "un n¨²mero dos o un tres" del cartel. "Siempre hay alguien m¨¢s arriba". Si cae uno, se va a poner otro en su sitio. O quiz¨¢ siga moviendo el primero desde la c¨¢rcel. Su misi¨®n es acotar el terreno de juego. "Por lo menos que nos tengan miedo... Y de vez en cuando, entramos a las cuatro de la ma?ana en su casa". Francisco Miguel¨¢?ez, comisario a cargo de los estupas, lo llama la triple i: "El problema del narcotr¨¢fico es invisible, irresoluble, intrascendente". Mientras mueva pasta, el ciclo sigue. A veces, los mandos adoptan ese perfil econ¨®mico. "Yo siempre lo comparo con una empresa", dice un jefe sobre las tramas que investiga. Otro: "Se trata de un mercado imperfecto, con una demanda fija". No quedan so?adores en la brigada. Se creen su lucha, pero saben que el final no depende de ellos. "Somos parte de la respuesta", dicen. "Es una guerra. Pero solo ganamos batallas".

A Eloy Quir¨®s se le acerc¨® Sito Mi?anco en 2001 y le dijo: "Hombre, Eloy, de esta te hacen comisario". Lo acababa de detener y el polic¨ªa respondi¨®: "Sito, ya soy comisario". Hoy, su despacho se encuentra m¨¢s alto. Viste traje de chaqueta y corbata. Y su superior, Miguel ?ngel Barrado, comisario-jefe de la polic¨ªa judicial, bromea con ¨¦l: "?M¨ªrate ahora!". Eloy Quir¨®s se encuentra al mando de la UDYCO central. De su despacho lo mismo sale un tipo con aspecto de David Beckham, un enlace del SOCA brit¨¢nico, "el ingl¨¦s", como llama a la puerta una delegaci¨®n colombiana. Tambi¨¦n te lo puedes cruzar en un pub irland¨¦s del centro, fumando: "Vengo de comer con la DEA". La cooperaci¨®n policial entre pa¨ªses hay que gan¨¢rsela. El juego lo resume un mando: "Para que ellos den, yo tengo que dar". Las alertas suelen llegar por correo electr¨®nico desde del Centro de Inteligencia contra el Crimen Organizado. "El narcotraficante E. se encuentra en Espa?a para coordinar la entrega de un contenedor cargado de coca¨ªna...". El CICO fue creado en 2006, el mismo d¨ªa en que el exministro Rubalcaba unific¨® el mando de polic¨ªa y Guardia Civil. No fue una casualidad. Este organismo opaco se encarga de limar las asperezas locales. En su base de datos se cruzan las operaciones en marcha. Si se produce alg¨²n positivo, sienta a una mesa a la UDYCO y a la Unidad Central Operativa (UCO), de la Guardia Civil. Para no duplicar esfuerzos. Se decide una estrategia conjunta. O alguno de los cuerpos se lleva el gato al agua. Las viejas rencillas persisten. Habla una juez que ha tenido a un comandante y a un inspector jefe en su despacho: "No es m¨¢s que esa sana rivalidad de ni?os chicos. Hay una competitividad en buena lid. Se retan. Necesitan que les coordinemos". Los implicados aprovechan a los periodistas para lanzarse pullas: "Si vais donde la UCO, le dais recuerdos a Camilanos. Preguntadle qu¨¦ tal le va salvando gallinas". Estos dos mandos se aprecian. Han reventado juntos varias operaciones. En junio, ten¨ªan pendiente un viaje a Panam¨¢. De la mano. Ambos recibieron una informaci¨®n por canales distintos. Aunque a veces no salta ninguna alarma: "Se te cruzan los otros durante un seguimiento, y dices: ?hostia!".

Un pinchazo te dice cu¨¢ndo se van a reunir y d¨®nde. El seguimiento aporta la prueba de que realmente lo hacen. Despu¨¦s de dos a?os de escuchas, "lo acabas sabiendo todo del objetivo". Su familia. Sus man¨ªas. Sus faroles. De los transportistas gallegos, por ejemplo, los investigadores conocen c¨®mo "se acuestan todos con todos" o se pegan "un verano de coca y prostitutas". "?Al menos en fin de semana apagan el tel¨¦fono!". San Dami¨¢n, sin embargo, suele decirle a sus hombres: "Con una buena vigilancia se obtiene m¨¢s informaci¨®n que al tel¨¦fono. Arriesgas, pero le pones cara a los malos". ?l recuerda c¨®mo se introdujo en una cafeter¨ªa para filmar una reuni¨®n con una "Sony de las antiguas". Al cruzar el umbral, le dijo a su pareja: "Nos acabamos de casar". Dos tortolitos en la barra. ?l le grababa a ella, y de fondo al capo reunido. "Pero esto no es como el FBI en el cine", repite. "Ni alquilamos apartamentos ni nos plantamos en una azotea con un teleobjetivo". Los m¨®viles les han facilitado la vida. Se sientan en un restaurante. Fingen teclear un mensaje. Y disparan. O se suben a un ascensor, saludan al investigado y mantienen la calma. "No todos valen para esto. Uno se da cuenta enseguida y pide el cambio de destino". No hay horarios, "pagan poco" y uno sacrifica vacaciones. Se lleva el port¨¢til y el pincho. Y redacta oficios en agosto. "O te quedas con los billetes en la mano, porque todo se precipita".

En la autopista, los cuatro coches se adelantan unos a otros. Una persecuci¨®n rara, porque el objetivo no huye. Solo circula. "?Intermitente a la derecha!". El todoterreno se desv¨ªa hacia una localidad del extrarradio. Aparca junto a unos bloques de pisos. Se ha confirmado la titularidad del veh¨ªculo y el domicilio. Son las 21.30. El objetivo ha llegado a casa. "Levantamos", dice la radio. De vuelta a la central, Lucas se excusa por el anticl¨ªmax: "Este trabajo requiere constancia. No hay f¨®rmulas magistrales. Eres un espectador. Hay que estar y estar, y en uno de esos d¨ªas, salta. Pero la vigilancia funciona, est¨¢ demostrado". El jefe de los GRECO-Galicia, el que inici¨® la operaci¨®n en Benavente, lo suele decir con menos palabras: "Si nos hemos fijado en ti, te vamos a trincar". Sus hombres llegaron a casa a las dos de la ma?ana. Pararon a cenar en alg¨²n punto y bautizaron la operaci¨®n: Astur. El primer oficio lo redactaron hace poco. El fiscal les dijo: "A¨²n est¨¢ flojo, completadlo".

Para preservar su identidad, todos los nombres de los funcionarios de las Brigada de Estupefacientes y UCO son inventados, salvo los de los comisarios.