La ca¨ªda de un dios
Bekele se retira en un 10.000 ganado en la ¨²ltima recta por el tambi¨¦n et¨ªope Jeilan
Cumplida la mitad de su desmedido desaf¨ªo orgulloso, silencioso y an¨®nimo, Kenenisa Bekele hizo mutis por el foro.
Perdi¨® el invencible, cay¨® el dios del fondo que hab¨ªa llegado a Daegu envuelto en misterio, rodeado de silencio, como una estrella cinematogr¨¢fica de las de anta?o que regresara a la luz p¨²blica despu¨¦s de a?os de retiro. El de Bekele, forzado por una lesi¨®n, una rotura de gemelo nunca bien curada, fue de 20 meses. Volvi¨®, como corresponde a un campe¨®n, para defender lo que era suyo, el t¨ªtulo mundial; para incrementar su leyenda de invencible construida en 12 pruebas de 10.000 metros disputadas, 12 ganadas, cuatro oros mundiales, dos oros ol¨ªmpicos, todos los r¨¦cords posibles. Volvi¨® para ser ¨²nico -cuatro Mundiales tambi¨¦n los ha ganado su hermano mayor, Haile Gebrselassie; cinco, nadie-. Pero cay¨® en el intento insensato.
Perdi¨® Bekele, lo que era l¨®gico, pero no gan¨® Mo Farah, lo que es sorprendente. A Bekele le mat¨® su enemigo jurado, el eritreo Zersenay Tadese, con su ritmo, m¨¢s que de metr¨®nomo, de martillo pil¨®n, devastador para los o¨ªdos y para las piernas, regular, incansable, 1m 5s la vuelta, 2m 42s el kil¨®metro. Vuelta tras vuelta, kil¨®metro tras kil¨®metro, despu¨¦s de ganarse el derecho en los primeros compases tras otro conato de guerra et¨ªope-eritrea, Tadese, especialista del medio marat¨®n, machac¨® la carrera. Pero ¨¦l, corto de final, tampoco se hizo con los despojos. Bekele perdi¨®, pero el t¨ªtulo sigue en Etiop¨ªa. Lo gan¨®, tras un final hermoso y terrible, digno de los mejores finales del gran Bekele, tan devastador en la ¨²ltima vuelta, el menos desconocido de los et¨ªopes, Ibrahim Jeilan, de 22 a?os, profesional de las carreras de carretera en Jap¨®n, como tantos africanos; que de juvenil fue un fen¨®meno -su mejor marca en el 10.000, 27m 2,81s, la logr¨® cuando ten¨ªa 17 a?os- y que en la noche surcoreana fue un meteoro.
Mientras Tadese machacaba, mientras Bekele sufr¨ªa, mientras Jeilan, en la sombra, afilaba su cuchillo, Farah, brit¨¢nico de Mogadiscio, ni?o de la guerra en Somalia, oregoniano de adopci¨®n, corr¨ªa, aire despreocupado, cabeza vigilante, a cola de pelot¨®n, el lugar m¨¢s c¨®modo para su larga, elegante, zancada. Solo entr¨® en acci¨®n a 500 metros de la meta, cuando consider¨® que todos los que ten¨ªan algo que decir, los kenianos que romp¨ªan el ritmo, los et¨ªopes, Tadese, se hab¨ªan quedado mudos. Pero, vistos los resultados, se equivoc¨® el que tanto confiaba en un final demoledor que nunca le hab¨ªa fallado. Cambi¨® fuerte, cambi¨® duro y sigui¨® progresando en la ¨²ltima vuelta, pero no todos sus rivales estaban asfixiados y sus piernas no aguantaron la voluntad de su alma.
Entrando en la ¨²ltima curva, de la nada surgi¨® Jeilan, quien, zancada a zancada, fue comiendo metros a Farah. El final, inevitable, se cumpli¨® a falta de 30 metros. Farah no pudo m¨¢s, Jeilan, que se hab¨ªa sacado de la chistera una ¨²ltima vuelta de 52s, pod¨ªa haber seguido corriendo hasta el infinito, pero, tras cruzar ganador la meta (27m 13,81s) y despu¨¦s de dar las gracias a Al¨¢, prefiri¨® posar con aspecto amenazador, de guerrero de artes marciales, y mostrar su alegr¨ªa ¨²nica.
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