El verdugo nazi, los paracaidistas y el escritor
Laurent Binet novela en 'HHhH' el atentado contra Reinhard Heydrich
Pocos episodios hay en la II Guerra Mundial tan atrevidos y emocionantes como el asesinato en Praga el 27 de mayo de 1942 a manos de un pu?ado de paracaidistas checoslovacos entrenados por los servicios secretos brit¨¢nicos y apoyados por la resistencia del que sin duda fue uno de los peores tipos que han pisado la faz de la tierra, Reinhard Heydrich, apodado La Bestia Rubia, El Verdugo y El Carnicero, que ya son adjetivos. Mano derecha de Himmler, jefe de los servicios de seguridad del III Reich, sanguinario virrey nazi en el protectorado de Bohemia Moravia, planificador de la Soluci¨®n Final, el Obergruppenf¨¹hrer, general, de las SS Heydrich, modelo racial ario pese a su considerable nariz, destaca por su maldad incluso entre la pandilla de asesinos de la jerarqu¨ªa hitleriana. El joven autor franc¨¦s Laurent Binet (Par¨ªs, 1972) se ha lanzado a una aventura literaria digna de los paracaidistas ejecutores al convertir el hist¨®rico atentado en una personal¨ªsima y muy entretenida novela de casi cuatrocientas p¨¢ginas en la que no solo resucita al temible Heydrich, reconstruye su negra carrera y revive pormenorizadamente el ataque (la denominada Operaci¨®n Antropoide), sino que relata su propia experiencia de escritor enfrentado a personaje y hechos de tal magnitud.
La novela se titula HHhH (Seix Barral) -por la frase que corr¨ªa (bajito) entre los SS: "Himmlers Hirn heisst Heydrich", "el cerebro de Himmler se llama Heydrich"-. "Escrib¨ª sobre el atentado porque me pareci¨® una historia que merec¨ªa ser contada, m¨¢s extraordinaria que mucha ficci¨®n y poco conocida en Francia", explica Binet, que se ha empapado a fondo de libros y pel¨ªculas sobre el Reichsprotektor y su asesinato, proceso de documentaci¨®n que aparece en su propia novela. Es curioso que el personaje sea ignorado en su pa¨ªs, le digo, porque estuvieron a punto de sufrirlo en sus carnes: parece que su siguiente destino tras Praga era Par¨ªs. "Es cierto, no se sabe muy bien qu¨¦ hubiera sido de Heydrich de no haber muerto, era una figura ascendente en el III Reich, incluso se ha dicho que podr¨ªa haber sucedido a Hitler". Binet encuentra que Heydrich, que confiesa que le impresiona, es un personaje muy novelesco: hijo de m¨²sico, violinista, gran esgrimista (sable), marcado por su expulsi¨®n infamante de la armada, mujeriego (el novelista narra un episodio en el Sal¨®n Kitty), siempre bajo la sospecha -¨¦l, el gran cazador de hebreos- de tener ra¨ªces jud¨ªas, anfitri¨®n de la Conferencia de Wannsee... Era un fr¨ªo y vil asesino, pero tambi¨¦n un hombre de coraje que volaba en su propio caza ME-109, decorado con su runa personal, hasta que lo derribaron y se le prohibi¨® hacerlo. "Su valent¨ªa era pura hybris, autoconfianza orgullosa, y lo pag¨® siendo asesinado al circular en descapotable por una ciudad ocupada y sin m¨¢s escolta que su ch¨®fer".
La muerte de Heydrich desat¨® una represi¨®n brutal con miles de v¨ªctimas. ?Vali¨® la pena? "Fue la prueba de que la resistencia checoslovaca segu¨ªa viva. Heydrich era m¨¢s que un hombre, abatirlo era matar a un s¨ªmbolo. Su eliminaci¨®n no detuvo el Holocausto. Pero la venganza de Hitler borrando del mapa el pueblo de Lidice puso a los ojos del mundo el espanto del nazismo".
La novela traza con detalle el perfil de Heydrich hasta su cita con la Parca y los entresijos de la Operaci¨®n Antropoide, el atentado y la heroica lucha posterior de los paracaidistas atrapados en la cripta de una iglesia de Praga, pero tambi¨¦n los vericuetos por los que discurre el autor para dar forma a su narraci¨®n, incluidas un par de ¨¢cidas consideraciones sobre Las ben¨¦volas de Jonathan Littell. Los elementos autobiogr¨¢ficos en HHhH son aut¨¦nticos, dice, como lo son las investigaciones y los viajes -Babi Yar, Terezin...-. "Creo que est¨¢ justificado, que es leg¨ªtimo mostrar c¨®mo el autor se debate tratando de enfocar el tema". De la iron¨ªa y el fino humor que recorre su novela se?ala que era "una manera de evitar la grandilocuencia". Y a?ade que lo grotesco y rid¨ªculo formaban parte de los nazis, "como bien supo ver Chaplin".
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