Libia no sigue los pasos de Irak
Las nuevas autoridades mantendr¨¢n a altos cargos y oficiales que hayan roto con el r¨¦gimen - Los alzados se preparan para celebrar elecciones en 18 meses
Son d¨ªas de euforia en Libia, un pa¨ªs de seis millones de habitantes que ha sufrido un cataclismo. Depuesto, aislado pol¨ªtica y militarmente, Muamar el Gadafi ha elegido, tras 42 a?os de dictadura, seguir los pasos de Sadam Husein, el tirano iraqu¨ª capturado en un h¨²medo agujero excavado en su provincia natal de Tikrit. El porvenir, dicen tantos libios, es prometedor: los l¨ªderes rebeldes preparan una transici¨®n democr¨¢tica para celebrar elecciones en 18 meses, ahora que el dinero congelado por Naciones Unidas al r¨¦gimen del d¨¦spota comienza a surtir las arcas del Gobierno insurgente. Pero sobre Libia se ciernen tambi¨¦n los nubarrones propios de un pa¨ªs con estructuras pol¨ªticas y sociales raqu¨ªticas, o simplemente inexistentes.
La mayor¨ªa de los militares se pasaron enseguida al bando rebelde
Ni Occidente, ni Rusia, ni China desean que se repita en este inmenso Estado el desastre de Irak. El gas y el excelente petr¨®leo libio ayudar¨¢n mucho en un pa¨ªs sin deudas y las ingentes inversiones que necesita Libia son un reclamo apetitoso. Pero si los libios no empiezan a disfrutar de un m¨ªnimo de prosperidad, el riesgo de que la euforia devenga en depresi¨®n violenta -?en qu¨¦ hogar no hay un arma?- no es desde?able.
Las diferencias entre ambas naciones son notorias. Irak fue invadido en 2003 por una coalici¨®n encabezada por EE UU que impuso a sus virreyes, acompa?ados por una Administraci¨®n deplorable, que ignoraba casi todo sobre Mesopotamia y decidi¨® desmantelar el Ej¨¦rcito y el todopoderoso partido Baaz, despu¨¦s de hacer la vista gorda al saqueo de las instituciones.
Siete a?os despu¨¦s, este enviado comprobaba que los bagdad¨ªes dispon¨ªan de solo cuatro horas de electricidad al d¨ªa; los ciudadanos echaban pestes de una clase pol¨ªtica incapaz de formar Gobierno durante meses y de prestar los servicios b¨¢sicos, y los atentados terroristas, alimentados por la fractura religiosa, eran y son moneda com¨²n.
En Libia, han sido sus m¨¦dicos, abogados, desempleados, obreros y estudiantes quienes han derrocado -con la imprescindible ayuda de la OTAN- al d¨¦spota fugitivo. Liberales, nacionalistas e islamistas han luchado juntos. Han logrado al menos ser libres para hablar. Pero a partir del instante en que Gadafi sea detenido o caiga muerto, todo son inc¨®gnitas.
Los recelos abundan. No faltan ciudadanos que desconf¨ªan de dirigentes pol¨ªticos y mandos militares que abandonaron el r¨¦gimen en el ¨²ltimo minuto. A otros les desagrada que algunos ministros pasen m¨¢s tiempo en capitales extranjeras que en su pa¨ªs. Otros ven con malos ojos que prominentes exiliados se conviertan en dirigentes. El prudente presidente del Consejo Nacional de Transici¨®n (Gobierno de los rebeldes), Mustaf¨¢ Abdel Yalil, deb¨ªa tener en mente la experiencia iraqu¨ª cuando aseguraba d¨ªas atr¨¢s: "Quienes hayan ocupado altos cargos en el r¨¦gimen de Gadafi y no hayan desertado, no tendr¨¢n lugar en el futuro pol¨ªtico del pa¨ªs". Promete que no habr¨¢ purga al estilo de la aplicada en Irak con la desbaazificaci¨®n. Es imprescindible que la Administraci¨®n funcione pronto. La polic¨ªa ya ha empezado a patrullar Tr¨ªpoli.
El Ej¨¦rcito, despreciado por Gadafi, es harina de otro costal. Si en Irak fue puesto en desbandada y, a d¨ªa de hoy, los nuevos reclutas y oficiales necesitan el asesoramiento de EE UU, en Libia la mayor¨ªa de los militares se pasaron al bando rebelde en los primeros d¨ªas de la revuelta. Puede contarse con ellos para refundar las Fuerzas Armadas.
Encauzar la vida pol¨ªtica tambi¨¦n ser¨¢ tarea ardua. Es seguro que se fundar¨¢ -en Libia no hab¨ªa partidos- una formaci¨®n islamista con un programa muy diferente al de los muchos liberales que llevan las riendas del pa¨ªs. Y en la reforma constituyente que se anuncia se deber¨¢ dilucidar el dilema -que se planteaba en T¨²nez tras la fuga de Zine el Abidine ben Ali- sobre el sistema presidencialista o parlamentario. Los iraqu¨ªes lo tienen claro. Prefieren un dirigente elegido, pero con poder. En Libia, parecen optar por la v¨ªa parlamentaria. Pero con una ventaja: no conviven credos diferentes como en Irak, donde chi¨ªes y sun¨ªes combatieron salvajemente en 2006 y 2007. Libia es un pa¨ªs religiosamente homog¨¦neo y, adem¨¢s, sus vecinos (T¨²nez y Egipto) no intervendr¨¢n en sus asuntos internos al modo en que se producen las injerencias en Irak. Un diplom¨¢tico acreditado en Bagdad contaba que el primer ministro, Nuri al Maliki, "despacha en Teher¨¢n antes de regresar" cuando viaja al extranjero.
Se temen tambi¨¦n las tensiones tribales -la tribu Obeidat, a la que pertenec¨ªa Abdel Fatah Yunes, el jefe del Ej¨¦rcito insurrecto asesinado recientemente, jura tomarse la justicia por su mano si no se resuelve el crimen inmediatamente-, la rivalidad entre Bengasi y Tr¨ªpoli (en Irak, el Kurdist¨¢n marcha por su cuenta), la brecha generacional y la corrupci¨®n que pueda generar -en Bagdad ha sido descomunal- la enorme riqueza petrolera libia. El futuro es incierto y las expectativas altas en el pa¨ªs de Abdul Alshnag, que se pregunta: "?Por qu¨¦ no somos Dub¨¢i?".
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