"Seguir¨¦ leyendo mientras me quede un soplo de vida"
Luz de agosto, la misma que hace 11 a?os, cuando lo entrevist¨¦ por primera vez, en verano de 2000. La casa, el jard¨ªn, las ventanas selladas, todo tiene el mismo aspecto. Entonces Harold Bloom era un hombre de 70 a?os, plet¨®rico de energ¨ªa, con bastantes kilos de m¨¢s. Hoy me recibe un anciano enflaquecido que se apoya fatigosamente en un grueso bast¨®n negro. Todo en la casa sirve de soporte a torres de libros, que se amontonan en los sof¨¢s, las sillas, los alf¨¦izares de las ventanas, en el suelo. Bloom dice haber superado ciertos problemas de salud, que califica de cat¨¢strofes. Constantemente bebe agua de una especie de biber¨®n de pl¨¢stico que recuerda la retorta de un alquimista. Es el cr¨ªtico literario m¨¢s importante de nuestro tiempo, por ser el ¨²nico que ha sabido hacer llegar su portentosa sabidur¨ªa al lector normal, sin renunciar un ¨¢pice a la exigencia de calidad que es el distintivo de la gran literatura. Autor de m¨¢s de 40 obras e innumerables estudios y art¨ªculos, Harold Bloom (Nueva York, 1930), que ocupa la C¨¢tedra Sterling de Literatura de la Universidad de Yale desde hace m¨¢s de medio siglo, acaba de a?adir a su importante n¨®mina de publicaciones un nuevo t¨ªtulo: La anatom¨ªa de la influencia. En ¨¦l vuelve sobre su m¨¢s importante aportaci¨®n al campo de los estudios literarios, el concepto de influencia. Se trata de una noci¨®n de considerable complejidad t¨¦cnica, que Harold Bloom convierte aqu¨ª en el eje de un recorrido apasionante por las lecturas en que ha invertido toda su vida o, para decirlo parafraseando el t¨ªtulo de su obra m¨¢s emblem¨¢tica, El canon occidental, un paseo por las mejores obras literarias de la historia. Simplific¨¢ndolo al m¨¢ximo, la influencia po¨¦tica es un mecanismo que explica el proceso hist¨®rico de creaci¨®n literaria, que Bloom caracteriza como una batalla formidable que los grandes creadores literarios de cada era se ven obligados a entablar con sus precursores, a fin de liberarse de la ag¨®nica influencia que ejercen sobre ellos los gigantes que los antecedieron. Alej¨¢ndose del tecnicismo inherente a tan complejo proceso, Bloom desplaza el ¨¦nfasis del libro a un terreno m¨¢s humano y accesible, acerc¨¢ndolo a la realidad del d¨ªa a d¨ªa, como subraya el subt¨ªtulo que ha elegido para su obra: La literatura como forma de vida.
"La literatura ha cedido ante la basura abominable del 'best-seller" "El libro que m¨¢s me afect¨® fue 'Moby Dick', con 11 a?os"
"Me gusta recitar toda la poes¨ªa que hay bajo el sol" "Los grandes novelistas vivos son DeLillo, McCarthy, Roth y Pynchon"
-La anatom¨ªa de la influencia es mi summa literaria, mi legado como cr¨ªtico. El testimonio final de una vida dedicada a los libros. El verdadero asunto es la pasi¨®n por la literatura. Para m¨ª, leer es la ¨²nica manera de dar sentido a la vida. En el libro tiendo un puente a los millones de lectores aut¨¦nticos de todo el mundo, lectores an¨®nimos que contra viento y marea, pese a que corren tiempos terribles para la verdadera literatura, se niegan a renunciar a ella.
-?Es su canto del cisne?
-En el sentido de que seguramente ya no tendr¨¦ ocasi¨®n de escribir ninguna obra de la misma envergadura.
En lugar de hacer preguntas, sugiero leer en voz alta breves fragmentos, invit¨¢ndole a iluminarlos con sus comentarios. Bloom acepta. "Gertrude Stein observ¨® en una ocasi¨®n", leo, "que uno escribe para s¨ª mismo y para los desconocidos, lo cual yo traduzco como hablar conmigo mismo, que es lo que nos ense?a a hacer la gran poes¨ªa, y hablar con los lectores disidentes, aquellos que buscan instintivamente en solitario la literatura de calidad, desde?ando a los devoradores de J. K. Rowling y Stephen King, que llevan a sus seguidores al suicidio intelectual, haciendo que se despe?en en el oc¨¦ano gris de Internet".
"Hoy d¨ªa se ha producido un abandono de toda exigencia est¨¦tica y cognitiva que son las se?as de identidad de la gran literatura. La literatura imaginativa, tal y como la cultivaban Shakespeare, Cervantes, Dante y Montaigne, ha cedido ante la basura abominable de best sellers como los que acaba de citar y cualesquiera sean sus equivalentes en Espa?a y el resto de los pa¨ªses del mundo. ?Qu¨¦ se puede hacer ante una situaci¨®n as¨ª? Llevo a?os luchando contra ello, pero s¨¦ que es una batalla perdida".
Leo la siguiente frase: "Todos tememos la soledad, la locura y la muerte. Whitman, Leopardi o Hart Crane no nos curar¨¢n de esos espantos, y sin embargo esos poetas nos traen el fuego y la luz".
"Comentar eso es decir por qu¨¦ leemos, por qu¨¦ vivimos. Supongo que lo esencial es la alusi¨®n al fuego y la luz, manifestaciones elementales de la fuerza vital. En realidad, todo se reduce a la emoci¨®n y al deseo, a la palabra, el dabar de la Biblia hebrea, el logos de los griegos, o dicho de otro modo, el amor por cuanto vive".
Dentro de unos d¨ªas regresa a la universidad, a impartir clases. La ense?anza, junto con la lectura y la escritura cr¨ªtica, son sus grandes pasiones: "Ser¨¢ mi 56? a?o consecutivo como profesor de Yale. Si algo tengo claro es que jam¨¢s voy a retirarme. Jam¨¢s dejar¨¦ de ense?ar ni de escribir". Bloom comenta que en estos momentos est¨¢ escribiendo tres libros: un estudio de cinco figuras clave de la literatura norteamericana, un novelista y cuatro poetas (Herman Melville, Emily Dickinson, Wallace Stevens, Walt Whitman y Hart Crane). "Los otros dos libros se apartan radicalmente de lo que he hecho siempre: de una parte, unas memorias literarias que espero concluir antes de morir y, m¨¢s novedoso a¨²n en alguien como yo, una obra de teatro sobre Walt Whitman".
-?Se sabe de memoria mucha poes¨ªa? ?Le gusta recitarla?
-Toda, toda la poes¨ªa que hay bajo el sol. Esta ma?ana me despert¨¦ recitando la estrofa final del Di¨¢logo entre el yo y el alma, de William Butler Yeats:
"Me contenta seguir hasta su fuente / todo evento en acci¨®n o pensamiento. / ?Medirlo todo; perdon¨¢rmelo todo! / Cuando as¨ª me libero del arrepentimiento / fluye tanta dulzura en nuestro pecho / que debemos re¨ªr y debemos cantar, / pues todo nos bendice, y es bendecido tambi¨¦n / todo cuanto miramos".
Bloom acerca a la boca el biber¨®n de agua. El gesto trasluce la extra?a cercan¨ªa entre la ancianidad y la infancia.
-?Recuerda a Harold Bloom cuando era un ni?o de 5 o 6 a?os?
-Lo recuerdo muy bien. Era un ni?o muy solitario, el menor de cinco hermanos, tres ni?as y dos ni?os. Me refugiaba en un rinc¨®n del piso, en el Bronx, y me pasaba el d¨ªa leyendo.
-?Puede evocar algunas de las lecturas m¨¢s importantes de aquellos a?os?
-Ingentes cantidades de poes¨ªa, en yiddish, y luego, cuando aprend¨ª a leer ingl¨¦s por mi cuenta, con 6 a?os, traducciones de las sagas n¨®rdicas. Pero quiz¨¢s el libro que m¨¢s me afect¨® fue Moby Dick, con 11 a?os. Me hizo experimentar una angustia y un horror metaf¨ªsicos que solo hab¨ªa sentido con Shakespeare.
Llega la hora de hacerse la foto, ritual al que Harold Bloom se somete con j¨²bilo casi infantil. Elige cuidadosamente una gorra de los New York Yankees, de los que se declara fervoroso fan. Es conocido su empe?o por hacer ejercicio durante las entrevistas. En este caso, se limita a subir y bajar las escaleras de madera que dan al jard¨ªn trasero de la casa. "Pregunte lo que quiera", dice. Aprovecho la ocasi¨®n para pedirle que se pronuncie sobre la gran novela norteamericana de nuestro tiempo. "Los grandes novelistas americanos vivos", responde con resoluci¨®n, "son Philip Roth, Don DeLillo, Cormac McCarthy y el misterioso Thomas Pynchon, probablemente el mejor de todos ellos".
Tras decir esto, Harold Bloom da por terminada la entrevista, manifestando encontrarse muy cansado, y nos acompa?a hasta la puerta. Inopinadamente, el fot¨®grafo le espeta: "Profesor Bloom, ?le viene a la memoria un retrato memorable de un rostro hecho con palabras?". "El espejo de mano, de Edgar Allan Poe, un texto terrible", responde.
Al llegar a Nueva York, busco el poema, que es, en efecto pavoroso, solo que no lo escribi¨® Poe, sino Walt Whitman, y consiste en una descripci¨®n escalofriante del cuerpo repugnante de un anciano. El desliz revela qu¨¦ es lo que Bloom ve al asomarse al espejo: la muerte misma, que ¨¦l mantiene a raya azogue en mano. Unos minutos antes, en el curso de la conversaci¨®n, evocaba un verso de su amigo Mark Strand que dice: "El espejo no es nada sin ti".
Harold Bloom cierra la puerta tras de s¨ª, dej¨¢ndonos con la sensaci¨®n de que al irnos no se queda solo en la casa. Lo acompa?an voces, ecos, versos y frases que necesita recitar: "Dec¨ªa Val¨¦ry que los poemas no se acaban, sino que se abandonan. Tampoco es posible escaparse del laberinto de la influencia. Una vez que se llega a su centro, eres t¨² quien empieza a ser le¨ªdo con m¨¢s fuerza de la que te ha sido conferida para adentrarte en la imaginaci¨®n de otros. El laberinto es la vida misma. No puedo poner punto final a este libro, porque tengo intenci¨®n de seguir leyendo mientras me quede un soplo de vida".
Eduardo Lago es escritor y profesor de literatura del Sarah Lawrence College de Nueva York.
La ca¨ªda del Imperio Americano
La conversaci¨®n con Bloom dur¨® varias horas, que no resulta posible resumir aqu¨ª. Uno de los momentos m¨¢s intensos fue su evocaci¨®n de dos obras maestras del siglo XVIII ingl¨¦s, para ¨¦l sendos modelos de la prosa ensay¨ªstica. Una es El cuento de la barrica, una farsa del gran maestro de la s¨¢tira y la iron¨ªa, Jonathan Swift, que Bloom afirma haber le¨ªdo 120 veces y saberse de memoria. La otra es el sexto volumen de la Historia del declive y la ca¨ªda del Imperio Romano, de Edward Gibbon. "Lo lamento, pero no me queda m¨¢s remedio que denunciar a los Estados Unidos. El libro de Gibbon es un texto prof¨¦tico, que encierra un diagn¨®stico perfectamente aplicable a lo est¨¢ ocurriendo hoy en mi pa¨ªs. Se podr¨ªa titular Declive y ca¨ªda del Imperio Americano.
Bastar¨ªa con cambiar unos cuantos nombres. Nuestros emperadores m¨¢s recientes, salvo Obama, que es una v¨ªctima impotente de las circunstancias, como el resto de los ciudadanos, est¨¢n cometiendo los mismos errores que cometieron los ¨²ltimos emperadores romanos. Bush padre e hijo actuaron haciendo gala de un estilo que parece calcado del de los ¨²ltimos emperadores romanos, emprendiendo guerras irresponsables abocadas a la derrota y la cat¨¢strofe incluso en la misma zona geogr¨¢fica, en ¨¢reas que en parte corresponden a lo que es hoy Irak. Y lo mismo vale para Afganist¨¢n y Somalia".
Para Bloom, la lectura de Gibbon debiera ser obligatoria en su pa¨ªs. "Gibbon atribuye la ca¨ªda de Roma al alza de la fe cristiana y la adopci¨®n oficial del cristianismo por parte del Imperio. Hoy d¨ªa Europa, al margen de espect¨¢culos como la reciente visita del Papa a Espa?a, es una sociedad casi enteramente secular. La ¨²nica naci¨®n del hemisferio occidental que no se ha emancipado de la fe cristiana son los Estados Unidos, lo cual nos lleva directamente al argumento de Gibbon. Estados Unidos est¨¢ viviendo un momento hist¨®rico terrible, con fen¨®menos como el llamado Tea Party, que no es ni m¨¢s ni menos que un partido fascista. Resulta inconcebible que en 2011 un oligarca como Rick Perry, que niega la evoluci¨®n y el cambio clim¨¢tico, pueda ser nominado por el Partido Republicano como candidato presidencial, pero hay muchas posibilidades de que sea as¨ª. El momento actual guarda un parecido alarmante con el que vivi¨® Alemania cuando los nazis accedieron al poder en los a?os treinta".
Babelia
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