La peste seg¨²n el inteligente Soderbergh
Durante una larga ¨¦poca Hollywood descubri¨® una mina de oro en el cine de cat¨¢strofes. Ocurr¨ªan en cielo, mar y tierra, pero la f¨®rmula para retratarlas era id¨¦ntica independientemente del escenario. Tambi¨¦n era obligatorio el final feliz. Y estrellas de primera fila encarnando a los h¨¦roes que logran acabar con la pesadilla. Al margen de que estuvieran dirigidas por artesanos eficaces o por directores con cierto prestigio que hab¨ªan recibido una oferta dif¨ªcil de rechazar, los verdaderos protagonistas de este tipo de pel¨ªculas eran los efectos especiales y las segundas unidades, especializados en el circense m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa. El subconsciente colectivo del p¨²blico disfrutaba mogoll¨®n asistiendo a los desastres que pod¨ªan ocurrir en un avi¨®n, un barco o un rascacielos, esos lugares que todos hemos pisado alguna vez. La tem¨¢tica era ampliable a terremotos, maremotos, tsunamis y volcanes en erupci¨®n, hacia lo salvaje que puede ser la naturaleza cuando se irrita.
Me transmite la angustia que sienten los personajes
Con 'Poulet aux prunes' no paso ni fr¨ªo ni calor, pese a sus intenciones
Steven Soderbergh es un autor heterodoxo y extra?o cuyo cine siempre se ha resistido a ser etiquetado. Proveniente del cine independiente se las ha ingeniado para alternar pel¨ªculas muy personales, incluidas las que ha producido con notable riesgo a otros colegas, con un cine que cumple las exigencias que marca Hollywood y que le permite llenar las arcas cuando estas se han quedado medio vac¨ªas por hacer lo que le gusta. Soderbergh es el prestigioso creador de Sexo, mentiras y cintas de v¨ªdeo y de Kafka, pero igualmente de pel¨ªculas admirables y de gran presupuesto como Traffic y Erin Brockovich, o de la saga de Ocean's, uno de los mayores ¨¦xitos de taquilla del cine contempor¨¢neo.
Por todas esas razones, intuyes que Contagio, perteneciente al g¨¦nero de cat¨¢strofes, no va a seguir las habituales reglas del juego, que Soderbergh se las va a arreglar para hacer algo distinto y saltarse las convenciones utilizando la tem¨¢tica sobre la amenaza del Apocalipsis, sobre un virus con infinita capacidad de contagio que est¨¢ devastando el mundo. Es tan listo que logra algo tan complicado como que estrellas de la altura de Kate Winslet y Gwyneth Paltrow acepten aparecer ¨²nicamente 10 minutos en la pantalla antes de que el depredador las env¨ªe al otro barrio. Matt Damon, Jude Law y Marion Cotillard se protegen con m¨¢s suerte que las anteriores ante el monstruo, pero todos ellos act¨²an como secundarios de lujo en una pel¨ªcula cuyo protagonismo absoluto lo ejerce ese bicho nacido en Hong Kong y que se expande en el momento que uno de los afectados toca a otro ser humano, o incluso si le habla demasiado cerca.
Soderbergh prescinde de efectismos, de exhibicionismo facil¨®n apilando monta?as de cad¨¢veres. Se limita a sugerir con un lenguaje visual muy sobrio la atrocidad que genera la peste, utiliza con inteligencia la elipsis, retrata con mala leche la maquinaria burocr¨¢tica que impide que las vacunas lleguen con rapidez a los afectados y algo tan humano como que los inventores y administradores de estas apliquen el remedio en primer lugar con sus familiares y sus amigos, haciendo selecci¨®n ante el s¨¢lvese quien pueda. Ese rechazo del director a mostrar con naturalismo las consecuencias del horror y a halagar el morbo del espectador ofreci¨¦ndole un banquete con las llagas, los v¨®mitos y la putrefacci¨®n de las v¨ªctimas, no impide que funcione el mejor suspense. Contagio es voluntariamente rara, est¨¢ llena de matices, desde?a el sensacionalismo y las trampas para enganchar a un p¨²blico masivo. A m¨ª me inquieta, me transmite la angustia y el miedo que sienten los personajes, me empapa esa atm¨®sfera de desolaci¨®n.
Con la que no siento ni fr¨ªo ni calor a pesar de sus intenciones l¨ªricas y c¨®micas es con Poulet aux prunes, segunda y fallida pel¨ªcula de Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud, que antes hab¨ªan realizado esa joyita de dibujos animados titulada Pers¨¦polis, en la que la iran¨ª Satrapi ajustaba cuentas con su duro pasado, con la asfixia que impone el fundamentalismo, con los desgarros del exilio. En esta ocasi¨®n describen con escasa gracia la depresi¨®n de un virtuoso violinista en el Teher¨¢n de finales de los a?os cincuenta.
En cuanto a la griega Alpis dirigida por Yorgos Lanthimos, transcurre una hora sin que tengas la menor idea de lo que pretende contarte, ataviada con el tono pl¨²mbeo de cierto cine de autor. Si tu paciencia aguanta hasta ese momento, descubres que esos personajes que dicen y hacen cosas muy raras, en realidad se dedican a sustituir por dinero a personas que han muerto, a un juego macabro en el que adoptan la personalidad de los difuntos ante unos familiares que no quieren resignarse a la p¨¦rdida y se sienten aliviados con esta farsa. El tema tal vez sea original, pero el desarrollo de esa idea es tan confuso como aburrido.
Babelia
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