Un sacrificio constitucional
La triste imagen de un presidente del Gobierno que parece ansioso por inmolarse no oculta la realidad: lo que se est¨¢ sacrificando en estas ¨²ltimas semanas no es la estampa de Rodr¨ªguez Zapatero, sino la percepci¨®n de la propia Constituci¨®n, convertida de golpe en un texto que se puede cambiar en 48 horas, sin consenso y sin consulta a todos los grupos parlamentarios, por el repentino acuerdo de los dos grandes partidos. Se sacrifica en el altar de los mercados financieros la representaci¨®n que ten¨ªa la mayor¨ªa de los ciudadanos del texto constitucional como un modelo estable, que deb¨ªa someterse a un patr¨®n de reforma m¨¢s elevado que el resto de las normas legislativas. Conste adem¨¢s que las reformas de la Constituci¨®n no las hacen los Gobiernos, sino los partidos, as¨ª que, llegado el momento, la responsabilidad de lo que ha sucedido aqu¨ª no deber¨ªa exig¨ªrsele a Zapatero o a Rajoy, sino directamente al PSOE y al PP.
Colocar a la propia Carta Magna en el campo de los especuladores es una idea peligrosa
Colocar a la propia Constituci¨®n en el campo de los especuladores, que se mueven a velocidad de v¨¦rtigo, es una idea peligrosa. Se asegura que esta era la ¨²nica manera de impedir que la segunda oleada de la crisis, inevitable en oto?o, vuelva a colocar los intereses de la deuda en niveles insoportables; que solo as¨ª se podr¨¢ evitar que la eurozona salte por los aires; que estamos defendiendo Europa. En pocas semanas sabremos el efecto real que ha tenido esta ofrenda, pero es dif¨ªcil creer que act¨²e como algo m¨¢s que un moment¨¢neo b¨¢lsamo, en el mejor de los casos.
Es dif¨ªcil de creer que el da?o sufrido por la Constituci¨®n est¨¦ justificado, porque los problemas que enfrenta el euro no se deben solo, ni tan siquiera principalmente, a la excesiva deuda soberana de algunos de sus pa¨ªses miembros. Todo el mundo sab¨ªa que esta crisis iba a llegar en alg¨²n momento, despu¨¦s de la creaci¨®n de la moneda ¨²nica, y que la ¨²nica forma de encararla ser¨ªa crear herramientas de gobernanza econ¨®mica europea, incluida una pol¨ªtica fiscal coordinada. No se hizo nada en estos a?os, y Alemania no deber¨ªa sentirse ajena a ese desprop¨®sito. Todo lo que pod¨ªa salir mal, sali¨® mal, como denunciaron hasta la saciedad expertos y analistas. ?A qu¨¦ viene ahora hacerse los escandalizados? Los ¨²nicos que tienen derecho a sentirse estafados son los ciudadanos, no sus gobernantes y mucho menos los alemanes, que deb¨ªan conocer exactamente lo que estaban haciendo sus bancos como ha escrito recientemente en este peri¨®dico el ex primer ministro brit¨¢nico Gordon Brown.
No se va a defender al euro y a la Uni¨®n Europea atropellando a la Constituci¨®n espa?ola. Se har¨¢, si es que existe voluntad pol¨ªtica para ello, con an¨¢lisis como los de Brown, con unas pocas ideas claras que se est¨¦ dispuesto a explicar y a sostener. Altiero Spinelli, uno de los fundadores de la Uni¨®n Europea, escribi¨® ya en los a?os sesenta: "Si el Estado nacional es la ¨²nica forma de organizaci¨®n pol¨ªtica de los europeos, deber¨ªamos aceptar que hemos llegado al fin de la civilizaci¨®n europea". No existe la menor posibilidad de mantener un papel relevante en los pr¨®ximos 20 a?os que no sea avanzar en la construcci¨®n europea, algo que, por supuesto, no alegra a los especuladores, pero que, afortunadamente, no pertenece a su ¨¢mbito, sino a la pura voluntad pol¨ªtica. Los espa?oles y los europeos enfrentamos un oto?o decisivo: lo que se discuta y decida en los pr¨®ximos meses ser¨¢ determinante para nuestro futuro.
En el siglo pasado ocurri¨® el llamado "P¨¢nico de 1907", que estuvo a punto de destruir el sistema financiero norteamericano y hundir al d¨®lar. Fueron unas semanas y unos meses decisivos en los que un grupo de personas, p¨²blicas y privadas, sometidas a una enorme presi¨®n, tom¨® a gran velocidad un pu?ado de decisiones correctas. Ninguna moneda nueva (el d¨®lar se cre¨® realmente en 1863) nace sin enormes presiones y ninguna sobrevive sin grandes acuerdos. En nuestro caso, lo que falta es saber la categor¨ªa de quienes toman las decisiones.
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