Hay rusos en la costa
Los ciudadanos del mayor pa¨ªs eslavo son la gran esperanza de la industria tur¨ªstica espa?ola. En tres a?os han pasado de 200.000 visitantes a un mill¨®n, y gastan m¨¢s que brit¨¢nicos o alemanes
A las tres de la tarde, el restaurante del puerto deportivo Campomanes, en la costa de Altea (Alicante), es una peque?a babel. Dos parejas bronceadas conversan en alem¨¢n. De otra de las mesas llega un rumor de voces en ingl¨¦s y en espa?ol, m¨¢s all¨¢ se escucha algo que parece holand¨¦s. Pero la lengua dominante es el ruso. Ruso es el grupo m¨¢s numeroso, que ocupa una mesa doble en uno de los extremos de la terraza. Son una decena de hombres y mujeres j¨®venes que celebran un cumplea?os brindando con M?et & Chandon, ante una mesa repleta. Rusos vestidos con ropa de marca, maquilladas profesionalmente ellas, y encaramadas en alt¨ªsimos tacones. Ep¨ªtome de la nueva riqueza de un pa¨ªs desbordado por las ansias de consumo, y las ganas de viajar. Incluso en esta costa, monopolizada por brit¨¢nicos y alemanes, los rusos empiezan a contar.
Los rusos han pasado a ser un mito. Un pa¨ªs de 140 millones de personas que apenas han salido al extranjero
Antonio Mayor, presidente de la patronal hotelera de Benidorm (55.000 plazas hoteleras y de apartotel) y la Costa Blanca (Hosbec), se frota ya las manos pensando en la bonanza tur¨ªstica que representan a medio plazo. Calcula en un 30% el aumento de visitantes de ese pa¨ªs, que son todav¨ªa muy pocos, apenas 40.000 frente a los tres millones de brit¨¢nicos que vienen cada verano, pero con un ¨ªndice de crecimiento espectacular. Benidorm sue?a con captar a la clase media ciudadana que se est¨¢ creando a toda prisa en Rusia.
Es el mismo sector, forjado en a?os de escasez y con enormes ganas de consumir, que llena los hoteles de la costa de Tarragona, donde los rusos disputan ya a los brit¨¢nicos la primac¨ªa absoluta. En Salou o Cambrils ya no son unos pocos miles, sino cerca de 500.000 los turistas eslavos, y gracias a ellos, los hoteles han colgado en agosto el cartel de "completo". "La primera quincena del mes se puede decir que hubo lleno total, con una ocupaci¨®n del 96%", confirma Joan Antoni Padr¨®, vicepresidente de la patronal hotelera local. Catalu?a abri¨® una delegaci¨®n en Mosc¨² en 1991, y una oficina de turismo dos a?os despu¨¦s. Es decir, 14 a?os antes que la del Estado espa?ol. Ahora recoge su cosecha: m¨¢s de la mitad de todo el turismo ruso que pisa Espa?a se dirige a Catalu?a. En El Prat aterrizan aviones procedentes de 14 ciudades de esa federaci¨®n.
Con todo, el boom de los rusos se empieza a notar tambi¨¦n en Canarias, Baleares, Andaluc¨ªa, la Comunidad Valenciana, y en otras zonas de Espa?a. Aunque muy lejos de los 14 millones de brit¨¢nicos que nos visitan, o los nueve millones de franceses y alemanes, los rusos han dado un salto gigantesco, pasando de 200.000 a casi un mill¨®n en apenas tres a?os. Un empuj¨®n m¨¢s al sector tur¨ªstico que, gracias a la mejor¨ªa econ¨®mica de algunos pa¨ªses europeos, y a la inestabilidad en el norte de ?frica, est¨¢ viviendo un a?o sensacional. "En los siete primeros meses han llegado 32 millones de turistas y los ingresos han alcanzado los 29.000 millones de euros, la mayor cifra de la historia", dice Joan Mesquida, secretario general de Turismo y presidente de Turespa?a. Y en esta cifra de ingresos los rusos han contado bastante porque son los que m¨¢s gastan. Algo m¨¢s de 1.400 euros de media frente a los 940 euros de los otros turistas. "Cada 100.000 rusos suponen unos ingresos de 150 millones de euros", dice Mesquida.
"El turista ruso es un turista virgen, le gusta un glamour un poco exagerado, las marcas, los productos caros algo ostentosos, pero tiene curiosidad por conocer el lugar al que llega", dice Mayor, presidente de Hosbec. Esa obsesi¨®n por consumir la conoce bien Manuel Garc¨ªa, director del Montiboli, un hotel de cinco estrellas, en La Vila Joiosa, uno de los m¨¢s antiguos de esta costa, encaramado en lo alto de un acantilado. "Los rusos ocupan la mitad de las suites, y les gusta consumir productos caros".
A primera vista, parecen inabordables en su aislamiento ling¨¹¨ªstico. La antigua URSS era una superpotencia acostumbrada a que el idioma ruso fuera la lingua franca de todos los pa¨ªses sat¨¦lite. "Hemos tenido que contratar personal ruso y yo mismo he aprendido algo", dice Garc¨ªa. "Aunque vienen familias con ni?os educad¨ªsimos, que s¨ª hablan ingl¨¦s. Ves a cr¨ªos de cinco a?os que se sientan al piano y tocan de maravilla". Adem¨¢s de la ropa de marca, los rusos, dice, enloquecen con productos m¨¢s modestos. "En el buf¨¦ del mediod¨ªa comen fruta y verdura de manera casi compulsiva". Y recuerda la gratitud de un cliente riqu¨ªsimo al que llev¨® un d¨ªa a Mercadona. Cada temporada el hotel organiza exposiciones porque a los rusos les gusta comprar arte. ?Qu¨¦ tipo de pintura? "Figurativa, hiperrealista, cosas as¨ª".
No todo el mundo est¨¢ de acuerdo en que los turistas rusos que vienen a Espa?a, la mayor¨ªa con paquetes de viaje organizados por los turoperadores locales, derrochen el dinero. "No gastan nada. Se sientan en el restaurante y piden una sopa para dos. Adem¨¢s son muy desconfiados. Como all¨ª te venden como si fuera vis¨®n un abrigo de piel de conejo, aqu¨ª miran con lupa hasta una camiseta de 10 euros", se lamenta Eugeny, due?o del restaurante Zar, a espaldas de la playa de Levante. Eugeny, que es de Crimea y lleva 18 a?os en Espa?a, ha hecho ya su propia radiograf¨ªa sociol¨®gica de sus compatriotas: "Me parece que la mayor¨ªa son de clase media baja".
En la otra punta de Benidorm, en el hotel Bali, el m¨¢s alto de Europa, los clientes descansan al sol en las piscinas. El director comercial, Jer¨®nimo Llinares, est¨¢ seguro de que algunos son rusos, porque este a?o han doblado las cifras de hu¨¦spedes eslavos hasta los 350. El Bali, con su espectacular silueta, es uno de esos edificios singulares que adoran los rusos. Llinares recuerda muy bien la estancia, har¨¢ unos cinco a?os, de las dos hijas de Putin. "Se alojaron en una suite de la planta 52".
Los rusos est¨¢n pasando a ser un mito. Un pa¨ªs de 140 millones de habitantes, repleto de millonarios, que apenas han salido a¨²n de sus fronteras. Se les mima, se les intenta seducir por todos los medios. Pero la competencia es fuerte. Turqu¨ªa, con playas espl¨¦ndidas e instalaciones ¨®ptimas, es su destino principal. Est¨¢ mucho m¨¢s cerca y no les exige visado. Espa?a lucha porque se elimine este tr¨¢mite, hasta ahora sin ¨¦xito. Mesquida conf¨ªa en que la ampliaci¨®n de plantilla en el consulado de Mosc¨², el que se ha abierto en San Petersburgo, y la externalizaci¨®n de la emisi¨®n de visados, puedan limitar los da?os que este requisito burocr¨¢tico provoca. "Somos ya el primer destino de los rusos en Europa. Hemos gastado 2.000 millones de euros en hacer una reconversi¨®n del sector tur¨ªstico, y estamos dinamizando nuestra oferta y diversific¨¢ndola". La batalla puede ser dura, pero Espa?a tiene armas para ganar. Como dice Antonio Mayor, puede que otros tengan el mismo sol y parecidas playas, pero "nuestra gastronom¨ªa, no". -
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