El error de Wikileaks
Al ofrecer ¨ªntegros los cables, la organizaci¨®n puede ser un peligro para los derechos humanos
La decisi¨®n de publicar ¨ªntegramente los cables diplom¨¢ticos de los que dispone Wikileaks corresponde por entero a su fundador, Julian Assange. La colaboraci¨®n entre su organizaci¨®n y algunos de los principales diarios y semanarios del mundo permiti¨®, en su momento, conocer las claves de trascendentes decisiones pol¨ªticas que Gobiernos de todo el mundo hab¨ªan intentado mantener en secreto. Demostrar fehacientemente el doble lenguaje que algunos de ellos hab¨ªan mantenido en los tratos con EE UU y con sus propios ciudadanos contribuy¨® a que se pudieran exigir responsabilidades en asuntos en los que, hasta entonces, nadie hab¨ªa querido asumir. Wikileaks se convirti¨® en un eficaz instrumento para las organizaciones de derechos humanos y para todos aquellos ciudadanos cuyas demandas eran contrarrestadas con el secreto de Estado y la opacidad.
La publicaci¨®n ¨ªntegra de los cables, sin editarlos para proteger a las fuentes que citan, transforman por completo la causa a la que sirve Wikileaks. Bajo la premisa de promover la transparencia para servir a los derechos humanos, la organizaci¨®n de Assange puede convertirse en un peligro adicional para ellos. Las fuentes que aparecen citadas en los cables pasan a ser, de inmediato, v¨ªctimas potenciales de los mismos atropellos que se decidieron a denunciar, con lo que Wikileaks deja de ser un instrumento a su favor y se convierte en un arma en su contra.
El error de Wikileaks no consiste en haber renunciado a servir de fuente a algunos de los principales diarios y semanarios del mundo: The Guardian, The New York Times, Der Spiegel, Le Monde y EL PA?S; consiste en haber abandonado luego la deontolog¨ªa por la que se rige el periodismo con el que est¨¢n comprometidos esos medios. Al emprender ese camino, Wikileaks abandona el periodismo y se adentra en un terreno desconocido, donde puede servir simult¨¢neamente a la causa de los derechos humanos y a su violaci¨®n. Nada hubiera impedido que Wikileaks siguiera respetando la deontolog¨ªa period¨ªstica aunque cesara en su relaci¨®n con otros medios. Su opci¨®n habr¨ªa sido inobjetable. Al haber adoptado una opci¨®n distinta, y que pone en duda la tarea del periodismo en las sociedades democr¨¢ticas, la respuesta que merece es la de la condena.
Las esperanzas que despert¨® Wikileaks podr¨ªan quedar en nada por un error, que nunca se puede cometer impunemente desde el periodismo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.