Los bellos nombres del horror
El juicio a Ratko Mladic, responsable junto a Radovan Karadzic de la masacre de Srebrenica, nos recuerda la tragedia que el pueblo bosnio vivi¨® hace 16 a?os. Quien quiera revivirla puede leer el testimonio que dej¨® uno de sus escasos supervivientes, Emir Suljagic, en su impresionante libro Postales desde la tumba.
El nombre de Srebrenica despierta en m¨ª dos asociaciones contradictorias: la sensaci¨®n de horror y la imagen de la belleza. S¨ª, belleza, porque el nombre de esa peque?a ciudad bosnia evoca un torrente o una fuente de plata, o tal vez un pozo argentado. Algo parecido me ocurre con Kosovo, el m¨¢s reciente campo de batalla en nuestro continente. Es la forma abreviada de Kosovo Polje -el nombre de una regi¨®n geogr¨¢fica en aquellas latitudes-, "campo de mirlos". Y con ese ¨²ltimo horror europeo -las sangrientas guerras de la ex-Yugoslavia- va asociado otro hermoso top¨®nimo: la bombardeada ciudad de Belgrado, en serbio Beograd, cuyo significado es "ciudad blanca" o "castillo blanco".
Los hermosos top¨®nimos de tantos escenarios de matanzas contrastan con su tr¨¢gica historia
Rememorando los lugares donde tuvieron lugar los tr¨¢gicos acontecimientos del siglo XX, caigo en la cuenta de que muchos top¨®nimos forman un agudo contraste con esos siniestros acontecimientos. Pienso en Babi Yar, ese barranco en las afueras de Kiev, donde entre el 29 y 30 de septiembre de 1941 los nazis ejecutaron a unos 150.000 comunistas, gitanos, jud¨ªos, y ucranianos, adem¨¢s de presos de guerra sovi¨¦ticos, tir¨¢ndolos al barranco tras un tiro en la nuca. Yar significa barranco y babi, en ruso, o babin, en ucraniano, se refiere a baba, una tabernera que, en tiempos remotos, hechizaba a los viajeros en su establecimiento, en aquel entonces en pleno campo. De modo que ese top¨®nimo, que para cualquier ucraniano es sin¨®nimo del horror, tiene al mismo tiempo resonancias legendarias y amorosas y se puede traducir como El Barranco de la Bella Tabernera.
De las matanzas en Ucrania las asociaciones me llevan a Stalin y sus campos de trabajos forzados. Un gran archipi¨¦lago gulag se sit¨²a cerca de la poblaci¨®n, no muy alejada del c¨ªrculo polar, de Arj¨¢nguelsk, la ciudad del arc¨¢ngel, o el lugar donde apareci¨® el arc¨¢ngel. En uno de esos campos, Int¨¢, fue presa la soprano espa?ola Lina Prokofiev, esposa del compositor. Otro campo, Pijtovka, adonde enviaron a la hermana de la poeta rusa Marina Tsvet¨¢ieva, Anastasia, evoca un bosque de abetos.
Tambi¨¦n los campos de concentraci¨®n nazi estaban ubicados cerca de pueblos con hermosos nombres. Auschwitz, en polaco Oswiecim, es un magn¨ªfico pueblo medieval del siglo XII; su nombre polaco, Oswiecim-Brzezinka, en alem¨¢n Auschwitz-Birkenau, significa "bosquecillo de abedules". Un pueblo vecino de Oswiecim o Auschwitz se llama Rajsko, "El Para¨ªso". La ra¨ªz del nombre Majdanek -apellido del terrateniente- es "peque?o lugar de encuentro social"; Jaworzno significa "bosque de arces". Esos ¨²ltimos dos campos de exterminio nazi fueron "aprovechados" por la Polonia comunista para encarcelar a los anticomunistas, los prisioneros de guerra alemanes y otros presos pol¨ªticos, adem¨¢s de los civiles de las minor¨ªas alemana y ucraniana.
Los campos nazis en Alemania y Austria llevaban unos nombres no menos entra?ables. As¨ª, Ravensbr¨¹ck, donde muri¨®, entre muchos otros, la amiga de Kafka, Milena Jesensk¨¢, significa "puente de los Raven", o (si la b ha mutado en v), "puente de los cuervos". Los espa?oles que hab¨ªan luchado en el bando republicano en la Guerra Civil tambi¨¦n acabaron en campos con bellos nombres. El mayor n¨²mero de ellos, 7.347, fue a parar a Mauthausen, o "casas de peaje", refiri¨¦ndose sin duda al peaje de la frontera; 751 espa?oles estuvieron recluidos en Dachau o "tejados en un pantanal"; otros fueron enviados a Sachsenhausen o "casas sajonas"; y 638 espa?oles, entre ellos el reci¨¦n fallecido escritor y exministro de Cultura Jorge Sempr¨²n, fueron presos en Buchenwald, cuyo nombre significa "bosque de hayas".
Los lugares, pues, no son nada por s¨ª mismos: son aquello en que los convierten las acciones del hombre. Sea porque los describimos con un nombre hermoso, sea porque en ellos unos seres humanos ejecutan a otros, los lugares nos dicen aquello que les hacemos decir. Ning¨²n lugar, como ning¨²n pueblo ni individuo, est¨¢ predeterminado en la historia. Ser¨¢n las acciones que en ellos ocurran las que los llenar¨¢n de memoria hasta que el olvido u otro acto venidero les otorguen un nuevo significado, m¨¢s abominable o m¨¢s bello.
Y es que la relaci¨®n entre las palabras y las cosas, sean lugares, sean conceptos -raza, naci¨®n, dios-, no es inmutable sino que se transforma con el uso que cada ¨¦poca hace de ellos. Los nombres que aqu¨ª hemos apuntado nos recuerdan hoy el horror del que ha sido capaz en las ¨²ltimas d¨¦cadas el ser humano, casi siempre en nombre de un bien supremo. Recordar para comprender, sin sacralizar ni banalizar el pasado. Para eso deber¨ªan servir los bellos nombres del horror.
Monika Zgustova es escritora.
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