Mi marido, mi amante y yo
Cuando Harold Pinter estren¨® Traici¨®n (Betrayal, 1978), su manera de contar una relaci¨®n triangular, de adelante hacia atr¨¢s, result¨® enteramente novedosa. En la primera escena, Nico y Emma se reencuentran en el pisito que fue su nido de amantes durante siete a?os, despu¨¦s de dos sin verse: ahora que va a separarse de Robert, su esposo, que se la ha estado pegando con otras, dice, le ha confesado su propia infidelidad. En la escena tercera, Pinter nos traslada dos a?os atr¨¢s, a la ¨²ltima noche de amor de Emma y Nico; luego viajamos a¨²n m¨¢s atr¨¢s, y as¨ª sucesivamente, hasta el d¨ªa de bodas de Robert y Emma. Desvelado el final desde el inicio mismo de la comedia, lo intrigante es como se gest¨® esa situaci¨®n, aunque m¨¢s que de desvelar una intriga, se trate aqu¨ª de mostrar como brotan, fluyen y se remansan la amistad, el amor y los v¨ªnculos profesionales.
TRAICI?N
Autor: Harold Pinter. Int¨¦rpretes: Will Keen, Alberto San Juan y Cecilia Solaguren. Escenograf¨ªa y vestuario: Ikerne Gim¨¦nez. Traducci¨®n y direcci¨®n: Mar¨ªa Fern¨¢ndez Ache. Teatro Espa?ol, sala peque?a. Hasta el 25 de septiembre.
Desvelado el final desde el inicio, lo intrigante es c¨®mo se gest¨® esa situaci¨®n
Salvados unos primeros breves minutos, en los que Alberto San Juan y Cecilia Solaguren parecen artificiosamente fr¨ªos durante su embarazoso reencuentro, este montaje nos sirve las situaciones en una atm¨®sfera y con un registro interpretativo convincentes de veras. En Pinter, todo va por debajo, por dentro o est¨¢ velado: nunca pone en antecedentes ni concede una explicaci¨®n sobre algo que pueda entenderse a trav¨¦s de la peripecia. Es exigente en extremo con la parte del actor: con ¨¦l no valen trucos, atajos ni puestas en escena ingeniosas. O los actores est¨¢n donde deben, o no hay drama. Alberto San Juan hace aqu¨ª una de sus interpretaciones mejor embridadas: da el tono f¨ªsico y an¨ªmico de su personaje, tiene la energ¨ªa justa de ese hombre joven con empaque, seductor pero sin p¨¢tina de serlo.
Cecilia Solaguren es una actriz de amplio registro. Empez¨® su carrera haciendo comedia, sac¨¢ndole admirable partido a un f¨ªsico caracter¨ªstico que ha ido modulando. En su resuelta Emma no hay un gesto que anticipe lo que dir¨¢ un segundo despu¨¦s y eso, un m¨¦rito siempre, trat¨¢ndose de Pinter es primordial. De ella sabemos exclusivamente lo que dice, lo que dicen sus ojos, lo que inspira su figura.
La m¨¢s teatral de las tres interpretaciones, la de Will Keen, resulta, parad¨®jicamente, la m¨¢s natural. El actor brit¨¢nico hace de sus parlamentos acci¨®n: en gestos que en otro parecer¨ªan histri¨®nicos, ¨¦l encuentra un verdad ins¨®lita. Su texto brota en tiempo real y entre ese tipo de pausas que uno hace cuando anda buscando las palabras o la punta del concepto de lo que querr¨ªa decir. En su boca, los parlamentos de Robert, editor aburrido de su oficio, son la punta de un invisible iceberg de emociones, contradicciones e ideas sumergidas.
Respecto a la adaptaci¨®n, Mar¨ªa Fern¨¢ndez Ache trae la peripecia a la Espa?a de finales de los ochenta y primeros noventa, para acerc¨¢rnosla, pero el acento de Keen y esa manera sibilina tan brit¨¢nica que su Robert tiene de interrogar a Emma cuando encuentra una carta de Nico para ella, nos devuelven constantemente a Gran Breta?a, de modo que despu¨¦s choca escucharle referirse a su pasado en la Universidad Complutense. Poco importa. Lo sustancial es que la direcci¨®n de Fern¨¢ndez Ache resulta certera y sobria, calificativo este que tambi¨¦n le cuadra a la limpia escenograf¨ªa de Ikerne Gim¨¦nez.
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