El cap¨ªtulo de Salgado
El reto de atajar el d¨¦ficit de las comunidades debe estar por encima de la lucha partidista
La vicepresidenta del Gobierno y ministra de Econom¨ªa, Elena Salgado, sugiri¨® el pasado jueves que el objetivo de d¨¦ficit p¨²blico fijado para 2011 podr¨ªa incumplirse por el lado de las comunidades aut¨®nomas. Aunque Salgado expres¨® en reiteradas ocasiones su confianza en que no se rebasar¨ªa el 6% del PIB previsto para el conjunto de las Administraciones, la afirmaci¨®n sonaba a cl¨¢usula de estilo. La realidad incontestable es que siete comunidades han superado ya el l¨ªmite del 1,3% que les corresponde, situando la media del conjunto de las autonom¨ªas a tan solo una d¨¦cima de esa cifra cuando a¨²n falta m¨¢s de un trimestre para el cierre del ejercicio.
Las declaraciones de la vicepresidenta Salgado buscaron un dif¨ªcil punto de equilibrio entre la confirmaci¨®n anticipada de un incumplimiento del objetivo de d¨¦ficit que tendr¨ªa graves efectos sobre la deuda espa?ola y la advertencia a las comunidades aut¨®nomas de que las cosas van en serio para todos. Atr¨¢s quedaron los tiempos en los que los Gobiernos aut¨®nomos pod¨ªan suponer que la exigencia de recortes se dirig¨ªa ¨²nicamente al Ejecutivo de Zapatero y afectaba en exclusiva al Estado central. Hoy las autonom¨ªas se encuentran en el punto de mira del mercado crediticio internacional en el que Espa?a ha de buscar financiaci¨®n, por lo que no pueden desentenderse de sus deberes individuales sin incrementar las tensiones sobre la totalidad de la econom¨ªa espa?ola.
Es un error interpretar la necesidad de que todas las Administraciones ofrezcan una respuesta conjunta a la situaci¨®n econ¨®mica que atraviesa el pa¨ªs como un nuevo disfraz del centralismo, dispuesto a utilizar la crisis como coartada. A estas alturas no se discute ya el nivel de la Administraci¨®n del Estado sobre el que deben recaer los recortes, sino sobre la capacidad del Estado, en todos sus niveles, para que la diferencia entre los gastos e ingresos totales no exceda el 6%. Las reticencias pol¨ªticas que ha generado la precipitada reforma de la Constituci¨®n entre las fuerzas nacionalistas, y de una parte de la izquierda, son leg¨ªtimas y responden a un incuestionable fondo de raz¨®n, pero pertenecen a un debate distinto del que Salgado ha puesto encima de la mesa.
La proximidad de las elecciones generales se est¨¢ convirtiendo en otro factor de distorsi¨®n para abordar el problema suscitado por Salgado, en la medida en que los nuevos dirigentes auton¨®micos, todos populares, necesitan transmitir una imagen de austeridad que no afecte a las expectativas de Mariano Rajoy. Obtendr¨¢n una falaz cuadratura del c¨ªrculo si perseveran en la estrategia m¨¢s electoralista que econ¨®mica de inflar las cifras de ahorro que suponen las t¨ªmidas medidas que han anunciado. Pero la situaci¨®n de las cuentas p¨²blicas no admite malabarismos. De la llamada a cap¨ªtulo a las 12 comunidades con mayor d¨¦ficit deber¨ªa salir un plan y un mensaje concluyente. No para los mercados, sino para los ciudadanos, que ya han realizado esfuerzos de austeridad, de nuevo en riesgo de ser dilapidados.
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