El mensaje es el medio
Una regla que no suele fallar para salir (informativamente) de cualquier crisis es que se vuelvan aburridas. As¨ª ocurre con los terremotos, los tsunamis o los huracanes por devastadores que sean; as¨ª ocurre con las hambrunas, las feroces guerras regionales o los atentados suicidas con decenas de muertos en cualquier lugar.
La repetici¨®n es lo opuesto a la informaci¨®n, puesto que la informaci¨®n -de esto o de aquello, del fr¨ªo o de la luz- necesita de la diferencia. Que muchos puntos calientes tiendan a enfriarse y a desaparecer pronto de los media, tiene que ver con que la actualidad es, por esencia, candente.
Pero, siendo as¨ª, ?c¨®mo explicar que se sostenga tanto tiempo la tabarra de la crisis? Period¨ªsticamente, solo en el supuesto de que se tratara de una supuesta tercera guerra mundial, amenizada con m¨²ltiples bajas, creciente destrucci¨®n y armas in¨¦ditas, su persistencia estar¨ªa justificada. Y as¨ª, m¨¢s o menos, ocurre con esta gran crisis. Su comportamiento del que cada d¨ªa puede esperarse un rayo de esperanza o, mejor, un trueno a¨²n m¨¢s espantoso mantiene en vilo al espectador.
No puede decirse que los medios sean responsables de la crisis, pero ?c¨®mo no aceptar que son c¨®mplices?
Pero, ?es la crisis la que llena a diario los medios de ese suculento terror o es el terror adquirido por los medios quien engorda la crisis? "El p¨²blico perjudica a la televisi¨®n", dec¨ªa Umberto Eco en Diario m¨ªnimo. No es solo el hecho de que nos mata por entero sino que la noticia desempe?a su papel homicida en la defunci¨®n. M¨¢s a¨²n: tanto en la comunicaci¨®n colectiva como en la comunicaci¨®n interior no es raro que, bajo determinadas circunstancias, bulla el placer del duelo.
La dicha todo el mundo la quiere, pero la desdicha desprende un inter¨¦s mucho mayor. Decir que se duerme mal o que a uno le duele la cabeza es m¨¢s prestigioso que el vulgar "dormir a pierna suelta" y no haber experimentado una hemialgia. La tristeza y el dolor dan ganas de llorar pero, simult¨¢neamente, otorgan calidad de car¨¢cter.
Naturalmente, no puede afirmarse que los medios sean los responsables de la crisis, pero ?c¨®mo no aceptar que son sus c¨®mplices? La publicaci¨®n de los informes de las agencias de rating o del FMI, las tertulias en la radio o la tele, los editoriales famosos se enviscan en el cultivo del mal, que, como todo lo adverso, posee su atracci¨®n y su deleite.
En conjunto, pues, nos vemos padeciendo la gran crisis pero tambi¨¦n apresados medi¨¢ticamente por ella. Repitiendo, como "en el d¨ªa de la marmota", un serial sin aparente fin y en donde los cap¨ªtulos para conservar la audiencia redactan sorpresas, a cu¨¢l peor.
Un largo reportaje (demasiado largo y pesado) sobre la desaparici¨®n o no de los diarios impresos y especialmente del emblem¨¢tico The New York Times pudo verse el jueves por la noche en la emisi¨®n de Canal +. En ¨¦l y entre las diferentes opiniones que se escucharon surgi¨® una sentencia que tratando de condensar la naturaleza del cambio en los medios dec¨ªa: "Hoy no puede decirse ya que el medio es el mensaje, como afirmaba McLuhan, sino que el mensaje es el medio".
Tan f¨¢cil de decir, tan brillante de pronunciar y tan dif¨ªcil de explicar. Si, como este periodista declaraba, "el mensaje es el medio", la prueba m¨¢s rotunda se hallar¨ªa en el modelo informativo que est¨¢ creando esta profunda y persistente crisis. No son los media quienes se ponen al servicio de la realidad; ni siquiera se tratar¨ªa de que los media como tantas veces se dice crearan la realidad. Los media vivir¨ªan ahora no ya como transmisores m¨¢s o menos atinados de los sucesos sino como los sucesos de los sucesos. El medio no ser¨ªa el mensaje sino que el mensaje gigantesco (de los mercados, de las quiebras, del paro, del gran miedo y sus fantasmas) engullir¨ªa la circunstancia de los media. Nos tragar¨ªa a todos en su seno. Seno tan insano que la enfermedad colectiva llegar¨ªa a convertirse -como en el arte el fe¨ªsmo o el destroyer en la moda- en la forma contempor¨¢nea de vivir. O mejor, de sobrevivir en el coraz¨®n del caos.
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