Cuatro cabezas prodigiosas
Djokovic, Nadal, Federer y Murray ejercen un dominio como nunca se vio
A un d¨ªa del d¨¦cimo aniversario de los atentados del 11-S, en Nueva York los controles de seguridad son exhaustivos. Se revisan las mochilas en el metro. Se para a las furgonetas en las calles. Se cortan carriles en los puentes. Llueve en la ciudad que nunca duerme, y se retrasa el inicio de las semifinales, que al cierre de esta edici¨®n enfrentaban al suizo Roger Federer contra el serbio Novak Djokovic y a Rafael Nadal con el brit¨¢nico Andy Murray. Los jugadores calientan, se enfr¨ªan y vuelven a calentar. Se concentran, relajan y vuelven a concentrar. Arrancan, paran, vuelven a arrancar. Todos esos l¨ªos deber¨ªan coronar a la cabeza m¨¢s fuerte. Con 29 t¨ªtulos grandes sobre la pista, en la antepen¨²ltima ronda se enfrentan los cerebros m¨¢s duros del circuito. Lo dicen los n¨²meros. Los cuatro mejores no estaban en semifinales del Abierto de Estados Unidos desde 1992. Nunca los tres mejores estuvieron en tantas semifinales grandes al mismo tiempo (nueve). Son cuatro cabezas dignas de estudio.
Los cuatro mejores no estaban en semifinales del Abierto de Estados Unidos desde 1992
En la de Federer est¨¢ el orgullo del le¨®n herido, campe¨®n de presente con limitado futuro, inevitable el pasar de las hojas del calendario. En la de Djokovic se oculta la llama de la pasi¨®n y la inmodestia, que todo lo quema, incluidas las dudas. En la de Nadal habitan los miedos y las seguridades de un ni?o, tan humilde como curioso frente a las dificultades. En la de Murray es dif¨ªcil adentrarse, porque un d¨ªa pierde en su primer partido de Montreal, y a la semana siguiente gana el t¨ªtulo en Cincinnati. Compitiendo en los grandes, todos viven de los resultados previos, que dejan a sus rivales temblando. Todos, tambi¨¦n, cargan con una pesada mochila. Est¨¢n las expectativas de la gente y los patrocinadores. Est¨¢, tambi¨¦n, la constante presencia de los otros tres mejores, voraces can¨ªbales, ni un d¨ªa tranquilo en la oficina.
"Y s¨ª", se lamenta Federer; "el a?o pasado, en las semifinales con Djokovic [perdi¨® tras tener dos puntos de partido], la verdad es que empec¨¦ a pensar durante el encuentro en la perspectiva de enfrentarme a Rafa en la final, en salvar energ¨ªa, en no perder mucha durante las semifinales. Esa fue una de las razones por las que no fui capaz de ser m¨¢s duro en dos de los tres sets que perd¨ª", cierra. "Y es cierto", le contin¨²a el serbio, como si se hubieran puesto de acuerdo; "hemos construido unas rivalidades que traen emociones a nuestro deporte, pero tambi¨¦n se espera de nosotros cuatro que lleguemos lejos siempre. Es un peso con el que cargamos. Se espera que ganemos. Eso es una presi¨®n extra. No siempre puedes estar a tu mejor nivel, ni jugar como quieres. La experiencia y el ¨¦xito nos dan una ventaja psicol¨®gica con respecto a nuestros rivales de las primeras rondas. Luego, cuando nos enfrentamos, es muy duro: un par de puntos deciden qui¨¦n gana".
Ese es el discurso oficial. No todo, sin embargo, pueden ser lamentaciones ni vacuos razonamientos, como los de Murray, simplemente "contento" de formar parte del grupo. ?Qu¨¦ explica el ¨¦xito de los cuatro magn¨ªficos? ?Cu¨¢l es su receta secreta?
"Este es un deporte muy competitivo", explica Nadal. "Hay otros tenistas que ganan torneos, pero en los grandes tenemos la ventaja de los cincos sets. Eso nos da tiempo para imponernos. Es una ventaja extra para nosotros", sigue. "La solidez que tenemos los cuatro de arriba fue muy dif¨ªcil de ver en el pasado, porque es algo muy dif¨ªcil de conseguir", razona el mallorqu¨ªn, que anoche buscaba convertirse en el primer espa?ol que se clasifica para dos finales del Abierto de Estados Unidos. "Aqu¨ª, por ejemplo, he recuperado muchas cosas de las que en Montreal y Cincinnati no hab¨ªa hecho bien. Es una gran satisfacci¨®n ver que vuelvo a competir con orden, con esa pasi¨®n extra por conseguir cada punto. No he tenido un verano f¨¢cil. Vine en una situaci¨®n complicada y me ir¨¦ con una m¨¢s favorable, reforzado y con ilusi¨®n".
As¨ª pasan las cosas en Nueva York. Las llamadas a los tel¨¦fonos de emergencia avisan de fuegos en rascacielos, coches sospechosos y vecinos barbudos. La polic¨ªa patrulla las calles mientras el tenis se viste de gala. En la pista, cuatro monstruos.
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