Triste reforma
Es posible que la presi¨®n confluyente de lo que antes llam¨¢bamos capital y hoy llamamos mercados, del Banco Central Europeo y de la canciller Merkel y el presidente Sarkozy sobre el vulnerable presidente del Gobierno espa?ol haya hecho inevitable llevar cuestiones de pol¨ªtica econ¨®mica, como son el equilibrio presupuestario y la magnitud del d¨¦ficit, hasta el mism¨ªsimo texto constitucional. Como los mercados no hablan sino que act¨²an y el BCE no puede exigir contrapartidas de esta clase, habr¨¢ que pensar que fueron Merkel y Sarkozy quienes pusieron a Zapatero entre la espada y la pared: o cumpl¨ªa lo que se le ordenaba o le abandonaban a su suerte. Abrumado por semejante responsabilidad, y sin consultar a nadie, el presidente espa?ol s¨®lo habr¨ªa podido responder que muy bien, que ejecutar¨ªa las ¨®rdenes si Alemania y Francia exig¨ªan al l¨ªder de la oposici¨®n que arrimara el hombro.
No es posible -aqu¨ª todo son conjeturas porque desde la noche oscura de mayo de 2010, la ciudadan¨ªa es como el convidado de piedra de este drama- que el presidente imaginara que el PP, empecinado en oponerse a cualquier reforma, contestar¨ªa al t¨¢ndem franco-alem¨¢n que de ninguna manera iba a lanzar ahora un salvavidas al n¨¢ufrago. Si lo crey¨®, ser¨ªa el primer error; en todo caso, el l¨ªder de la oposici¨®n cogi¨® al vuelo la ocasi¨®n que, ni pintiparada, se le presentaba: lo ven¨ªa reclamando desde hac¨ªa un a?o. As¨ª que encantado de rescatar al presidente -y de paso salvar a Espa?a y satisfacer a Europa- de las aguas turbulentas que amenazaban engullirlo. Nada ten¨ªa que perder y s¨ª mucho que ganar cambiando la crispaci¨®n por ir del brazo para recorrer la senda de la reforma constitucional.
Puede imaginarse el rictus de incredulidad con que recibir¨ªa la doble noticia el candidato socialista a la presidencia del Gobierno: no solo porque, en fase ag¨®nica, su presidente se embarcara en una reforma de la Constituci¨®n, desechando otras posibilidades de responder a las presiones, sino porque contara para ello con el apoyo de la oposici¨®n y s¨®lo se le llamara cuando ya estaba todo el pescado vendido. Y as¨ª, Rubalcaba ha probado tambi¨¦n el amargo sabor de la bicefalia: con su manera de abordar el lance, el presidente ha hecho pagar al candidato la osad¨ªa de haber saltado por encima de su cabeza y de una irrelevante comisi¨®n ejecutiva para forzarle a suprimir las primarias por medio de un c¨®nclave de secretarios generales de las federaciones. Y en pol¨ªtica, ya se sabe, quien la hace, la paga.
Aunque sea a costa del elevado precio de reformar la Constituci¨®n de la manera m¨¢s lamentable que imaginar se pueda. Esta Constituci¨®n, la primera de una larga historia que ha logrado consolidar una democracia en Espa?a, merec¨ªa otra reforma. Y no porque sea un texto sagrado, o porque lo realizado en tiempos de transici¨®n a la democracia sea intocable. Nada de eso. Hace cerca de ocho a?os, Zapatero propuso con toda solemnidad cuatro reformas constitucionales, dos de ellas de gran calado, la del Senado y la del T¨ªtulo VIII. En la consulta que su Gobierno dirigi¨® al Consejo de Estado se afirmaba que el acierto en la revisi¨®n depend¨ªa de varios factores, entre otros, que respondiera a demandas consistentes y que generara un consenso asimilable al que concit¨® el texto que se quer¨ªa reformar. No puede producir m¨¢s que melancol¨ªa la enorme distancia entre aquel ambicioso y necesario proyecto y esta penosa realidad. No, esta Constituci¨®n no merec¨ªa esta reforma.
Por lo dem¨¢s, la reforma y, m¨¢s a¨²n, el modo de anunciarla, tramitarla y aprobarla, allanan el camino a un triunfo por mayor¨ªa absoluta del Partido Popular. Ante todo, porque siega la hierba -no muy fresca ni muy lozana, pero en fin- bajo los pies del candidato socialista, que basaba su campa?a en recuperar voto por la izquierda sin quebrar los muy debilitados anclajes en la indecisa izquierda del centro: la desmoralizaci¨®n de los diputados del PSOE el d¨ªa de marras era nada comparada con la de sus potenciales votantes. Y luego, porque entrega al PP, antes de llegar a meta, la medalla de vencedor. Si la anunciada mayor¨ªa absoluta lograra consolidarse, nunca en nuestra historia reciente, ni siquiera tras el triunfo de los socialistas en 1982, habr¨¢ concentrado un solo partido tanto poder en todos los niveles del Estado. Cuando tal cosa ocurra, el cerco a los profesores de ense?anza p¨²blica y a los profesionales de sanidad montado por Aguirre y Cospedal parecer¨¢ un juego de ni?os ante lo que se nos vendr¨¢ encima. Todo muy triste, la verdad.
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