"Solo he llegado a la gimnasia sueca"
Este hombre, el poeta y narrador Jos¨¦ Manuel Caballero Bonald (Jerez de la Frontera, C¨¢diz; 1926), s¨ª que es un perfecto extra?o en el grader¨ªo.
Miembro, como cuenta en Tiempo de guerras perdidas, de una familia en la que abundaron los acostados (como Juan Carlos Onetti, que se pas¨® a?os en la cama), declara que le aturden los grader¨ªos por su ruidosa insolencia y que en los deportes a lo m¨¢s que ha llegado es "a la gimnasia sueca", que, aplicada por una afecci¨®n de huesos, le caus¨® "enorme dolor".
Con la exageraci¨®n propia de los poetas, Caballero Bonald, casado con la campeona de nataci¨®n balear Pepa Ramis, explica tambi¨¦n que "el f¨²tbol le trae sin cuidado" desde que Franco lo us¨® para distraer a la poblaci¨®n de los asuntos internos de la Espa?a en la que mandaba como dictador.
Pero, si se le hurga un poco, al poeta descre¨ªdo del f¨²tbol y de cualquier deporte se le sacan nombres propios legendarios. Le cont¨¦ que un contempor¨¢neo suyo, Jorge Sempr¨²n, cuando era clandestino comunista en Madrid, se llev¨® un enorme susto cuando le persiguieron las miradas, y quiz¨¢ la polic¨ªa, en el momento (un lunes, en un bar) en que declar¨® su ignorancia sobre la identidad de Di St¨¦fano.
"Yo no llego a tanto como Sempr¨²n", dice el autor de Manual de infractores (su manifiesto po¨¦tico en contra de la invasi¨®n de Irak y de quienes la perpetraron, entre ellos el entonces presidente Aznar). "No llego a tanto porque me s¨¦ los nombres de tres futbolistas: Zamora, en mi ¨¦poca; Di St¨¦fano, en la de la dictadura, y Messi. As¨ª que tengo una vasta cultura...".
"Supongo que esta ignorancia me viene de esa prevenci¨®n que siento a¨²n contra el franquismo. Entonces el f¨²tbol funcionaba como una especie de estrategia para neutralizar los apasionamientos o las inquietudes de otro tipo. Y, f¨ªjate, no me he curado de ese rechazo", dice.
Aquella utilizaci¨®n del f¨²tbol "quiz¨¢ no era una estrategia estudiada, pues los encargados de la represi¨®n no eran tan sutiles, pero hab¨ªa algo que realmente hac¨ªa que se canalizara la pasi¨®n de la gente hacia el f¨²tbol y s¨®lo se hablaba de eso", matiza.
Para su horror, no se ha cambiado: "No se habla de otra cosa. Lo veo en los bares. La gente discute en un tono muy elevado, con diatribas y enfrentamientos incluso violentos. Lo rechazo totalmente. Vayas donde vayas, de lo ¨²nico que se discute es de f¨²tbol. Y eso me parece algo inaceptable".
Vio por televisi¨®n un partido, tan solo, y esto quiz¨¢ le d¨¦ entidad para figurar en el libro Guinness de los r¨¦cords: "Fue entre el Barcelona y otro equipo. Y desde entonces, no s¨¦ por qu¨¦, me alegro de que gane el Barcelona. Digamos que esa es una atracci¨®n indirecta porque lo que pasa en el f¨²tbol es que a la gente no le gusta en realidad el deporte, sino que gane su equipo, ?no te parece?"
Pero ese partido en concreto, por el que debe figurar entre los verdaderamente extra?os en el grader¨ªo, le produjo "cierto placer est¨¦tico": "El Barcelona hac¨ªa unas combinaciones de bal¨®n muy h¨¢biles. Y me gust¨®. Sobre todo, me gust¨® Messi. Pero no reincid¨ª".
Sus amigos ?ngel Gonz¨¢lez y Juan Garc¨ªa Hortelano s¨ª que eran aficionados: "Juan, mucho m¨¢s. Pero iban ¨¦l y su corte de apasionados como aficionados clandestinos. El f¨²tbol estaba mal visto entre los intelectuales. Ya sabes, porque parec¨ªa que, acudiendo a los estadios, se estaba haciendo el juego a los manejos de la dictadura. Ahora bien, comprendo que haya gente que se apasione por el f¨²tbol, como por el tenis o por las carreras de motos. Pero nunca he tenido relaci¨®n con el deporte ni lo he practicado". Otro poeta, vecino suyo en Madrid, Francisco Brines, tambi¨¦n es un apasionado por el f¨²tbol: "Hay gente que se apasiona por muchas cosas juntas. Brines es apasionado del f¨²tbol, pero tambi¨¦n lo es de los toros y de la ¨®pera. Y est¨¢ bien, es una se?a de identidad". ?l se apasiona por la navegaci¨®n y la bot¨¢nica. De resto, escribe poes¨ªa. De hecho, cuando hablamos con ¨¦l, mientras en los bares de Sanl¨²car, donde vive largas temporadas, cantaban el ¨²ltimo gol de Espa?a en Las Gaunas a Liechtenstein, correg¨ªa su pr¨®ximo libro.
El h¨¦roe fallido
- Caballero Bonald,
en sus c¨¦lebres memorias (Tiempo de guerras perdidas y La costumbre de vivir
son los tomos en que se recogen) cuenta una haza?a que no logr¨® culminar.
Su esposa, Pepa Ramis, campeona de nataci¨®n,
se desplaz¨® nadando de la isla de Mallorca a un punto cercano. Y el joven Caballero quiso imitarla en un ejercicio que lo convirti¨® en un h¨¦roe fallido, pues enseguida tuvo que acudir la nadadora
en su auxilio. "A mitad
de camino, me cans¨¦", cuenta; "no pude seguir
y tuve que pasar el bochorno de ser ayudado por mi mujer para no ahogarme. Fue atravesando desde Sant Elm al islote de Pantale¨®n,
que est¨¢ junto a la costa".
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