Nada ha terminado
El 11 de septiembre se vivi¨®, de entrada, como imposible. Los testigos no creen lo que est¨¢n viendo, las desvalidas autoridades se creen en plena ciencia-ficci¨®n, los prudentes que quieren mantener el sentido com¨²n lo pierden al fabular delirantes conspiraciones (la CIA, los jud¨ªos, misteriosos especuladores inmobiliarios). Aun as¨ª, lo imposible tuvo lugar y a ese lugar no por casualidad se le nombr¨® Zona Cero, o sea, el espacio devastado de las primeras experiencias at¨®micas. Tampoco hay casualidad alguna en que las autoridades supremas sean introducidas manu militari en los refugios antinucleares: se ajusta el imposible nuevo al imposible antiguo. El apocalipsis hace acto de presencia, pero no del modo en que estaba previsto a lo largo de la guerra fr¨ªa. Hay que reaprender a "pensar lo impensable", como lo prescrib¨ªa un c¨¦lebre libro de estrategia nuclear de los a?os cincuenta.
?Acaso no suministr¨® Arabia Saud¨ª a Al Qaeda su ideolog¨ªa, su financiaci¨®n y una base de reclutamiento?
Lo siguiente a Gadafi promete ser tan tenso como lo siguiente a Sadam
Por fulgurante que parezca, un acontecimiento no es nunca un comienzo absoluto. Una vez disipado el espanto general, es obligado hacer constar que el ataque de Nueva York no es radicalmente inaudito ni en su inspiraci¨®n, ni por sus actores, ni incluso en su modo operativo. La estrategia del p¨¢nico mediante el incendio de las ciudades y el enloquecimiento deliberado de la poblaci¨®n fue teorizado hace siglo y medio por el nihilismo ruso, por Bakunin, Netchaiev, o por el mismo Dostoievski. El proyecto de tener como objetivo indiscriminado a los civiles no data de septiembre de 2011, desde Guernica, los fanatismos profanos o celestes han despoblado sin remordimientos al siglo XX. El modo operativo tampoco carece de antecedentes: el objetivo fue atacado en 1993 (en el subsuelo, con un veh¨ªculo cargado de explosivos); el medio, un avi¨®n desviado, se ensay¨® en Navidad de 1994 (el Airbus de Argel deb¨ªa abatirse sobre Par¨ªs). En cuanto al car¨¢cter suicida de los asesinos erigi¨¦ndose en misiles humanos -"?viva la muerte!"- solo puede parecerle inveros¨ªmil a los ingenuos: bolcheviques, nazis e integristas de toda cala?a abundan en sacrificadores profesionales resueltos a sacrificarse ellos mismos por "el bien de la causa". Las piezas del rompecabezas se desplegaban as¨ª en el desorden, faltaba el concepto que permitiera imaginar lo inimaginable.
Incluso si algunos responsables norteamericanos o europeos present¨ªan la existencia de un riesgo mayor, la ventaja segu¨ªa perteneciendo a Bin Laden, que calculaba con antelaci¨®n sus jugadas. Cuando unos meses antes el comandante Masud intent¨® que Par¨ªs se movilizase, solo le acogi¨® un pu?ado de "intelectualoides", tambi¨¦n dos o tres diputados. Puertas cerradas tanto en El El¨ªseo (Chirac) como en Matignon (Jospin), recepci¨®ncalamitosa en un pasillo del Quai d'Orsay. Masud propon¨ªa una alianza contra los talib¨¢n y estos le asesinaron dos d¨ªas antes de atacar Nueva York; m¨¢s tarde, demasiado tarde, sus tropas liberaron Kabul. El 11-S no era fatal, a condici¨®n de prevenir su posibilidad. Se ha explicado la ceguera general por la par¨¢lisis burocr¨¢tica (CIA contra FBI) y las rivalidades en el v¨¦rtice. Explicaciones demasiado cortas: una visi¨®n incisiva y consensuada de los riesgos que se corr¨ªan en com¨²n hubiera barrido esos conflictos rituales y fatigosos. Por el contrario, el prejuicio de vivir "el final de la historia" embriagaba a nuestros buenos ap¨®stoles: ?la guerra fr¨ªa ha terminado, las amenazas mayores se han abolido!
El optimismo estrat¨¦gico celebraba la desaparici¨®n del Gran Enemigo ?nico: ya no hay adversario omnipresente, por tanto, ya no hay adversidad. Este razonamiento falaz serv¨ªa de pasaporte para el mejor de los mundos: los presupuestos militares se disolv¨ªan, la paz universal estaba al alcance de la mano, tan solo subsist¨ªan los "conflictos de baja intensidad" que devastaban los suburbios del mundo sin inquietar a las metr¨®polis repantingadas en su seguridad. El 11-S hace pedazos ese quietismo compartido: de Kabul en llamas al derrumbe de Manhattan la consecuencia es directa. En pol¨ªtica como en econom¨ªa, basta con pretender que una crisis general est¨¢ definitivamente excluida para bajar la guardia y abrir las puertas al desastre: el C¨¢ndido de Voltaire y su cr¨ªtica del optimismo leibniz-panglossiano debe convertirse en introducci¨®n obligada a toda geopol¨ªtica del siglo XXI.
Diez a?os m¨¢s tarde, ?hemos franqueado el c¨ªrculo encantado de nuestros sue?os euf¨®ricos que tan caro pagamos? S¨ª y no.
S¨ª: Estados Unidos revalu¨® sus alianzas incondicionales. ?Acaso no hab¨ªa suministrado Arabia Saud¨ª su ideolog¨ªa (el salafismo) a Al Qaeda, su financiaci¨®n y una base de reclutamiento (14 de los 19 piratas a¨¦reos eran hijos de la buena sociedad saud¨ª)?
Consecuencia te¨®rica: "El hecho de que durante 60 a?os las naciones occidentales hayan excusado y se hayan acomodado a la falta de libertad en Oriente Pr¨®ximo en nada ayud¨® a nuestra seguridad, porque a largo plazo la estabilidad no puede ser comprada al precio de la libertad" (G. W. Bush, 7/11/2003).
Consecuencia pr¨¢ctica: Sadam Husein, perdonado en 1991 como efecto de la presi¨®n saud¨ª al precio de la doble masacre de kurdos y chi¨ªes, es ahorcado. M¨¢s tarde, a los d¨¦spotas presa de los levantamientos populares "se les deja plantados" (T¨²nez, Egipto, Libia). Mediterr¨¢neo, Oriente Pr¨®ximo salen de una historia fr¨ªa y de sociedades heladas. La losa de plomo salta para bien, ya que en todas partes las reivindicaciones democr¨¢ticas dan cuerpo a sue?os de libertad. O para mal, ya que hay que contar hasta tres: 1. Una juventud inquieta parcialmente af¨ªn a la Ilustraci¨®n; 2. Unos partidos religiosos que sue?an con el califato; 3. Unos aparatos militares que nadan en la corrupci¨®n, propensos a reprimir. Con, en la trastienda, unos Padrinos (Rusia y China) que apoyan en Ir¨¢n y en Siria la podredumbre de los poderes torturadores.
No: las ilusiones de un optimismo enga?oso oscurecen otra vez los cerebros dirigentes. Una vez eliminado Sadam, Washington estim¨® resuelto el problema. En mala hora. El asesinato de iraqu¨ªes por otros iraqu¨ªes, gran deporte del difunto r¨¦gimen, continu¨® con otras etiquetas. Todav¨ªa hoy -con la excepci¨®n quiz¨¢ de T¨²nez-, los pa¨ªses que celebran su primavera no parecen muy inmunizados contra la peste del terrorismo, de la intolerancia, de la xenofobia y de las guerras tribales.
La Uni¨®n Europea tiende al dejar hacer de las no intervenciones, mariposea y se divide. Cuando, con brit¨¢nicos y franceses a la cabeza, los europeos osan emprender una intervenci¨®n humanitaria armada (?bravo!), corren el riesgo de cantar victoria demasiado deprisa: lo siguiente a Gadafi promete ser tan tenso como lo siguiente a Sadam si los que condenaron a muerte a las enfermeras b¨²lgaras pasan, una vez hechos al cambio, por dem¨®cratas de pura cepa. Y si a las redes de Al Qaeda, que han saqueado los arsenales del antiguo r¨¦gimen, se les toma por monaguillos. El viejo continente navega a ciegas. Sus complacencias respecto a la Rusia putiniana, corrompida hasta los huesos, violenta y nihilista, protectora de los Asad, dan prueba de hasta qu¨¦ punto se olvida la lecci¨®n disuasiva del 11-S.
Bin Laden ha muerto, su red sobrevive dispersa. Pero la capacidad de da?o que golpe¨® a Manhattan persiste. Fueron suficientes unas regiones fuera de la ley (eso nunca falta), unos padrinos sin escr¨²pulos (que tampoco faltan), para que un peque?o grupo armado con c¨²teres golpeara en el coraz¨®n de la potencia mundial n¨²mero 1. ?Imaginemos los estragos si lo hubiera hecho en una central nuclear! El paradigma de Hiroshima ha prescrito, en adelante, la capacidad de asolar la historia y de poner fin a la aventura humana escapa al monopolio de los grandes estados. ?En provecho de qui¨¦n? En provecho de no importa qui¨¦n. "Una vez derribados los l¨ªmites de lo posible, es dif¨ªcil volverlos a levantar", dej¨® dicho Clausewitz, anunciando que la era de las batallas con megamasacres no se acab¨® con Napole¨®n. La Belle ¨¦poque se burl¨® de ello, pero el siglo siguiente lo confirm¨®. Bin Laden ha desaparecido, pero no la estrategia de los odios radicales y sin piedad.
Andr¨¦ Glucksmann es fil¨®sofo franc¨¦s. Traducci¨®n de Juan Ram¨®n Azaola.
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